CÓNCLAVE DE PASTORES

"¡Al fin tras tu culito, amor mío!"

En fin. Zapatero ha gozado de sus 10 minutos de gloria universal soltando sus sandeces de siempre. No vale la pena ni hablar de él. Ni piensa, ni arregla nada, ni dimite. Habrá que echarlo a palos o cuando toque, si es que no nos preparan otro atentado de diseño y volvemos a votarlo los cobardones de los españoles.

Lo que ha quedado muy claro es que nada cambiará: el capitalismo seguirá sin intervencionismo más que para darle pasta cuando le haga falta. El mundo es un perfecto patio de Monipodio, por eso, la cumbre del G-20 no ha sido más que un cónclave de ladrones. No hay nada que esperar de la clase política, pero sí mucho que hacer por nuestra cuenta.

Hay que preparar la auténtica revolución del siglo XXI, que debe hacerse en dos frentes coordinados:

El primero es el de arruinar a la Banca y a la facción de los derivados bursátiles. No darle un euro de comisiones financieras a nadie. No dejar que nadie negocie con un solo euro nuestro. Impedir el efecto multiplicador del dinero no comprando ni un solo producto financiero derivado. El ahorro hay que ponerlo a trabajar en negocios propios o en comprar acciones de empresas productivas rentables. Jamás comprar caro en Bolsa, nunca contribuir al proceso especulativo. Y, ante la duda, el ahorro debe ir al Tesoro Público. Claro que habrá que protestar, en ese caso, cuando Zapatero el miserable intente regalárselo a la Banca.

El segundo es destruir a la clase política hueca, la partitocracia, no votar nunca a nadie en ningunas elecciones. ¿Aún no tenemos claro que da igual quién sea el partido en el poder? Debemos conquistar la libertad política, implicarnos en la toma de decisiones y exigir una democracia verdaderamente representativa y asamblearia en el ámbito local, de diputación uninominal. Exigir el presidencialismo y la elección de todos los cargos políticos a doble vuelta. Acabar con el pactismo entre cúpulas, que se ha convertido, a fuerza de mentiras, en un ideal para las desecadas mentes de los ciudadanos: ¡Ah, el consenso! ¿Cómo ha llegado a confundirse tanto al pueblo, que piensa que el consenso es sinónimo de democracia? ¿Por qué les asusta la frase de que la democracia es la dictadura de las mayorías sobre las minorías, y prefieren que sea al revés? Porque eso es lo que es ahora la partitocracia: la dictadura de la ínfima minoría de la clase política y financiera sobre la mayoría popular.

Ya no es posible la ignorancia del problema; ya no es posible la pasividad, porque llevará a la ruina a nuestras familias. Son ellos o nosotros.