El Tribunal Constitucional ha decidido que Cataluña puede ostentar el título de “nación”. Tomando en cuenta el profundo descrédito que se ha ganado a pulso ese Tribunal, no debe extrañar el galimatías de lo acordado: Cataluña será nación, aunque sin efectos jurídicos en el Estatut, a pesar de que éste hable claramente de bilateralidad Cataluña-España. Todo ello sólo significa que el Gobierno de “y-me-limpias” que España se ha ganado a pulso en las urnas ha dictado a sus jueces de nómina lo que le ha parecido coyunturalmente más fashion.
Hay algo que debieran comprender esos poco sensatos togados: una nación es un conjunto de personas, y no un territorio: porque la Historia nos enseña que las naciones de hombres migran enteras, si falta hace, de un territorio a otro. Una nación es un grupo humano que tiene un origen, una historia, una tradición, una cultura y hasta una lengua común que lo señala como singular. ¿Le parecerá bien al alto tribunal esa definición? ¿Le parecerá apropiada para sus fines a Zapatero? Los catalanes, con algo de buena voluntad, cumplen todo eso, ¿no? ¿Se sentirán jurídicamente avalados los magistrados de lo constitucional?
Resta un pequeño problema pendiente, sin embargo. Ese problema lo constituimos los cuatro millones y medio de personas que vivimos en Cataluña y somos considerados catalanes por el mero hecho de estar empadronados aquí. ¿Adivinarán ya los togados cuál es el problema? Pues el problema es que nuestro origen, nuestra historia, nuestra tradición, nuestra cultura y nuestra lengua no son las de los catalanes y, consiguientemente, no pertenecemos a la “nación catalana”. No podemos pertenecer a ella de ninguna manera, diga lo que diga la ley coyuntural que se sacaron de la manga los redactores del primer Estatut.
Y el problema que se plantea aquí invalida la decisión del TC o le obliga a complementarla con la definición paralela de nación española y el establecimiento de las garantías a sus componentes de poder seguir perteneciendo a ella residan donde residan, y más si es dentro del territorio del Estado Español.
La intencionada confusión es entre la “nación catalana” y el territorio autónomo que administra la Generalitat de Catalunya, que forma parte del Estado Español, al que representa en el territorio catalán. La Generalitat, en manos de oportunistas y sinvergüenzas desde hace más de treinta años, aplica el doble juego que le permite disponer de los fondos estatales para obrar como en un estado propio al tiempo que sojuzga a millones de españoles, imprescindibles comparsas del juego, haciéndoles adoptar la nueva nacionalidad, que los deja sin derechos fundamentales, a la fuerza. Y eso, parece que el alto Tribunal de marras lo encuentra muy constitucional.
MESS
Hay algo que debieran comprender esos poco sensatos togados: una nación es un conjunto de personas, y no un territorio: porque la Historia nos enseña que las naciones de hombres migran enteras, si falta hace, de un territorio a otro. Una nación es un grupo humano que tiene un origen, una historia, una tradición, una cultura y hasta una lengua común que lo señala como singular. ¿Le parecerá bien al alto tribunal esa definición? ¿Le parecerá apropiada para sus fines a Zapatero? Los catalanes, con algo de buena voluntad, cumplen todo eso, ¿no? ¿Se sentirán jurídicamente avalados los magistrados de lo constitucional?
Resta un pequeño problema pendiente, sin embargo. Ese problema lo constituimos los cuatro millones y medio de personas que vivimos en Cataluña y somos considerados catalanes por el mero hecho de estar empadronados aquí. ¿Adivinarán ya los togados cuál es el problema? Pues el problema es que nuestro origen, nuestra historia, nuestra tradición, nuestra cultura y nuestra lengua no son las de los catalanes y, consiguientemente, no pertenecemos a la “nación catalana”. No podemos pertenecer a ella de ninguna manera, diga lo que diga la ley coyuntural que se sacaron de la manga los redactores del primer Estatut.
Y el problema que se plantea aquí invalida la decisión del TC o le obliga a complementarla con la definición paralela de nación española y el establecimiento de las garantías a sus componentes de poder seguir perteneciendo a ella residan donde residan, y más si es dentro del territorio del Estado Español.
La intencionada confusión es entre la “nación catalana” y el territorio autónomo que administra la Generalitat de Catalunya, que forma parte del Estado Español, al que representa en el territorio catalán. La Generalitat, en manos de oportunistas y sinvergüenzas desde hace más de treinta años, aplica el doble juego que le permite disponer de los fondos estatales para obrar como en un estado propio al tiempo que sojuzga a millones de españoles, imprescindibles comparsas del juego, haciéndoles adoptar la nueva nacionalidad, que los deja sin derechos fundamentales, a la fuerza. Y eso, parece que el alto Tribunal de marras lo encuentra muy constitucional.
MESS
4 COMENTARIOS:
No, algunos no podemos “pertenecer” a esa Nación territorial. Porque YO, en cuanto ciudadano libre y autodeterminado, no “pertenezco” a ningún territorio. Ni siquiera pertenezco a la Nación española ni a cualquier otra. “Soy” español, porque he nacido, crecido, y formado o deformado en España y –espero-, morir y ser enterrado en tierra de España.
Y no seré catalán porque me lo imponga ningún gobierno de la “Nación” catalana ni cualquier otro Gobierno o ente jurídico como nuestro “pastelero” T.C., sólo porque así convenga a los designios de nuestro “Gobierno de España” actual, o a cualquier otro Gobierno de nacionalistas de variado pelaje.
Luego cuando mis átomos o moléculas se integren en esa tierra, incluso seré una parte infinitesimal de esa España territorial en la que no creo, según las tesis de los “nacionalistos” o nuestro acomodaticio Tribunal Constitucional.
Pero no antes.
Juro por todos los regidores del Universo infinito, que no me identifico ni me identificaré nunca con la España de María, de Frascuelo, de los cojones bién puestos, de tantos que pierden aceite, de heteroxesuales chulos viriles, de soberbios, de humildes sin dignidad.
Como esa es la personalidad que reflejan los que han detentado el control del Estado desde los tiempos de los tartesos, moriré apátrida y prometo por Lucifer que renuncio a la nacionalidad española.
Pido mi alta de ciudadano del Estado de los Pueblos Ibéricos.
Lo de "cuatro millones y medio de personas " ...., podrias dar alguna referencia supongo.
Claro que puedo.
Léete, de momento, este artículo que te abrirá los ojos:
http://messageinout.blogspot.com/2006/08/el-gran-fraude-de-representatividad-de.html
Y repasa el concepto de nación que menciono:
"Una nación es un grupo humano que tiene un origen, una historia, una tradición, una cultura y hasta una lengua común que lo señala como singular."
Lo verás muy claro.
Salud.
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