LA IDENTIDAD POR TODA POLÍTICA. XXIII: ¿Sabemos ser españoles sin ser católicos?

La identidad española está fundida con el catolicismo y por el catolicismo. Desde el principio de la existencia de España como entidad política, allá por el tiempo de los Reyes Católicos (y aún antes, con los visigodos), sus mandatarios le asignaron el esforzado papel de defensora universal de la Iglesia católica. Cosa que desde Roma no sé si se ha sabido, secularmente, agradecer como se debiera, más que concediendo el nombre de España a una plaza muy bonita de la hoy capital de Italia y poco más. Si es que, de hecho, la orden religiosa más defensora del Papado en el mundo mundial, la “Compañía” por definición, los jesuitas, fueron fundados por un tal Ignacio de Loyola y se asignaron a sí mismos la ardua tarea de restaurar la fe católica, maltrecha por Lutero, Calvino y demás reformadores que rompieron la unidad imperial en Europa y dieron alas a la aparición de los Estados políticos, esos que, como Francia e Inglaterra, con el tiempo, horadaron el catolicismo universal y configuraron el mundo que tenemos hoy.

.

A medida que los Estados iniciados con el protestantismo y los valores por acuñados por sus herederos (derechos individuales, contrato social, división de poderes, liberalismo) fueron progresando y dominando el escenario internacional, España iba viendo disminuir a pasos agigantados su poder político y su influencia en todos los terrenos. Cuando, finalmente, con el Desastre del 98, cayó de bruces sobre el suelo de la realidad, su estatus como potencia política había descendido al tercer, cuarto o quinto nivel, mientras que el de sus enemigos seculares estaba en todo su apogeo: Inglaterra dominaba el mundo, su hijuelo mayor, los Estados Unidos, estaba al acecho del relevo, Francia había hecho su revolución y tenía también su imperio colonial a toda marcha, Italia y Alemania habían surgido como nuevos Estados pujantes, fuera del paraguas protector (o acogotador) del catolicismo también. Esto por lo que respecta al Occidente europeo, que, con el paso del tiempo, también vio cómo los nuevos gigantes asiáticos le disputaban su hegemonía mundial.

.

Recuerdo una vez más, para el que no siga esta serie, que es justamente con el Desastre del 98 cuando surgen los nacionalismos en España, en particular, en el caso vasco, porque Sabino Arana decía que España ya no era suficientemente católica como para garantizar la salvación de las almas de los vascos. Hay que joderse. Y el prócer de Abando se juramentó, envuelto en la ikurriña, bajo la protección precisamente de Ignacio de Loyola, el defensor del Papa contra los reformadores, a mantenerse fiel al catolicismo, cosa que España ya no hacía lo suficientemente bien, a su humilde entender. Todavía hoy el Lehendakari, y con el todo el PNV detrás, va todos los años al santuario de Loiola, y si no a Aránzazu, que está cerca, a reafirmar su fe católica y su nacionalismo.

.

España, desde el punto de vista geopolítico, y mirado desde la perspectiva histórica, lo fue todo, como defensora del catolicismo, del cetro de Roma, de la salvación de las almas a través de las encíclicas del Papa. Con el tiempo transcurrido, sus enemigos iniciales le comieron la tostada y todo el pensamiento político y económico que hoy en día se estudia en todas las universidades del mundo es el de quienes, como Maquiavelo y sucesores, pergeñaron las ideas que podían permitir desembarazar al individuo de su sometimiento a Dios y al Papa (y de paso al emperador español). En ninguna parte se estudia desde hace tiempo a los escolásticos españoles, más que como curiosidad de eruditos, en ninguna parte se tiene noticia de ningún español que propusiera algo diferente a lo que marca la doctrina de la Iglesia católica.

.

Ortega y Gasset (el de la foto, para los despistados) fue el primer filósofo no católico de la historia de España que pudo codearse con los pensadores de talla mundial de su época. Para ello se tuvo que ir a estudiar a Alemania, donde adquirió unos fundamentos sólidos para su quehacer intelectual que en su propio país no podía obtener. Y los que no iban a Alemania iban a Francia, y los que no a Inglaterra o a Estados Unidos. El pensamiento español, la creatividad en todos los órdenes, desde la Ilustración para acá, siempre tuvo que mirar al extranjero para ponerse al día en las nuevas tendencias, en las nuevas corrientes, en el nuevo saber, siempre ajeno y lejano. Porque nada en la historia de España servía para estar al día, nada de lo que España hizo desde el Concilio de Trento para acá nos servía para estar orgullosos de nuestro propio pasado.

Saludos maketos.