(o "De Cómo las Condiciones de Contorno de un Problema Establecen su Formulación Final").
Los ciudadanos confunden (no conocen la diferencia, no saben, no distinguen) si Democracia significa representación política de ellos mismos o de los partidos. Y eso depende del mecanismo democrático que elijamos. O eso creo. De esa creencia más o menos fundada, salen estas disquisiciones, que deben tomarse en su acepción de divagaciones o digresiones, más que como ese examen riguroso que se hace de algo, considerando cada una de sus partes.
I. La Partitocracia Ideal.
El sistema de listas de partido en circunscripciones plurinominales intenta representar a las "ideologías" (a los partidos, a través de su número de electores) de la manera más eficaz. El sistema idóneo, según ese principio, sería la circunscripción única en toda España con listas de 350 diputados para cada partido. Así, hasta la más minoritaria de las ideologías que alcanzara 1/350 de los votos ciudadanos, o más, obtendría un diputado, como mínimo. Evidentemente, el control ciudadano posterior a las elecciones sería (como ahora) nulo, a menos que todos los ciudadanos estuvieran afiliados a alguno de esos distintos partidos, y que estos fueran internamente democráticos; es decir, que las listas de 350 diputados se confeccionaran en igualdad de oportunidades de acceso.
Todos sabemos que la realidad no es así:
1. Que las ideologías minoritarias tienen el acceso barrado por la norma del 3% (es decir: que una ideología que debiera tener 10 diputados no tiene, en realidad, ninguno).
2. Que los partidos son internamente autocráticos, piramidales, de obediencia ciega al líder, que lo es porque tiene la sica más larga.
3. Que los ciudadanos, mayoritariamente, no pertenecen a ningún partido ni tienen ideas políticas clasificables en las cajitas estancas partidarias.
4. Que existen personas con capacidad de liderazgo no incardinables en ninguna de las ideologías existentes.
En el sistema actual ningún elector está representado, excepto los jefes de cada partido, que se votan a sí mismos.
II. La Democracia Ideal.
Es la asamblearia. 35 millones de diputados autoerigidos en circunscripción de un solo votante. No hay partidos, ni asociaciones ciudadanas: no hacen falta. Es el único caso en el que la elección del Poder Ejecutivo por el Parlamento es verdaderamente democrática y representativa.
III. La Democracia Formal.
Esta forma democrática se basa idealmente en reproducir, a nivel de circunscripción de un solo diputado, la mecánica del Parlamento todo. En efecto:
1. Hay un diputado electo, una Comisión de Seguimiento del Diputado y una Asamblea Ciudadana. Y el sistema es garantista, a prueba de corrupción. Nadie puede considerarse no representado: la actividad política en la circunscripción es permanente.
2. La condición es acertar con el tamaño de la circunscripción. Cuanto más pequeña, más representativa de los individuos y más cara. Cuanto más grande, más representativa de la dinámica social y más barata. Como el asunto del costo de lo político no tiene importancia en España, porque parece que andamos sobradísimos de dinero, debemos escoger el tamaño de la circunscripción como la más pequeña posible que aún mantenga la dinámica social: unos 100.000 electores es quizás el tamaño idóneo, porque es el de un "barrio" de una ciudad grande o el de una ciudad mediana (pero podrían ser la mitad, o la cuarta parte).
3. La falacia de que las circunscripciones unipersonales arrasan a las ideologías minoritarias se falsa por el hecho de que, en las elecciones municipales, los alcaldes electos lo son de todas las ideologías. De modo que, con circunscripciones del tamaño del promedio de los municipios, el asunto estaría arreglado. Las circunscripciones unipersonales lo que arrasan es la mediocridad y el mandato imperativo de los partidos; es decir: la corrupción.
La falacia 3. se basa en la creencia de que las condiciones dadas en I. para la Partitocracia Ideal se verifican en todas y cada una de las circunscripciones. Si fuera así, en efecto, si todos los ciudadanos estuvieran afiliados a un partido en idéntica proporción en todas las circunscripciones, los 350 diputados del Parlamento Español podrían ser consecuencia de idéntico comportamiento de los votantes de cada circunscripción, y acabar perteneciendo al mismo partido. Como este razonamiento extremo les parece obviamente absurdo, hablan los detractores de la Democracia Formal de que ésta favorece el bipartidismo o la polarización social; es decir: que centran la exclusión en el tercer partido y sucesivos.
Nada más falso: ni se dan esas condiciones de homogeneidad (¿cómo va a ser lo mismo la zona centro de Madrid que Leganés?), ni se cuenta con la resulta de la segunda vuelta electoral. La segunda vuelta introduce un efecto corrector del partidismo sectario, al tener que elegir entre dos candidatos que no son el propio preferido. En ese momento se priman las personalidades, por encima de las siglas. Y, en todo caso, se producirá un efecto acumulador entre "izquierdas" y "derechas".
Por último, el mayor error que cometen los detractores de la circunscripción unipersonal en sus razonamientos es que siguen pensando en clave partitocrática y de Democracia Parlamentaria, con elección del Ejecutivo desde el Legislativo. Lo que se infiere de sus esquemas son cuestiones de "reparto del poder", que nada tienen que ver con el noble afán de legislar de un modo representativo de las necesidades de la sociedad, y que es el objeto de la elección de los diputados en circunscripción unipersonal.
Cuando se introduce la necesidad formal de la elección del Ejecutivo independientemente del Parlamento, curiosamente, volvemos circularmente al inicio del razonamiento: la circunscripción única en toda España. Y de nuevo la doble vuelta, como garante de la máxima representatividad.
¡Qué cosas tienen las condiciones de contorno!
(CONTINUARÁ)
(NOTA: Condiciones de contorno: condiciones en los extremos o condiciones de borde.)
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