El Estatut d'Autonomía de Catalunya de1979 atribuye a todos los censados en su territorio autonómico la condición de catalanes, y esa atribución no es inocente ni generosa. El nuevo Estatut de 2005 repite la imputación, de modo que cuando alguien -llamémosle Juan Español- se traslada desde cualquier punto de España a vivir a Cataluña, adquiere dinámicamente la categoría de catalán, y, según el mismo Estatut, eso le supone nuevos e inesperados deberes.
El primero de ellos es el de aprender la lengua catalana, que es a la sazón la llengua propia de Catalunya. De hecho, Juan Español estará fuera de la ley durante todo el proceso de aprendizaje, por lo que debe ser muy aplicado y muy rápido aprendiendo. El segundo deber es el de participar activamente en el proyecto común nacional que ha de llevar a Cataluña a sus más altas cotas de autogobierno, puede que a la categoría de Estat Confederat o incluso Estat Independent. En definitiva: el traslado de Juan Español a Cataluña puede acabar cambiándole la nacionalidad, lo que vulneraría la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU de 1948, que lo prohíbe taxativamente en su artículo 15.2. Una minucia.
Pero hay más problemas para Juan Español a causa de su quizá poco meditado traslado: si tiene hijos, habrá de escolarizarlos en catalán, no importa el perjuicio que ello pueda causarles; incluso aunque fueran sordomudos serían reeducados por los logopedas en catalán, sin afectar a esa decisión cuál sea la lengua materna de los niños o si acaban teniendo que hacerse entender mediante signos. Y en caso de exigir, al amparo de la nada constitucional Llei Lingüística de 1997, la educación en castellano de sus hijos menores de ocho años, será desatendido y habrá de acudir a los tribunales a reclamar su derecho.
Si resiste psicológica y económicamente el procedimiento al que lo empujarán, que habrá de llegar hasta el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, se le dará finalmente la razón, aunque no se le restituirán sus derechos a pesar de que haya una sentencia firme. Lo único que conseguirá para sus hijos, al fin, es un “refuerzo” adicional de cuatro horas semanales en castellano, discriminatorio y vergonzante, que hará que sus hijos le imploren que desista del rescate de sus derechos. Así que lo recomendable para Juan Español es que se resigne a que sus hijos sean educados como a la Generalitat le venga en gana para convertirlos en catalanes de pro, al enseñarles sus muy singulares Historia, Filosofía o Ética.
Si Juan Español tiene la pretensión de trabajar en la Administración Pública, deberá antes superar un examen de catalán o esgrimir un documento acreditativo de haber superado el Nivell C ante la Junta Permanent de Català. Pero si lo que quiere es ocupar empleos en contacto con el público, es importante que cuide su acento, porque puede ser rechazado sin remedio si resulta demasiado castellanizado. Lo mejor, le dirán los entendidos lingüistas, es que abrace el catalán también en su vida privada y familiar, porque de ese modo irá desmemoriando la fonética castellana que tanto puede perjudicarle en su vida laboral.
Juan Español tampoco podrá votar -en cualquier tipo de elecciones políticas en Cataluña- más que a partidos catalanistas, nacionalistas o independentistas. Si, por ejemplo, quisiera votar al PSOE y preguntara en la sede central madrileña de Ferraz cómo hacerlo, allí le contestarían que no puede, porque es catalán. Y que debe votar al PSC -que es el partido federado del PSOE en Cataluña-, aunque éste resulte estatutariamente catalanista. Y por más que rebusque Juan, no hallará un partido en Cataluña que defienda sus derechos como español. Ni siquiera el PPC, que también es catalanista a su peculiar manera.
Juan Español acabará por comprender que no debe ser un sedicioso contumaz y por admitir como conclusión que él y toda su familia son ya catalanes, cualesquiera que sean las consecuencias de ello. Porque si no lo hace así, aunque su ideología real esté próxima al anarco-comunismo o socialismo libertario, será considerado un fascista españolista enemigo de Cataluña. Y eso no es nada bueno por estos lares, si se tiene que dar de comer a una familia todos los días.
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