CANALLADAS

La sucesión de quiebras técnicas de la gran banca europea, unida a la insolidaridad y la ausencia de coordinación en las medidas de los gobiernos, definen un escenario en el que pocas soluciones a la crisis financiera europea pueden implementarse, a estas alturas. Una es la desmembración por acuerdo avenido de Europa en sus estados componentes y la vuelta de todos y cada uno a su moneda particular. Esto último es lo que se denomina en el jerigonza de los periodistas del pesebre “la vuelta a las catacumbas pre-comunitarias”, no es imposible que suceda. Otra es la nacionalización generalizada de la banca conformando un gran Banco Europeo. Y no hay tercera, porque el sistema financiero global no puede salir adelante solo, no es viable como negocio a largo plazo.

Descartemos de momento la desunión de Europa, que para España sería algo terrible, y veamos cómo puede ser el procedimiento para nacionalizar la banca en Europa:

Los bancos son negocios de gran apalancamiento, financian sus créditos con depósitos. Como los créditos se conceden por años y los depósitos se pueden retirar en el acto, los bancos esencialmente dependen de la confianza. Todo negocio que depende de la confianza vive de una ilusión de sus clientes: en este caso, la de que siempre habrá un clima de serenidad en los mercados y que la riqueza especulativa puede crecer sin límite. Cuando la ilusión que encubre el truco se rompe, ya no puede restaurarse.

Absurda ilusión. Por eso, los bancos deben tener recursos propios mínimos, para que, en una crisis como la que vivimos, el capital cubra las pérdidas inesperadas. Ya he hablado en otro artículo de los acuerdos del Basilea II, que regulan el capital mínimo —acciones ordinarias y reservas; reserva ocultas, revalorización y provisiones— en función del volumen crediticio. Se recomendaba un mínimo de un 8% aproximadamente. Pero ahora mismo, los principales bancos europeos tienen un apalancamiento financiero absolutamente disparatado, lo cual, unido a su tamaño, los convierte en bombas de relojería: el balance de Fortis está apalancado 35 veces, y supone 1/3 del PIB de Bélgica; el de Deutsche Bank está apalancado 50 veces, y supone el 80% del PIB de Alemania; el de Barclays está apalancado 60 veces, y supone el 100% del PIB del Reino Unido... Espeluznante. ¡Parece imposible nacionalizar tamaños volúmenes con los recursos del Estado correspondiente! Pero no es así...

La capitalización bursátil de un banco es, fundamentalmente, el producto de sus acciones por la cotización de éstas en Bolsa. Si un banco está a punto de quiebra, la cotización desciende tanto que su valor se aproxima a nada, como ya hemos visto reiteradamente estas semanas. Es el momento de nacionalizarlo, es decir, de adquirir el total de sus acciones por decreto y salvar a los accionistas de sus acreedores. Pero esperar demasiado puede suponer que la sociedad civil, sin financiación para las operaciones más elementales, esté ya fuera de combate a esas alturas. La lógica nos dicta que, bastante antes de la nacionalización generalizada de la banca, debe estársele ya haciendo la competencia desde el Estado mediante una Banca Pública en la cuantía necesaria para que el país no se hunda. De manera que, en vez de las irresponsables inyecciones de capital al sistema financiero que estamos viendo cada día, que sólo sirven para perderse en el sumidero de la megalomanía de los banqueros, lo que un estado al servicio de sus ciudadanos debiera hacer es salir con fuerza al mercado del crédito ofreciéndolo —oficial— a empresas y particulares a tipos de interés de mercado y hasta, según los casos, preferentes.

A los liberales, esto que propongo les parecerá una canallada. Pero la confianza en el sistema financiero se ha roto para siempre. Todos deben saber que, cuando el gran prócer Botín “sale a Europa a salvar bancos en crisis” —Zapatero en el Congreso, publicidad gratuita al Jefe—, lo que hace es comprar a precio de ganga la marca, la infraestructura, lo mejor del capital humano y los depósitos, junto a los créditos saneados; y la parte "tóxica" se la deja en el estado correspondiente. Cuando se nacionaliza un banco, por el contrario, el Estado asume todo su activo y todo su pasivo, beneficios y cargas. Hablando de canalladas, no hay color.

ÁCRATAS