ADIÓS A CLÍTORIS Y PREPUCIOS.

La política se ocupa de lo contingente inmediato, no parece preocuparle demasiado el futuro. La dinámica electoral así lo exige: nadie gana unas elecciones proponiendo soluciones para problemas que se han de presentar dentro de muchos años, porque para entonces quizá no vivamos ninguno de nosotros y, además, porque la vida cotidiana nos plantea ya muchos problemas perentorios a los que hacer frente.

La única función biológica humana que parece diseñada para garantizar el futuro, la reproductora, tampoco parece preocuparse más que de lo próximo en el tiempo. Así, no pensamos nunca en el bienestar de nuestros bisnietos, que nos resultan tan extraños como pueda serlo un vecino. Por otra parte, la procreación se ha convertido en un lujo acorde al de todas las comodidades y caprichos de los que tendríamos que privarnos por su causa. En consecuencia tenemos pocos hijos, si es que alguno. Y caso de tenerlos, se convierten también ellos en un problema inmediato.

La pirámide de edades demuestra que la civilización occidental cristiano-liberal desaparecerá engullida por otras mucho más poderosas: De los 6.000 millones de habitantes del globo, unos 4.630 profesan alguna de estas religiones: Judaísmo: apenas 14; Hinduismo: 760; Budismo: 355; Cristianismo: 2.300; e Islamismo: 1.200. Religiones que son más bárbaras las unas y menos las otras. No importa su lógica interna o su ontología: Lo único sustancial para su supervivencia es su demografía.

Yo no echaré ni una lágrima por la extinción de las religiones cristianas, divididas y cainitas, pero sí por nuestros pocos descendientes, cuya forma de vida cambiará radicalmente, en minoría como estarán, rodeados de gente con creencias radicales, totalitarias y excluyentes.

EEUU, cuyos centros de estudios estratégicos saben mucho de todo esto, se está defendiendo a su manera: armándose hasta los dientes, fomentando la natalidad interior e impidiendo la inmigración de musulmanes, merced al fundamentalismo religioso que tomó el poder con Bush. Y la respuesta del Islam resultó contundente: el 11-S. También lo fue la réplica de EEUU: las invasiones de Afganistán e Irak. Quizá la de Irán esté próxima.

Los países europeos, que como Francia han explotado la inmigración musulmana desde hace muchos años, sufren ya sus consecuencias: las revueltas de 2005 en las principales ciudades francesas fueron un primer aviso del holocausto futuro. Un curioso holocausto en el que no les hará falta matarnos porque ni siquiera naceremos para plantarles cara. Europa, débil y dividida, cuajada de traidores, caerá víctima de las políticas igualitarias suicidas de la Izquierda, basadas en los valores cristianos de la integración, de la igualdad y la fraternidad.

Y hablemos ahora en clave local. De la nueva Nación Catalana en ciernes, cuya capacidad prospectiva es irrisoria. En efecto, Idescat, pronostica, para el 2030, “escenarios”, que no realidades. Y tiene cuatro. Pero, pregunto yo, si las tendencias procreadoras de los catalanes están bien definidas y constituyen el escenario bajo (índice de fecundidad 0,6), ¿a qué viene el escenario alto? Pues viene a tener en cuenta la inmigración. Hoy habitamos Cataluña 6,5 millones de personas. Y, según el escenario bajo, seremos un 2% más en 2030, sin inmigración; o hasta un 42% más, con ella, en el escenario alto. Hablando en plata, en 25 años (una generación) habrá entre 130.000 y 2.730.000 catalanes más. ¿Más claro aún? Que los inmigrantes pueden llegar a producir 2.600.000 catalanes, la mayor parte de ellos con chilaba o velo.

Si todo va según ese escenario alto durante un par de generaciones, los catalanes vivirán para entonces bajo el imperio legal de la Sharia, y sobrarán clítoris y prepucios. Y como desde los tiempos de Zapatero (al que se pedirá que Alá bendiga) será legal la poligamia, la máquina uterina de la victoria (la mujer sólo servirá para eso, olvidaos de otra cosa catalanas cultas) podrá hasta cuadruplicar su productividad. Tampoco creo que exista el Socialismo para entonces, a tenor del proceder del régimen fundamentalista iraní al llegar al poder, asesinando a todos los opositores al régimen, empezando por comunistas y socialistas. ¿A que al final Zapatero no tendrá ni siquiera un monumento?
De modo que cada vez que nos crucemos con un inmigrante con cara de indito de los Andes, sonriámosle, démosle un abrazo y, de paso, un buen trabajo. Porque de él y de sus irresponsables gónadas dependerán nuestros desconocidos bisnietos para no sucumbir a la furia de Alá y su profeta Mahoma.

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