LA AGONIZANTE DEMOCRACIA

Esta democracia no da ya más de sí, siendo, como es, falsa: una filfa partitocrática. Por eso, en plena campaña electoral, se producen vergonzosas agresiones, ultrajes y vejaciones a mujeres que, dedicadas a la política, intentan expresar su pensamiento en las universidades españolas, tomadas por las hordas de la estaca. Antes fueron María San Gil y Dolors Nadal; ahora, Rosa Díez. Resulta paradójico que los actos totalitarios sean considerados democráticos y las pocas actuaciones evidentemente democráticas sean tildadas de fascistas por los fanáticos.

El fascismo fue una forma de socialismo de marcado carácter nacionalista. Nada que ver con la UPD de Rosa Díez. Fascista es el seguidor de cualquier doctrina política y social de carácter totalitario similar al movimiento que se produjo en Italia, por iniciativa de Benito Mussolini, después de la Primera Guerra Mundial, en oposición tanto a la democracia liberal en crisis, como al movimiento obrero tradicional. Rosa Díez no puede ser sospechosa de abrazar el fascismo, precisamente. Su trayectoria política es intachable. ¿De qué la acusan los totalitarios?

Para ser totalitario hay que ser antes, necesariamente, un ignorante. Y muchos totalitarios ignorantes, en manada, son lo más parecido que existe a una banda fascista ¿Sigue España, como en la Guerra Civil, siendo víctima del enfrentamiento entre totalitarismos de izquierda y derecha? Sí. A esa pugna se la denomina "guerracivilismo". Y se incardina en el espíritu expuesto en la frase del Presidente del Gobierno, captada por un micrófono delator: "Lo que necesitamos es mantener la tensión..."

Los nuevos totalitarismos incubados por el agit-prop de Zapatero tienen tres objetivos a batir: la democracia liberal, el contra nacionalismo y la pluralidad política. Y sí, en efecto: la UPD de Rosa Díez auspicia esas tres cosas. La primera, porque propone profundizar en la democracia —elección directa del Presidente por el Pueblo, listas abiertas e independencia real de poderes del Estado—; la segunda, porque determina que los detentadores de derechos son las personas, y no los territorios; y la tercera, porque exige una mayor proporcionalidad en la representación ciudadana, que se permita que los partidos minoritarios tengan presencia en el Parlamento.

¿A quiénes contraría, por lo tanto, UPD? Nunca a los pequeños partidos de extrema izquierda —los supuestos agresores de Rosa Díez—, porque serían beneficiarios del programa electoral de UPD. Todos sabemos a quiénes. Todos. El sectarismo no perdona la deserción.

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