EUROPEAS: RAZONES PARA NO VOTAR

El próximo junio se convovan elecciones al Parlamento Europeo. En general, a estas elecciones no acuden los votantes por fundadas y diversas razones, entre las que se incluyen la falta de claridad de lo que es la Unión, la lejanía y burocracia de sus instituciones. Es decir: porque la ciudadanía tiene la íntima convicción de que tratan de que vaya a las urnas para darle otro timo democrático, y que, en realidad, se trata de una pura mecánica partitocrática de consensos y repartos de
prebendas. Y tienen razón:

Los eurodiputados sólo representan en Estrasburgo o en Bruselas a sus partidos y coaliciones. No a los ciudadanos. El crédulo votante, en efecto, no decide nada con su papeleta en la urna; tan sólo elige entre los partidos que figurarán como falsos representantes de los 500 millones de ciudadanos europeos. Por más que se empeñe, sólo decidirá cómo se reparten las influencias y el dinero las distintas facciones partitocráticas. Jamás conseguirá votando la Europa que quiere, porque eso no es posible: los deseos de los ciudadanos no encajan con los deseos de quienes dirigen el mundo y financian a fondo perdido a los partidos para que les garanticen el cumplimiento de sus deseos. Y ello a pesar de que la factura total, tanto de financiación de los partidos como los beneficios del poder real que nos esclaviza, los pagamos los ciudadanos con nuestros impuestos. Ése es el gran timo para cuya consecución les resulta imprescindible a los timadores el circo partitocrático.

Aunque nos vendan que votar es un derecho —¡y vaya si lo es!, y también el no votar—, tan sólo pretenden legitimarse unos y otros para seguir aplicando su burocracia. Europa no es cosa de todos, sino sólo de algunos; pero tan influyentes que, tras ser rechazada la Constitución Europea en diversos países, pasaron de matute ciertos Acuerdos de Lisboa, de espaldas a la ciudadanía europea, para la que resultan inextricables, que rigen como obligatorios para todos y repiten ese mismo conjunto de obligaciones de la propia constitución rechazada.

Que no intenten hacernos creer que 375 millones de votantes significan algo para ellos. Da igual la composición del Parlamento, las decisiones en beneficio de la banca internacional y las multinacionales ya están tomadas. Y, gracias a su brazo armado, la OTAN, capaz de bombardear una capital europea para imponer sus tesis, Europa seguirá aplicando su política terrorista internacional al compás del imperio de los EEUU.

El Parlamento Europeo elaborará más leyes que obligarán a España, injiriéndose en sus libertades públicas. Y habremos de seguir tirando la leche o arrancando los olivos en beneficio de los precios de franceses e italianos o griegos. Es decir, destruyendo nuestra riqueza nacional en beneficio de otros. La losa europea se añade a la partitocrática española para que nunca jamás levantemos cabeza con dignidad.

El Parlamento, que finge diversidad y pluralidad, no ha sido capaz de impulsar una lengua común, como Interlingua, porque no le interesa que los europeos se entiendan entre sí. Europa es un nuevo dogal para los trabajadores y sólo sirve para que los españoles tengan dentro de nuestras fronteras la competencia desleal de trabajadores de toda la Europa del este, que tiran por el suelo las condiciones de trabajo. No otra cosa es la libre circulación de personas en Europa. Otra muy distinta es la libre circulación de capitales, que permite desarraigar plantas productoras sitas en España para llevárselas a producir a Chequia, si les conviene, aunque dejen a miles de familias a merced de los embargos, en la ruina.

La democracia europea es una ficción. Ese Parlamento elige por su cuenta al Presidente de la Comisión, inseparando poderes ejecutivo y legislativo. Y, en cuanto al poder legislativo, sin control del ciudadano sobre su eurodiputado, sin que sea elegido en circunscripción única a doble vuelta, éste obedecerá fielmente las órdenes de su partido, que es el que lo pone en la lista que le garantizará 8.000 euros mensuales más dietas durante cinco años. Al final, todo resulta ser un pasteleo que se resuelve en los despachos de los partidos, a puerta cerrada.

No hay duda: votar en las Europeas es una simpleza y un desatino. Después de votar, sabemos que será un “si te he visto, no me acuerdo”. Y encima les habremos legitimado para sojuzgarnos durante cinco años más. Nada, nada. Con la convicción de que esto no es democracia, y de que en un régimen así no se puede votar, me quedaré en mi casa con la conciencia bien tranquila. Y conmigo, se quedará el 65% del cuerpo electoral, que no vamos a tomarnos en serio esta pantomima. Que ningún partitócrata se enfade, porque tampoco votaremos a su contrincante y podrán repartirse la pasta a placer, que es lo único que les interesa. Y esta vez no sólo no votaré, como es lo ya usual en mí... Es que ni siquiera miraré los resultados electorales. Un disgusto menos.

MESS