LA IDENTIDAD POR TODA POLÍTICA. IX: El efecto Obama

Denomino “efecto Obama” a la posibilidad, que acaba de cumplirse en Estados Unidos (veremos cuánto dura: crucemos los dedos), de que un representante de una minoría social e históricamente estigmatizada alcance, nada menos, que la presidencia del país. Esto, trasladado a España, podría traducirse en lo siguiente. Hagan juego, por favor:

1. Que España pudiera considerarse, de palabra, obra y pensamiento, por todos los que viven en este Estado denominado así, lo que en realidad es pero que muchos se empeñan en que no sea: un país común para todos, en el que todos participen en pie de igualdad identitaria, sin considerar que su identidad les da pie para salirse del corral o, lo que es peor, para acotar un espacio propio en el que mandar solos sobre todos los demás que se queden dentro porque no tengan a dónde ir o porque no se quieran ir, qué coño, si ahí hemos vivido toda nuestra vida (estoy pensando en los maketos y los charnegos, para que se me entienda).

2. Para que el punto 1 pudiera cumplirse se tendría que dar alguna premisa previa imprescindible. A saber: que el hecho de que España sea el Estado que es no es “culpa” de nadie de los que habitan en él, ni de los que quieren que España sea lo que efectivamente es por siempre jamás ni de los que quisieran que España dejara de ser lo que es ahora mismo, todo lo más tardar mañana. Ni los más furibundos centralistas ni los más conspicuos independentistas pueden pensar que tienen toda la razón en esta historia. Las cosas siempre son irremediablemente grises, complejas, enmarañadas y hasta absurdas.

3. Que una vez admitida la existencia de España como resultante histórico de invasiones, reconquistas, inquisición, injusticias de todo tipo, guerras civiles y reconciliaciones de pacotilla, en todo lo cual la mayoría de los que ahora tenemos alrededor de cuarenta años, diez para arriba diez para abajo pongamos de media, no tuvimos absolutamente nada que ver, también tenemos que hacer el pequeño, mínimo esfuerzo de considerar que la convivencia común en esto que se llama España todavía requiere de unas cuantas asignaturas pendientes. A saber:

4. Que el Honorapla Montilla vea su ejemplo cundir en el País Vasco con un Lehendakari llamado Francisco Javier López Álvarez (Patxi López para los amigos). Esto está más cerca. Suena a posible. Pero ¿y qué me decís de la siguiente propuesta?:

5. Que un Presidente español del futuro se llame Galder Olaskoaga Narbaiza, por poner un ejemplo. Y que el Vicepresidente se llame Oriol Bofarull i Roura. O al revés, qué más da. Esta sí que es la asignatura pendiente de la “democracia” española. ¿Sería esto posible, deseable, probable o imaginable siquiera? ¿Por qué no? ¿Sería más bien imposible porque en España nadie se imagina que pudiera haber un Presidente del Gobierno que sea vasco de apellidos, o sea vasco para entendernos? ¿Porque nadie lo querría quizás? Y eso que en toda España hay más de cuatro millones de personas con apellido vasco según el INE. Y lo mismo o más habrá catalanes, de apellidos catalanes me refiero. Si nos fijamos, nunca ha habido Presidentes del Gobierno (los de la democracia eran Suárez, González, Calvo Sotelo, Aznar -este último sonaba algo más a vasco, pero nadie pensó en él como descendiente de vascos, más bien como descendiente del Cid o algo así) o Jefes de Estado (estoy pensando en Franco) con apellidos no castellanos. De Franco se decía que era gallego, y yo no lo pongo en duda. ¿Pero podría haberse llamado, en lugar de Franco, Rianxeiro, por ejemplo, como el atún? ¿Se le habría aceptado igual como Jefe del Estado español con un apellido tan inconfundiblemente gallego?

6. En fin, que considero que hay sueños de convivencia que son imposibles. En el caso del punto 5, porque fundamentalmente la mayoría de los vascos de apellidos, lo mismo que los catalanes (quizás estos menos y menos aún los gallegos), en lo último que están pensando, es decir antes muertos, es en implicarse en un proyecto común de España o como quiera que lo llamemos. Y también, ay, no nos olvidemos, porque con todo lo que ha llovido ya en asuntos identitarios, en España, en general, no se ve ni a vascos, ni a catalanes, ni a gallegos dirigiendo desde la cúspide del poder a todo el Estado. Qué se le va a hacer. Esto es lo que hay. Así que, por lo que a nosotros respecta, el efecto Obama lo tiene crudo aquí.

Saludos maketos.


PEDRO JOSÉ CHACÓN

NOTA DEL EDITOR: El efecto Obama no sería jamás posible en la España actual. Ha sido viable, sí, en Estados Unidos, porque, a pesar de la ley propuesta por Bush y aprobada en el Congreso en 2002, “de Ayuda a América a votar” (Help America Vote Act), que eliminó diez millones de votos “peligrosos” para los republicanos, EEUU tiene como régimen político una Democracia (sí, sí, con mayúsculas). Y ha conseguido derribar todos los obstáculos puestos por los mayores manipuladores de la realidad que ha dado la Historia americana: los neocons del Nuovo Ordo Seculorum organizado por el Think Tank. Por esos que iniciaron su andadura inventando un mito, Osama Bin Laden, agente de la CIA declarado, y convirtiendo el descontento musulmán, malexpresado en una pléyade de pequeños atentados suicidas locales, en un enemigo universal (Al Qaeda) digno de ser combatido mediante presupuestos ingentes en armamento y la invasión de dos países, se momento. Y todo ello mediante la organización previa del mayor atentado contra civiles que se recuerda en el mundo.

En España, no es posible el efecto Obama porque España no goza de una democracia representativa, sino de una partitocracia de listas y acuerdos oligárquicos, tutelada por la banca y las grandes familias franquistas. Si no puede haber un Presidente del Gobierno catalanista o vasquista es porque catalanismo y vasquismo son efectos programados y financiados por los mismos que encumbran la partitocracia. Esto es lo que hay.