El panteón de los santos del mal prosigue con dos figuras ejemplares: Heinrich Himmler (1900-1945) y Reyhard Heydrich (1904-1942). El primero, de aspecto parecido al de un anodino maestro de escuela de pueblo bávaro. El segundo, de porte sigfrídico, caballero teutónico de la Totenkopf y como Loge, su admirado dios wagneriano del fuego, inspirador de la revolución del mal como virtud suprema de la bestia rubia. Leal escudero a la sazón del primero.
Dos personajes tan dispares, en su constitucion biopsiquíca, como cercanos en la búsqueda esotérica del camino de la santidad contra el género humano. Su ética del mal, sólo tenía como límite la lealtad y la honestidad a la causa. Asi estaba grabado en las dagas de sus legionarios del infierno, las SS: Meine Ehre Heist Treue, Mi Honor es mi Lealtad. Lealtad a la jerarquía, lealtad a los principios del Movimiento Nacionalsocialista hacia el Imperio de los Mil Años . Con esta lealtad las SS, y los Einsatzgruppen pudieron sacrificar su humanidad para ofrecersela al líder y al Movimiento, sus asesinatos de cientos de miles de ninos, mujeres, ancianos era el precio, el sacrificio ritual, la penitencia a sufrir para entrar en el espacio rúnico transmutados en auténticas bestias superhumanas. La crítica, el escepticismo, la voz de la conciencia individual, tratados como residuos judeocristianos y arrancados sin contemplación para no contaminar al resto de la orden.
Aún así, Himmler no pudo resistir la forma en como sus SS acababan con los que ellos llamaban Untermenschen, criaturas con sus madres asesinados vilmente, restos del cerebro impactaron contra su cara, esta se puso verde y Himmler encorvado no pudo evitar vomitarse encima. Su vergüenza, y deshonor en su falta de lealtad, fué su penitencia. Y Heydrich, ayudó con su poesia de la Endlösung, a hacer de la empresa la virtud que ocultará la debilidad de su líder. Es así como tiene lugar la Conferencia de Wannsee en 1942, Heydrich asombra con su plan, una industria de la muerte, completa, total, una factoria que no pide lealtad al lider, sino a sus seguidores, que convertirá por fin a los funcionarios del Reich, en leales ángeles del Movimiento. Heydrich alcanzó en el curso de una día la virtud maléfica suprema, y por ello premiado por la justicia nazi, con el título de director de la nada y del silencio, hacedor de Auschwitz, cielo de la antihumanidad
0 COMENTARIOS:
Publicar un comentario