CARTA A LA DERECHA PERPLEJA

Andan ustedes, la derecha sociológica, asustados por el cariz que toman los acontecimientos en el ámbito educativo. Se quejan de que el Estado imponga nuevos catecismos a las tiernas mentes de los educandos, que son sus propios hijos. Pues bien: creo, estupefactos ciudadanos de derechas, que ha sido la desatención española hacia los nuevos catecismos impuestos por Pujol en Cataluña, durante 23 años, más los tres añadidos de tripartitismo, la que ha originado su problema.

Ustedes toleraron (en diversas ocasiones, desde 1978) la venta encubierta por parte del Estado Español de 4.000.000 de esclavos “castellanos” al nacionalismo catalán. Eran sus compatriotas, y ustedes no hicieron nada por ellos. A fin de cuentas, debieron reflexionar, el poder lo ostentaba la derecha catalana, y ellos debían de saber lo que se hacían.

Esos españoles, indefensos en Cataluña, aguantaron como y mientras pudieron. Hoy ya son y se comportan como prisioneros en un gran campo de concentración; no tienen libertad de expresión, nadie los escucha y ningún medio les publica ni unas líneas de protesta. No tienen ni siquiera un partido al que votar, porque todos son catalanistas, nacionalistas o independentistas, incluido el PP, por si no lo saben. No tienen derecho a la educación en su lengua, ni a que la Administración (ni autonómica, ni estatal) les proporcione ninguna ayuda. Son desechos humanos sin identidad y sin patria que deambulan por Cataluña como famélicos ya casi cadáveres.

Su indignación me recuerda el poema de Martin Niemoeller:

"Primero cogieron a los comunistas, y yo no dije nada por que yo no era un comunista. Luego se llevaron a los judíos, y no dije nada porque yo no era un judío. Luego vinieron por los obreros, y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista. Luego se metieron con los católicos, y no dije nada porque yo era protestante. Y cuando finalmente vinieron por mí, no quedaba nadie para protestar".

Como ven, respetables compatriotas de derechas, los aparatos de la injusticia pueden cambiar de manos y de signo político. Por eso debemos oponernos a ellos e impedir que se establezcan, aunque, circunstancialmente, nos beneficien al principio.Ahora van a por ustedes. Buena suerte.

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