LA ABSTENCIÓN

Una abstención suficiente el 9 de marzo puede abrir el proceso pre-constituyente de la III República. Entonces la apariencia de legitimidad en que basa su autoridad el poder político se disolverá como niebla al calor del sol, y la situación será tan insostenible, que los españoles tendrán que buscarle la salida más elegante y positiva, al margen de los actuales partidos.

La Partitocracia española llama esta vez a las urnas en el ápex del posibilismo, inmersa en una crisis moral y económica sin precedentes, en la posición más débil desde el golpe de estado de 1981. En los pactos postelectorales para investir presidentes ha valido todo ya, con tal de llevar a la oposición al rival político. Sin disimulo, la pugna por el poder, por la bolsa de la corrupción, por los regalos de la Banca, ha sido a muerte. Tras las manipulaciones denigrantes de los partidos entre el 11 y el 14 de marzo de 2004, después de cuatro años de política infamante, Gobierno y oposición han producido una crisis insalvable en la Monarquía de Partidos. El Poder, como en las dictaduras, trata de maquillarlo en los medios de comunicación a base de marketing financiado por el propio Estado, o subvencionando el voto; pero, sobre todo, mediante la conmoción social y la incitación al odio, que sabe poderosos vectores hacia las urnas.

Los políticos entienden que este Régimen salido del franquismo —sin período constituyente, sin alternativa: “Aquiesce, o revienta”— ha heredado su ilegitimidad. La clase política franquista, simbolizada por el Rey, y apoyada por los partidos en la clandestinidad, acabó con todas las expectativas de ruptura digna con la tiranía. Treinta años después, es la Monarquía la que se tambalea, entre los afanes reformistas republicano federales del Estado de los unos y los contra-nacionalismos reformistas de la Constitución de los otros, porque la crisis del Estado monárquico ha sido provocada por los nacionalismos republicano-independentistas en permanente contubernio con el Gobierno.

Ha llegado el momento del desplome. La bestia negra de la oligarquía de partidos es la abstención, tanto la técnica como la activa. La primera se sigue de 30 años de cultivo de la ignorancia y del frío pragmatismo (la abstención como racionalización del costo-beneficio); la segunda se fundamenta en que, siendo el voto un derecho democrático, la abstención es un deber, en ausencia de democracia; y si ningún ciudadano decente vota en una dictadura, tampoco puede hacerlo en una predemocrática oligarquía de partidos. No hay, pues, alternativa a la abstención. El voto nulo o en blanco podrá ser manipulados por los partidos; pero la abstención, nunca, porque ilegitima las propias urnas que invisten el engaño de las listas de partidos.

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