CERTEZAS MORALES.

La gente no tiene tiempo para pensar, de acuerdo, es así. Y, en cambio, la propaganda política es muy poderosa, y un sustitutivo de la reflexión. El PSOE, que se caracteriza por su desprecio al intelecto de sus votantes, opina que puede vender cualquier cosa o disfrazar la realidad sin limitaciones. Pero desdeña con ello que cada persona posee un último reducto interior inexpugnable al panfleto, sobre cuyo contenido no tiene que recapacitar siquiera, y que forma parte de lo que denominamos convicciones morales; certezas que no requieren demostración, porque su sentido común las avala.

Os hablaré de una: el 11 de marzo de 2004 España sufrió un descomunal atentado terrorista en Madrid. El PP anunció: "Ha sido ETA". Certeza moral de los individuos: “Han sido los islamistas, diga lo que diga el PP”.

Y como primera consecuencia, el partido que, llevándole la contraria al pueblo, apoyó a EEUU en su invasión a Irak, fue expulsado del gobierno de la nación. El pueblo soberano, traicionado por sus representantes, los mandó a la oposición. ¿Fue alguna clase de represalia, como cree el PSOE? No, se equivoca y el error le costará muy caro. Fue algo que atañó a la soberanía del pueblo, que es un ente colectivo formado por adición de esos reductos interiores individuales.

La segunda consecuencia, ya más en frío, es que el pueblo recapacita desde entonces sin poner casi atención, y se ha venido preguntando: “¿Qué nos hicieron los islamistas el 11-M? ¿Por quiénes nos han tomado? ¿Es tolerable?”. Y su respuesta es: “No”, y también es ésta una cuestión de soberanía. Y de dignidad. Un pensamiento que cala en el reducto interior de las convicciones. Y, como consecuencia, apunta desde entonces la xenofobia y el desprecio hacia los musulmanes, que están bajo sospecha permanente. Es inevitable.

Tampoco al pueblo español le pasan desapercibidos los agravios de Mohamed VI, ni sus torvas intenciones respecto a Ceuta y Melilla, que son las mismas que tuvo su padre respecto al Sáhara. Los más cobardes de los españoles (y todos los nacionalistas) las dan por perdidas, o incluso lo desean, y se lavan la conciencia hablando de integridades territoriales. Los demás españoles añaden otra convicción al reducto: “El Islam no es nuestro aliado, sino nuestro enemigo, como siempre lo ha sido desde tiempos ancestrales”.

En resumen: el mismo pueblo que borró al PP del mapa político español actual no perdonará al PSOE sus guiños al Islam. Cada vez que ZP habla de su alianza de civilizaciones el PSOE pierde votos de españoles que se sienten agraviados. Porque los españoles no somos todos como Pilar Manjón, que es capaz de perder a su hijo en el atentado y correr a llamar asesino a Aznar, olvidándose de que los que pusieron las bombas fueron los terroristas islámicos; y sin percibir (gracias a su sectarismo enquistado) que así está justificando la muerte de su hijo, puré de carne necesario para restablecer la justicia mahometana.

Y os hablaré de otra: Lo mismo sucede con el acercamiento del PSOE a ETA en un intento de conseguir la paz vasca. El español sabe, está convencido en ese reducto interno suyo, que la negociación con ETA fracasará. Lo intuyen –lo intuimos- todos.

Porque ETA no es un ente democrático con el que se pueda negociar. Así como ZP solicitó su vergonzoso permiso al Congreso para negociar con ETA, ésta no tiene asamblea a la que pedir permiso. Su organización interna no es asamblearia. La cúspide se gana con currículo, y es para los más sangrientos o crueles, para los más fanáticos. Cada vez que algún etarra ha negociado a nivel individual, ha sido asesinado por sus compañeros.

Y lo que es peor, cuando ETA ha pactado su disolución como colectivo (ETA-pm, a la muerte del dictador), ha sido relevada por otra nueva ETA de irreductibles que ha continuado con el proceso terrorista. O sea, que hay tantas etas posibles como vascos separatistas. Cualquier compromiso alcanzado con un grupo de etarras no ha de ser necesariamente asumido por los demás, que se auparán a la cúspide para continuar su negocio mafioso y criminal. Los primeros en saber esto son los componentes de la actual cúpula de ETA. Por eso, su negociación es una pantomima, quizá para rearmarse, quizá para comprobar cuán profundo es el recto de Zapatero.

En resumen: el mismo pueblo que borró al PP del mapa político español actual tampoco perdonará al PSOE sus guiños a ETA. Cada vez que ZP habla de la paz en Euskadi, el PSOE pierde votos de españoles. Porque los españoles no son todos tan generosos como la hija de Ernest Lluch, que fue capaz de pedirle a Aznar que negociara la paz con ETA tras perder a su padre en un atentado; olvidando que los asesinos no quieren para sus enemigos más paz que la de los cementerios, y sin percibir que así está justificando la muerte de su padre, cráneo reventado necesario para la independencia vasca.

Pobres mujeres, las dos. Menudas pesadillas deben de padecer.

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