DEMÓFILOS EREMITA

Una delegación del Pueblo, que fue a pedir consejo a Demófilos, se lamentaba así:

—¡Oh, Eremita, asístenos!: El Estado nos es hostil, nos desvalija, nos segrega en cercados autonómicos y nos enfrenta entre nosotros, mientras él se da a la corrupción. ¿Qué podemos hacer?

El Eremita, que amaba al Pueblo porque éste es inocente y se halla fuera de la Historia, se compadeció de ellos y, rascándose la barba, peroró:

—Democracia es sufragio e independencia de poderes. Parvulitos: ¿Cómo consentís que los poderes del Estado se elijan uno a otro? ¿No veis que por eso os esclaviza y os defrauda? Tontucios amados: si no hay independencia de poderes, entonces Ejecutivo, Legislativo y Judicial no son sino Uno, Omnipotente e Impune; que se entregará tras las bambalinas a la Plutocracia, autora real de vuestra farsa democrática.

Viendo que ramoneaban esperando aún la solución, Demófilos escolió:

—Separad en las urnas los poderes del Estado, y el Estado será vuestro fiel servidor. Permitid que los poderes se elijan uno a otro, y el Estado os escatimará libertades y esquilmará vuestras haciendas.

Los comisionados cuchichearon entre sí con aires de asombro y gratitud. Un supitaño eructo del Eremita señaló el final de la audiencia. Y tornó a su caverna, mientras el hato se disolvía poco a poco, de regreso a la ciudad.

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