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La chispa de la vida









Apenas el año pasado, en 2014, la Teoría de la Relatividad fue despedazada, tras 110 años de impostura. Hasta ahora, miles de científicos han confiado en ella a ciegas. Otros miles la han enseñado en las aulas universitarias como los teólogos enseñan el Misterio de la Santísima Trinidad. Aún hace pocos meses hube de soportar la indignación de algunos amigos durante una cena, por plantear abiertamente el sencillo camino hacia la falsación experimental de la teoría.

¿Cómo es posible que se haya gastado tanto dinero en una dirección que se mostraba incompatible con la Ciencia con mayúsculas, con la Teoría Cuántica, con los últimos descubrimientos en Cosmología o con el sentido común? Porque alguna explicación ha de tener el asunto.

Aún ahora habrá quien embista contra este articulito y me tilde de ignorante. Pero ya no será un científico, sino algún aficionado a esos libritos de divulgación científica en los que la única fórmula que figura es la tristemente famosa E=mc².

A día de hoy, la Relatividad es una forma de fe religiosa. No está permitido dudar siquiera de ella, lo mismo que no está permitido dudar de otros cuentos. Ha habido cientos de científicos que se han opuesto razonablemente a la Relatividad y han perdido el prestigio y, a veces, la carrera. Han pasado a ser frikis, cuando lo único que trataban de hacer era no perder de vista el método científico, que existe desde mucho antes que Einstein decidiera obviarlo.

La propìa historia de Einstein no es precisamente edificante. Un mal estudiante que fue rechazado en la Politécnica de Zurich. Así que se puso a trabajar como auxiliar en una casa de patentes hasta bastante después de publicar su plagiado trabajo sobre el espacio-tiempo en Annalen der Physik. Nadie le hizo caso. Diversos científicos habían publicado la Teoría antes que él. Ni siquiera la fórmula E=mc² es suya, sino de un científico italiano. Pero no me parece lo mejor cargar contra Einstein, a quien la mayoría de sus pares consideraba un idiota.

Einstein algo débil mental –justo lo opuesto en lo que lo transformó la propaganda–, no sabía Matemáticas e ignoraba el Método Científico, que consiste en observar, describir matemáticamente lo observado y contrastarlo experimentalmente. Hay cientos de teorías que se falsan así y los científicos se ponen a otra cosa. Pero, en un momento determinado, el poder se interesó por su Teoría. Por algún motivo. Luego lo razonaremos, tenemos tiempo.

De golpe, Einstein consiguió el éxito y se convirtió en una estrella. Logró la residencia en EEUU como profesor de Princeton y se puso de moda. Muy pocos científicos entendían su Teoría. No porque fueran tontos, como quieren hacernos creer, sino porque la teoría era matemática y físicamente incoherente. De su documento de 1905 se deduce por meras sustituciones aritméticas que 1=0, por ejemplo.

Muy pronto, Fizeau demostró que la luz no es invariante. Mediciones científicas demostraron que el experimento de Michelson y Morley había sido mal interpretado, Pero hasta que no hemos dispuesto de satélites en órbita, no hemos podido desechar la teoría falsa más longeva de la Historia de la ciencia moderna.

La Teoría de la Relatividad se basa en dos postulados o axiomas que se dan por ciertos:

1. Que la velocidad de la luz en el vacío, en ausencia de materia, es un invariante para cualquier observador inercial.

2. Que c es la velocidad máxima universal. Nada puede ir más deprisa.

La teoría estructurada sobre esos dos postulados obliga, a cambio, a que el espacio-tiempo se deforme, que los relojes vayan más despacio y que las longitudes se acorten. Las paradojas o inconsistencias lógicas abundan, lo que es imposible en Ciencia. Todo ello debiera bastar para demostrar que la teoría es falsa. Pero no ha sido así. Como dijo Platón, “libres son aquellos que no temen llegar hasta el fin de sus pensamientos y deducciones“. Pero eso, que es válido para filosofar, no lo es en ciencia. La ciencia obedece a un método riguroso. Sin embargo, ninguna teoría ha sido defendida con más denuedo, ante las pruebas de su falsedad, que la Relatividad de Einstein, muchas veces evidenciando que los defensores no entendían la propia teoría. Las religiones tienen eso, poca lógica en la Tierra y mucha en el Cielo.

Pero este cuento se acabó:

Decenas de miles de mediciones de la velocidad de la luz en línea recta entre satélites, sin reflexiones especulares, han demostrado inequívocamente que la luz y la velocidad de la fuente emisora se suman o se restan, obedientes a la aritmética newtoniana. Lo que ya era sabido por los ingenieros de tales aparatos, que hacían caso omiso de la Relatividad para ajustar relojes y longitudes. La velocidad de la luz, pues, no es invariante. Diré, de paso, que la luz tiene masa, aunque despreciable. Por otra parte, más de 4.000 medidas de velocidad de neutrinos emitidos por el CERN demuestran que existen paírtculas mucho más rápidas que la luz. Pero los sicarios de la balbuceante, confusa y mendaz Teoría de la Relatividad tienen respuesta para todo: "Si una partícula va más rápido que la luz, o el experimento está mal hecho o, como sigue sometida a los Mandamientos de la Relatividad, lo que le pasa es que viaja hacia atrás en el tiempo". Y se quedan tan tranquilos, cobrando cada mes su paguita de funcionarios. Y abiertamente se especula con que las ondas gravitatorias podrían viajar 200 billones de veces más rápido que la luz. Luego la velocidad de la luz no es ningún máximo. Algunos científicos han comenzado a desarrollar “teorías compatibles con la Relatividad” que hablan descaradamente de velocidades superlumínicas y que son compatibles más bien con la Física de Newton adaptada a la tecnología moderna –lo que solo es una manera de decir la verdad sin perder las subvenciones, que dependen de que la fórmula E=mc² siga siendo válida.

Pero disponemos de satélites desde hace más de cincuenta años. Y aunque las mediciones de la velocidad de la luz en un línea recta es reciente, el efecto Sagnac se utiliza desde hace mucho para detectar el movimiento relativo. ¿Cómo no se ha derrumbado la Relatividad durante todo este tiempo? ¿A qué mantenerla, a riesgo de que la Ciencia no avance por el camino correcto?

Pues todo tiene su explicación...

El éxito de Einstein sobrevino precisamente gracias a la fórmula E=mc², que robó al italiano Olinto De Pretto, sin citarlo siquiera, aunque este la publicara años antes. Lo mismo hizo con Poincaré, Lorentz y Maxwell, pues las publicaciones de Einstein no reconocían nada a nadie, como si todo fuera creación suya desde la misma nada. Ni a Robert Brown, cuyo descubrimiento del movimiento Browniano plagió también. Ni siquiera acreditó al húngaro von Lenard, por cuyas observaciones del efecto fotoeléctrico le concedieron el Premio Nobel... a Einstein. Lo que demuestra, una vez más, que no era un científico serio, sino una especie de gurú al frente de una confesión religiosa.

La fórmula E=mc², mal interpretada por Einstein –que no dejó de reconocer sus reticencias al respecto, no fuera a ser una parida total– , y peor por los militares, no significa que la masa contenga una energía que entrega según esa proporción, sino que cuantifica la energía necesaria para lograr que un móvil de masa m adquiera la velocidad de la luz en el vacío. De hecho, en las reacciones nucleares, sólo una pequeña fracción de la masa se convierte en energía, como sucede en los reactores nucleares y hasta en el propio Sol, gracias a lo cual la fusión de todas su masa no lo hace estallar, sino que tras formar helio, prosigue imparable hasta los metales pesados. No toda la masa se puede convertir en energía, eso sería un milagro, es decir, un imposible. Pero los militares lo que vieron fue la posibilidad de conseguir un arma capaz de destruir a cualquier enemigo, sus ciudades, sus ejércitos, con unas cuantas bombas atómicas. La idea era demasiado atractiva para no apoyarla. El propio Einstein fue el mayor impulsor de la creación de la bomba, aunque no participó en el Proyecto Manhattan por razón de su relación carnal con una joven conocida por el FBI como espía de la URSS.

Durante la Segunda Guerra Mundial, nadie se esforzó más que Alemania en conseguir la bomba. Pero abandonaron el proyecto. Si los mejores científicos del mundo abandonaron, tuvo que ser por algo. Los mismos científicos que fueron capaces lograr misiles intercontinentales autodirigidos antes de la era de la electrónica, o hacer gasolina sin petróleo, mientras EEUU seguía bombardeando ciudades con miles de toneladas de explosivos incendiarios y ensuciando el estado de Texas de negro... si Alemania no lo logró, digo, es que la bomba era un camino sin salida. La fórmula, correctamente interpretada con unas mínimas nociones de cómo se supone que es el átomo, lo pequeños que son los núcleos para que les acierten los neutrones ciegos, sin carga que los dirija, antes de escapar por la superficie del material fisionable, bastaron para dedicar los recursos del Reich a otras armas menos quiméricas.

Pero EEUU, guiado por el Sionismo, verdadero cerebro y financiador de la guerra, maestro en el arte de la manipulación mediática y del engaño, hizo lo que debía hacer: propaganda. Y tomó a una docena de exiliados alemanes e italianos por razones religiosas y los hizo famosos como “dream team” del Proyecto Manhattan. Fue una jugada maestra de los medios sionistas. EEUU invirtió mucho dinero en el proyecto porque ya se sabe que los americanos son gente crédula. Al final de la guerra, sin haber conseguido hacer estallar espontáneamente una “masa crítica” de material fisible, no porque no lo intentaran, sino porque es imposible en razón de la falsedad de la fórmula empleada; y con los comunistas a punto de atacar Japón –Nigata está separada de Vladivostok por un brazo de mar de 820 kilómetros de ancho–, decidieron gastar algunos millones más en propaganda. Dos ciudades de papel fueron volatilizadas bien lejos de los soviéticos, al sur, con cientos de bombas incendiarias. Hiroshima y Nagasaki no fueron arrasadas por Little Boy y Fat Man, porque quedaron en pie los edificios de hormigón cerca de los epicentros y las radiaciones brillaron por su ausencia. Las fotos de Tokio, devastada por las bombas incendiarias, son idénticas a las de Hiroshima o Nagasaki.

Pero ¡espera!: ahí tenemos una razón de peso para que una farsa como la Teoría de la Relatividad se mantenga, aplastando la Ciencia y lo que sea. ¿Y si la bomba no existiera? ¿Y si E=mc² fuera simplemente un eslogan, como ese de la chispa de la vida? ¿Y si el Club Atómico fuera el Club de la Comedia?

En fin, como alarde tecnológico diré que la bomba de masa subcrítica esférica es una aberración física. Pretender que por compresión centrípeta, la masa se convierta en crítica y estalle es absolutamente imposible. ¿Y nadie ha pensado que la tal masa subcrítica se calentaría en su contenedor dentro de su silo, como lo hace el combustible nuclear, hasta el punto de fundir la bomba? Lo diré más claro: es muy improbable que las B61 contengan dos paquetes de 30 kilos de uranio enriquecido sin calentarse hasta fundirse.

En fin, que la bomba atómica no exista no puedo asegurarlo, porque las pruebas atómicas no han estado sometidas a experimentación con observadores científicos libres de censura militar. Pero lo que sí aseguro es que la Teoría de la Relatividad es absolutamente falsa, desde sus postulados axiomáticos hasta sus últimas consecuencias. ¡Doy las gracias a los físicos experimentales honestos y a los ingenieros por su labor!

Por cierto, el el 25 de noviembre de 2015 se conmemora el centenario de la publicación de la Relatividad General de Einstein... y una horda de gurús mediáticos exhibirá su servilismo al Imperio Nuclear. Mientras, nuestros móviles con GPS seguirán falsando permanentemente la falaz teoría.

XAC


El desplome




Como veíamos venir, la guerra de divisas está produciendo consecuencias catastróficas. La Bolsa norteamericana se enfrenta al colapso, conforme la batalla monetaria se hace más y más virulenta. El índice Dow Jones acaba de establecer un nuevo récord: 800 puntos abajo en cuatro días. Nuestros lectores habituales conocen las causas. China, enfrentada a la caída de sus exportaciones, necesita hacer sus bienes más baratos al cambio. Desde el 8 de agosto, el yuan se ha devaluado un 9%. Y todos los expertos señalan que hay margen para bastante más. Toda devaluación significa que el estado pondrá en circulación más moneda en la exacta proporción en la que ha devaluado. Y que tal estado puede bajar las tasas de interés de su dinero --que es lo que acaba de hacer--, porque no lo necesita de los ahorradores. Ya se lo fabrica él mismo. Más dinero circulante conducirá a más inversión privada y, desgraciadamente, a un pronto encarecimiento de los precios internos.

China acusa a la Reserva Federal de los Estados Unidos de haber desatado la crisis actual al anunciar la subida de las tasas de interés para este otoño. Ello implicará una inmensa retirada de capitales de la Bolsa para acudir a la compra de bonos del estado. Y algo mucho peor: que las empresas no podrán acudir fácilmente al crédito a interés cero para recomprar sus propias acciones y levantar su cotización bursátil: más primas para los ejecutivos, mientras los accionistas son estafados, víctimas de la financiarización. Más ruina para los ciudadanos de los Estados Unidos, porque el gobierno no utilizará ese dinero para generar empleo, sino para seguir interviniendo en la política internacional como un caballo en una cacharrería.

¿Por qué devalúa China? Porque no tiene alternativa. Las otras dos opciones para seguir exportando --es decir, lograr que los bienes lleguen a un menor precio final a un arruinado comprador occidental-- son la subvención estatal y la bajada de costos, principalmente en forma de salarios. Y son ambas imposibles. Las subvenciones a la exportación son ilegales y serían contestadas con un cierre de fronteras comerciales. China ha intentado reducir los costos. Su propio desarrollo interior y sus propias burbujas han agotado la bajada de sueldos. China ha tratado de reducir el costo de las materias primas comprando minas en África, por ejemplo. Pero se ha encontrado con que su principal cliente comercial, los Estados Unidos, le ha hecho la guerra física, generando revoluciones, matanzas étnicas y creando facciones terroristas de Al Qaeda --facciones del estilo de Boko Haram, que dirige un pájaro que mejor haría dedicándose a las telenovelas-- para impedir los acuerdos de compra o la explotación viable. China ha tocado fondo. Así que no le queda otra salida que la devaluación.

La reacción de China es económicamente impecable. ¡Para eso sirve la soberanía monetaria, neoconservador ministro Guindos!... Estos últimos años de bonanza, China se ha deshecho de su exceso de bonos norteamericanos, comprando bienes raíces en todo el mundo y hasta en los mismos Estados Unidos. Del resto que posee se irá deshaciendo al ritmo que el mercado se lo permita para mantener al dólar lo más alto posible. Pero China no está sola. Forma parte de un grupo de países económicamente pujantes, los BRICS. La consecuencia directa ha sido la caída de todas las divisas sudamericanas a mínimos históricos, caída que lidera Brasil, que forma parte del mismo grupo, junto a Rusia, cuyo rublo, para regocijo de Putin, cayó en picado a consecuencia de las sanciones europeas por la guerra de Ucrania. La industria rusa se está haciendo cada vez más poderosa, tendiendo puentes comerciales y oleoductos con la fronteriza China.

Ante la perspectiva de que se realice el sueño de Putin, una zona de libre comercio que vaya del Cabo San Vicente a Vladivostock, a los Estados Unidos no les queda otra cosa que olvidarse del destino de los ciudadanos norteamericanos y amenazar al mundo con la guerra. Y gastar más billones de dólares en armas, dólares que ayudarán de paso a devaluar el dólar en el concierto internacional. Toda esta política desquiciada incluye una represión a su población nunca vista, bajo el pretexto del terrorismo de Al Qaeda (Al Qaeda, igual que el Estado Islámico, son caretas de Israel, en realidad).

Los Estados Unidos no tienen hoy otro Roosevelt que los saque de esta crisis. No habrá otro "New Deal" cuasi-socialista cuya culminación inevitable de una tercera guerra mundial. Ni otro Truman que consolide el proceso de recuperación posterior mediante su "Fair Deal" que condujo socialmente a la época más próspera de los EEUU.. El tan cacareado patriotismo norteamericano sólo afecta a la parte ignorante de la sociedad, parte que incluye a un gran sector de los servicios de seguridad e "inteligencia". Los dirigentes, los verdaderos mandarines, no sienten más afecto patriótico que el que da dinero. Los norteamericanos no utilizan los préstamos a interés cero de la Reserva Federal más que para especular en los mercados, no para emprender; y menos en la industria nacional, que requiere de mucho tiempo y esfuerzo. El escándalo de los esquistos ha demostrado una vez más que la rentabilidad rápida va muy por delante, no ya de la inversión en nuevas compañías rentables, sino de la propia industria estratégica nacional.

En realidad hay otro afecto que se les supone a los grandes financieros norteamericanos, aparte de al dinero... Los banqueros internacionales, por ejemplo, tienen la obligación de militar como sionistas. Muchos de ellos --como Rothschild, verdadero creador del estado de Israel-- lo son de corazón... si es que los financieros tuvieran en el pecho algo más que un músculo que les bombea sangre hasta el cerebro. Otros tan solo son buenos actores, fingen bien. Así que, cuando el Mossad toca el pito, todos forman y se cuadran como soldados de infantería. Como se cuadró el financiero sionista Larry Silverstein cuando se le ordenó comprar las Torres Gemelas, y éste las adquirió por leasing el 24 de junio de 2001, menos de tres meses antes de que fueran demolidas con Thermite por el Mossad. Los Estados Unidos han venido siendo mal dirigidos económicamente desde 1913 por una banda de parásitos. El lobby sionista en los Estados Unidos viene utilizando su tremenda influencia en el Congreso para anteponer los intereses de Israel a los norteamericanos. Porque Israel es un estado tan "amigo" de Norteamérica que tiene su propio grupo en el Congreso norteamericano, una institución bajo la influencia económica y legislativa del lobby AIPAC (American Israel Public Affairs Committee).

Con estos mimbres, no hay Estados Unidos que valgan. Por grandes que hayan sido, son hoy un títere, un perro al que desangrar. Y eso es lo que le está sucediendo. ¿Cómo se concibe un estado que se deshaga de toda su industria nacional, otrora la más importante del mundo, que permita que inmensas ciudades industriales como Detroit sean hoy vertederos, para comprar todos sus productos de consumo en China? La única respuesta es que se trata de un buen negocio, de algo que da dinero rápido. Para el gobierno norteamericano, permitir hacer billetes a los ricos es más importante que el futuro de la población que lo respalda con sus impuestos y con su sangre cuando le toca.

Lo que jamás entenderá un norteamericano, abducido por decenios de adoración al dólar, y menos un miembro del congreso americano, alcantarilla corrupta donde toda voluntad se compra y vende, es que a una gran nación como China, con las ideas claras,  le interese trabajar a costo o incluso perdiendo dinero. Por supuesto que sí le interesa, en las circunstancias actuales. Mientras lo hace, crea actividad económica --empleo-- en su territorio. Su objetivo es apropiarse de la energía neoliberal egoísta para crear una sociedad socialista pujante en su casa: Su objetivo es sustituir finalmente la decadente economía internacional por un gran mercado interior. ¿No está claro?

Y del perro muerto las pulgas huyen. Por eso, algunos de los principales financieros sionistas hace más de un año que abandonaron al dólar --petróleo y materias primas-- y mudaron sus negocios a Oriente. Casi sin dilación, el Euro fue atacado por los USA a cañonazos, que de eso trata la crisis de Ucrania. Con aliados como los norteamericanos, ¿quién necesita enemigos?

FÉLIX UDIVARRI



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