¡El Barcelona del Dream-Team se hunde en la miseria, mientras el Real Madrid se alza con el campeonato de Liga! ¡El monstruo austriaco Josef Fritzl espeluzna al mundo civilizado con la violación continuada, bajo amenazas y secuestro, de su propia hija con la que ha procreado hasta seis hijos-nietos! ¡Cierto trastorno bipolar asuela la mente del ex humorista Andrés Pajares haciéndole cometer actos de vandalismo y delitos de amenazas a mano armada! ¡La desaparición de la niña Madeleine desde hace más de un año tiene a sus padres sin vivir en sí! ¡La expulsión, en un concurso de maniquíes, de la jovencísima pre-modelo Chochita hace llorar a ésta desconsoladamente y provoca su ingreso en una clínica para el tratamiento de la anorexia intelectual!
Y así hasta la náusea. Al español le encanta saber de los problemas de los demás, sobre todo si son famosos. Pero no especialmente porque sean famosos, sino porque, cuando lo son, esas desgracias las difunde la televisión, que es su única fuente de información sobre el universo todo. Y es que el español disfruta con las desgracias ajenas. El español se siente afortunado cuando comprueba que hay otros mucho más infelices que él. Por eso forma colas ilimitadas al paso de un accidente con víctimas para ver al detalle un zapato ensangrentado, unos bultos tapados con una manta, o el montón de chatarra en que se ha convertido el vehículo de un conciudadano...
Al español, en cambio, no debe hablársele de sus verdaderos problemas, porque se desbarata y se aturde. No debe decírsele que es un servidor voluntario del Poder. Ni que trabaja como un esclavo por cuatro perruchas, sin oportunidad de autorrealización. Ni que es un cretino porque se ha comprado una vivienda miserable, fea y mal situada a un precio abusivo, imposible. Ni que es un infeliz por haberse casado con la primera —o con el primero: que en la idiotez sí que hay paridad total— que se le cruzó en su camino y a la que le ha hecho un par de nenes a la procura de cuyo bienestar estará subordinado de por vida. Ni que es un lameculos de sus jefes porque no ve más remedio que serlo, aunque ello signifique no tener la menor dignidad. Ni que es un ignorante abducido por el consumo, un esclavo de la televisión y un adicto a la cerveza, a la comida basura y al azúcar. Ni que carece de libertad política —que ni sabe lo que es, ni nadie le deja saberlo, ni le importa lo que quiera que sea, ni la merece, por lo tanto—.
Y no. No estoy hablando solamente del español que vota al PSOE...
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3 COMENTARIOS:
Sobra tu "aclaracion" desi parece que estas hablando delos votantes del Psoe!
Servidor voluntario:: esclavo::cretino::infeliz::lameculos::ignorante::esclavo::adicto...
Y sin libertad política "—que ni sabe lo que es, ni nadie le deja saberlo, ni le importa lo que quiera que sea, ni la merece, por lo tanto—."
SERA TU RETRATO ESA DEFINICION, NO EL MIO.
¿Por qué todos pensamos que somos una excepción a la regla general que plantea el artículo? No hay excepciones, vivimos en sueños.
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