CÓMO SE FORRAN LOS BANCOS

"JESÚS EXPLULSANDO A LOS MERCADERES DEL TEMPLO" El Greco

Revisemos algunos conceptos, queridos conciudadanos españoles, antes de lanzarnos como justicieros a nacionalizar las entidades financieras en defensa de nuestros pellejos y los de nuestras esposas e hijos; descubramos primero los siete velos bajo los que se ocultan las carnes sépticas de la Banca, en general, y de la española, en particular.

Los negocios, para su implantación y expansión, necesitan financiación. Nadie lo duda. Pero una máxima económica presupone que esa financiación proviene del ahorro de la ciudadanía y de los recursos propios de los bancos. Que, de lo honradamente ganado con el esfuerzo cotidiano, la ciudadanía economiza una parte y acude con ella en la mano a la Bolsa a comprar participaciones empresariales o acciones de los bancos; o la deposita en uno de estos, a plazo fijo. En este último caso, es ese banco el que luego financia, con el depósito, las inversiones de las empresas cuyo tamaño no les permite cotizar en Bolsa, o las inversiones de las familias, que no son otra cosa que las más minúsculas empresas que existen.

Pero este esquema es radicalmente idílico y falso. Todo banco, además de financiar con el dinero de su capital y los depósitos a plazo, presta también los fondos depositados a la vista, esos que van desapareciendo de las cuentas corrientes a lo largo del mes, conforme son gastados por los depositantes, al pagar recibos o al extraerlos de los cajeros automáticos o en las ventanillas de los bancos para sufragar gastos corrientes. Todo ese dinero, en puridad, no es ahorro; pero estadísticamente supone la mayor parte del dinero de que disponen los bancos, en realidad. La ciudadanía no sabe que el dinero depositado en cualquier cuenta o libreta es un préstamo legal que le hace al banco a cambio de una ridícula retribución. Ni que, por lo tanto, el banco puede disponer de él a su antojo —si quiebra, no se lo devolverá—.

Pero el negocio comentado no es más que la punta del iceberg. El negocio de la Banca es de volumen mucho mayor y poco conocido. Y todo gracias a las nuevas tecnologías... Desde la creación del dinero electrónico, la mayor parte de las transacciones no se operan con billetes. Y ello implica que el dinero prestado por los bancos a las empresas y particulares, tras efectuarse la transacción a la que estaba destinado, vuelva a depositarse en otro banco instantáneamente. Y engruesa, por lo tanto, el volumen de depósitos. ¿Me sigue el lector? De momento, ese dinero prestado para pagar, pongamos, una hipoteca, ya ha sido contabilizado como depósito dos veces: una por el banco prestatario del comprador y otra por el banco del vendedor.

Los bancos, para dar cierta infinitesimal seguridad a los pagos por ventanilla en efectivo, sólo pueden disponer legalmente, para préstamos, del 98% del volumen de todos sus depósitos. Por lo tanto, si la práctica anterior se reitera pertinaz, es posible prestar el mismo dinero, dando tumbos de banco en banco, hasta 50 veces. Y los depósitos de los bancos pueden llegar a sumar 50 veces el valor de los depósitos a la vista con base real: el trabajo, la nómina o el beneficio empresarial.

Algún ingenuo, confundiendo aún el culo con las témporas, se dirá que, así, la economía crece más deprisa y que, en el fondo, todos los depósitos son verdaderos, porque corresponden a transacciones reales. ¡Pues claro que sí! Pero es que esa no es la cuestión, sino ésta: La Banca inventa dinero financiero y cobra intereses por prestarlo. Un somero cálculo permite determinar que, a un tipo de interés del 5% anual, la Banca obtiene 2,5€ de intereses por cada euro depositado realmente por la ciudadanía en cuentas corrientes, a plazo o libretas de ahorro. Y ese magnífico negocio lo obtiene a base de haberse inventado, de la nada, 49€ por cada euro real depositado.

Todo lo descrito hasta aquí es perfectamente legal, según la normativa de la FED o del BCE, que establecen un coeficiente de encaje bancario (encaje es lo cautivo en caja) del 2% para las entidades de depósito. Pero no es legal en todos los países: por ejemplo, la República Bolivariana de Venezuela, siguiendo los consejos de los nobeles Von Hayek y Von Misses, que eran bien liberales, exige que el coeficiente de encaje bancario sea del 100%. Eso implica que no se puede inventar ningún dinero financiero en Venezuela. Casualmente, Don Emilio Botín acaba de llegar a un acuerdo con Hugo Chávez para desembarazarse de su filial del BSCH en ese país. Anécdotas.

Pero al negocio de inventar dinero financiero se le puede dar una vuelta de tuerca más. A fin de cuentas, el truco, hasta el momento, era cobrar intereses por lo que no se tiene, pero los bienes transaccionados eran reales, lo negocios eran eficaces, aumentaban el PIB. Pero los bancos se ven obligados a esperar la iniciativa privada. —¡Oh, que impaciente estoy por ganar aún más, Dios mío!—; y se acaban por asumir alocados y especulativos proyectos: aunque sea el comprar infinitas tahúllas de naranjos para convertirlas en urbanizaciones y campos de golf. Pero ¿no existirá la manera de que el dinero crezca sin servir para nada, sin tener que esperar la iniciativa real de nadie?

—¡Grande, grande, grande idea! ¡Orgasmo sólo de pensarlo!

Propongo como ejercicio a mis lectores que resuelvan cómo se hace. Es un ejercicio ciertamente trascendental, porque demuestra que la burbuja inmobiliaria no ha sido la causa única ni auténtica del caos financiero mundial al que nos enfrentamos. Os dejo un tiempo para pensar y proponer respuestas.