LA DERECHA NO ENTIENDE A ZAPATERO

La Derecha no entiende a Zapatero. Y el caso es que tiene a su alcance todos los elementos para hacerlo, pero es demasiado autista para hacer tal análisis, aunque le vayan en ello el poder y aun la existencia. Y el caso es que Zapatero (como ETA) no esconde nada, aunque tampoco lo explique a la opinión pública. Pero sus intenciones están claras como el agua. El PSOE tampoco esconde nada: en sus estatutos advierte que es un partido federal.

La Derecha, dando muestras de su miopía de viejo sacristán, califica como cobarde la política de Zapatero. Eso creo que es falso. Pocos presidentes del Gobierno han sido tan osados llevando adelante su visión personal de España y de su futuro. Otra cosa es que el Presidente tenga razón, y que su quimera sea lo mejor para nuestra Patria. Pero, en pos de su idea, Zapatero se comporta casi como un suicida político.

Me explicaré: El proyecto de Zapatero es, básicamente, conseguir que una España que es y siempre ha sido sociológicamente de Izquierdas no vuelva a ponerse en manos de un gobierno de Derechas nunca más. Para eso tiene que conseguir dos cosas:

1. Unificar a todas las variopintas izquierdas de España (siempre cainitamente enfrentadas entre sí, siempre pendientes de sus particularismos); sean nacionalistas o no; y,

2. Deshacer en añicos el símbolo máximo de la Derecha española, que es el nacionalismo español ultramontano postimperialista. Es decir: el confesionalismo del Estado y el "Una, Grande y Libre".

Esos dos objetivos se consiguen simultáneamente mediante la instauración en España de una República Federal.Y, por anómalo o poco histórico que resulte, a ello va Zapatero. A esa meta (que no es sólo ideológica, sino también práctica) no puede llegarse de un solo golpe de mano, sino que debe alcanzarse por fases, aunque deban llevarse a término muy rápidamente, porque Zapatero no tiene tiempo: apenas (con suerte) dos legislaturas. Pero el Presidente cuenta con algo a su favor: el estúpido egoísmo de la clase política del PP, a la que le resulta irresistible el participar del pastel autonómico. La experiencia valenciana y, peor, la andaluza, lo demuestra. No debe el PP nacionalista español esperar ninguna ayuda del resto de las derechas nacionalistas periféricas, porque a éstas les beneficia el proyecto federal de Zapatero; como ejemplo, valga la "notariada" marginación de CiU al PP en Cataluña.

La primera fase, ya casi rematada, consiste en irritar y exacerbar al PP: legislando para todas las minorías oprimidas ancestralmente por la Derecha católica (entiéndanse así las leyes del matrimonio homosexual, de la eutanasia, de la libertad de sexo, la ley de género); apoyando descaradamente a todas las confesiones competidoras de la católica; reforzando el Estado Autonómico mediante estatutos prácticamente federales; y pactando con las izquierdas nacionalistas —eso ya se ha visto con la ERC y el BNG— para hacerse con los gobiernos autonómicos (y ahora sigue Batasuna).

Además de radicalizar al PP empujándolo, junto a sus simpatizantes, hacia posturas impresentables que preparan el salto a la fase siguiente, estas políticas causan un efecto hipnótico en la población, que siente que todos sus problemas podrían resolverse, si hasta los de los más marginados se zanjan. Como se trata de cuestiones justas para una mentalidad de izquierdas, coherentes con una ideología progresista, estas actuaciones invitan a la cohesión de esa Izquierda (independentistas incluidos) alrededor del proyecto común. No se trata sólo una política de gestos, que también lo es (como el no levantarse ante la bandera de EEUU o la retirada de nuestras tropas de Irak), sino algo mucho más profundo: de tramar la conexión neuronal de todas las fraccionadas izquierdas bajo el liderazgo de Zapatero y el PSOE.

La primera fase termina ahora con la tarea más enojosa, aunque totalmente necesaria para acceder al federalismo real: resolver el problema de Vasconia liquidando a ETA por el único camino posible, que es incorporando a la izquierda abertzale al Gobierno Vasco; y, si fuera necesario, no dudar en unificar Navarra y Vasconia, por su rédito colateral de trituración del carlismo y el catolicismo foral.

La segunda fase se iniciará tras la imprescindible victoria electoral socialista en 2008. Incluso el final de la primera fase, el copar los gobiernos vasco y navarro, pasa por ganar antes las Elecciones Generales de 2008.

La República Federal de corte Partitocrático contará en ese momento con el apoyo de toda la izquierda —española y nacionalista—, toda la derecha nacionalista y, para vergüenza de España, de una parte del PP que disfruta de los beneficios del gobierno en algunas autonomías (el apoyo del PP al Estatuto Andaluz, así lo deja entrever). Y esta parte de la Derecha Nacional entrará en el contubernio porque Zapatero le ofrecerá varias cosas que le resultarán irrechazables:

1. Transferirle competencias hasta ahora impensadas, como las de fiscalidad, justicia, inmigración, relaciones exteriores, economía y política energética.

2. Permitirle una autarquía verdaderamente taifizante. Comprometer la no intromisión del Estado en su manejo de los tres Poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial, autonómicos. Es decir: garantizarle impunidad en la corrupción.

3. Convertir el Senado en una Cámara Federal para los pactos e intercambios transnacionales, lo que, por primera vez, dará sentido a su existencia.

Pero si acepta, que aceptará, la Derecha Nacional habrá firmado su sentencia de muerte como tal, para pasar a convertirse en una Derecha federalizada que dará, eso sí, cumplida respuesta a las ambiciones de todos sus barones.

Para la figura del Rey buscará la República Federal fórmulas, arreglos, que le garanticen el cobro de emolumentos millonarios. Y punto. Con eso, el viejo chivo coronado y su hemofílica estirpe, de sangre semi-azul por su sabor a magdalena, no pedirán más. Porque, aunque siga oculto a la opinión pública, puede conocerse, cuando el PSOE y el resto de la Izquierda quiera, la participación del Rey en el golpe de estado del 23-F. Los medios de PRISA y sus acólitos se encargarían del resto.

El Ejército ya no existe como elemento de acción política. Su profesionalización y la incorporación a Europa y a la OTAN lo hace inofensivo a nivel interno. Y esa inocuidad se la debe España al PP, que lo profesionalizó y lo destinó a acciones de policía en todo el mundo, al mando de EEUU, o de la OTAN, o de la ONU. Y el PSOE, al margen de golpes de efecto, seguirá con la misma política de engorde de la oficialidad, pan y circo. Además, el texto de la actual Constitución que manifiesta que “el Ejército garantizará la unidad de España”, no es incompatible con un Estado Federal, ni mucho menos. De modo que el Ejército será enviado a seguir pegando tiros a Afganistán, o Haití, o a donde toque, que siempre habrá acomodos en algún sitio. La venta de armas del Estado Español a facciones terroristas emergentes de todo el mundo seguirá poniendo su granito de arena para garantizar todo ese trabajo.

Pero, ¡ay desengaño!, la llegada de la República Federal no traerá la Democracia ni a España ni a ninguno de sus subconjuntos federados. Los tres Poderes del Estado, como los de todos y cada uno de sus estaduchos constituyentes, seguirán siendo tres formas diferentes de un mismo Poder Único. Los Presidentes serán siempre alguno de los cabezas de las listas de los comicios legislativos, elegidos tras un pacto de gobierno que garantice mayorías estables. Los poderes judiciales seguirán siendo elegidos por los parlamentos. La corrupción seguirá, por lo tanto, manchando la vida pública nacional, garantizada como siempre su impunidad. En la nueva República Federal las oligarquías locales camparán a sus anchas, siempre que paguen sus gabelas al respectivo Poder Único. El Estado y sus satélites seguirán explotando a la ciudadanía mediante impuestos agobiantes para poder pagar la factura de todos esos inútiles sobrecostos. La derecha económica puede, pues, dormir tranquila. Y la Derecha política nacional manifestará cada vez más su sentimiento de amor infinito por los pequeños terruños (al más fraguiano modo).

Y el Gobierno del Estado Español nunca más estará al alcance de la Derecha porque existe ya hoy (y aumentará en el futuro) una contradicción irresoluble entre los intereses económicos de la clase social que constituye y dinamiza la Derecha Nacional y el sentido de Nación Española. Porque la única vía que permitiría que España fuera alguna vez de derechas es que los españoles dejaran de ser explotados en sus trabajos como autónomos o por cuenta ajena, esquilmados por los impuestos, y pudieran llegar, de verdad, a prosperar económicamente; a que la clase media fuera cada vez más numerosa y rica. Y eso es justo lo contrario de lo que el PP ha conseguido en los 8 años en el Gobierno de España. Lo que ha hecho ha sido endeudarla, reducir su poder adquisitivo, proletarizarla, y abrir una brecha insalvable entre ricos y pobres. Tareas y objetivos a los que, desde el 14-M de 2004, se ha unido entusiásticamente el Gobierno del PSOE, porque esa expansión de la clase media tampoco le conviene nada; porque ante esa clase no podría entonar su actual y lucrativo “Arriba, parias de la Tierra”; ni su “¡Contra especulación, ocupación!”; ni siquiera su “¡Vosotros, fascistas, sois los terroristas!”; porque el PSOE medra, como las chinches, entre la pobreza y la miseria intelectual. Lo que le interesa al PSOE es mucha inmigración de patera y cama caliente, que reduce los sueldos de la clase trabajadora y que acabará votándolo. La convicción suicida de la Derecha política, confundiéndose con la económica, es creer que a ella también le conviene.

Así que la ciudadanía que se sienta de derechas y nacional debe prepararse psicológicamente para la Nueva España Republicana y Federal, en la que el antiguo y obsoleto eslogan: “¡Una, Grande y Libre!” se convertirá —para siempre ya— en un “¡Españas, dieciséis*, miserables y esclavas de su endeudamiento, de su incultura y de su deshonor!”

*Si el lector avispado, que sabe contar, debe deducir por sí mismo la que desaparecerá.

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