I
El viejo hortelano, sucio, cansado y sudoroso, dejó caer al suelo la azada que llevaba sobre el hombro, se echó de barriga sobre el suelo, a la orilla del “pozo redondo” lleno hasta el borde de clarísima agua de manantial, y metiendo la boca y cara en el agua, bebió como un animal sediento. Aquella forma primitiva y natural, tan poco habitual en “personas civilizadas”, le encantaba. Y lo había venido haciendo en aquel mismo pozo de la pequeña huerta familiar, luego suya y ahora de nadie o de todos, desde hacía... unos sesenta años con un larguísimo paréntesis de “urbanita”, que había durado otros cuarenta.
Luego se incorporó y se sentó a descansar bajo un sombrajo hecho con largas cañas colocadas horizontalmente, entre las ramas de un viejo granado y un melocotonero situados enfrente, a orillas del pozo. Sobre las cañas, un tupido techo vegetal de parra, de la que colgaban varios racimos de uva blanca todavía poco hecha, proporcionaba un húmedo y maravilloso frescor en el tórrido verano extremeño, (o de Bellotilandia, como solía llamar irónica y cariñosamente a su tierra).
Se sentó junto al borde, tomó una lechuga de una cesta de mimbre llena de hortalizas que había cogido antes, y deshojándola parsimoniosamente, fue lavando las hojas en el agua, comiéndolas lentamente con delectación. Dio luego un silbido, y llamó a voces: “David, ven aquí, joío enano” . A su llamada, su nieto, de unos ocho años, se descolgó de las ramas de una higuera cercana junto a la linde de otra huerta y acudió presuroso.
—”¿Que quieres, avi?” —rezongó el pequeño, sonriendo aviesamente, pues sabía lo que venía después—.
—“Abuelo, te lo he dicho un millón de veces, quiero que dejes ya el “avi”, joío catalanino, creo que es la única palabra que recuerdas del catalán y sólo la dices para incordiar, cacho renacuajo”.
—“ Si abuelo, no me´n recordo casi nada del catalán ni de Cataluña, pero es que me has dicho que tenía poco más de tres años cuando nos vinimos a Ex..., digo a Bellotilandia, ¡ja, ja,ja!” —terminó riendo el pequeñajo.
—“Venga, deja ya de comer higos calientes, que te vas a “ir de varilla” . Te he dicho que, a estas horas y con “Lorenzo” calentándolos todo el día, no se pueden comer”.
—“ Vale abuelo, como tu digas”.
—“ Bueno, vamos a regar el cantero (1) que nos queda en esta vega y luego recogemos, aparejamos, y nos vamos p´al pueblo que ya está el sol muy bajo, no quiero que se nos haga de noche” .
El niño, cogió la azada y se dirigió a una porción de tierra rectangular, surcada , de unos 200 metros cuadrados, sembrada de judías verdes que trepaban sobre palos de caña, en la que poco antes habían estado cogiendo una cesta de frejones (2) . El abuelo colgó un cubo viejo de cinc de la vara de un cigüeñal (3) junto al pozo, y comenzó a extraer agua dando rápidos y certeros impulsos a la vasija . Vertía el líquido en un ancho surco que, poco después, llegaba a la tierra sembrada donde el pequeño abría el surco con su azada hasta tenerlo lleno. Luego, abría el siguiente, cerrando el caudal de agua al que ya se había llenado. Así durante una media hora, al cabo de la cual, abuelo y nieto dieron por terminada la labor de riego.
Acto seguido, el viejo P. se dirigió adonde tenía atado un burro que pastaba atado con soga a un olivo, le puso el cabezal y cogiendo la albarda, que tenía recostaba sobre una higuera, la echó sobre el lomo de la bestia. Luego rodeó con una cincha de cuero el aparejo, la apretó con fuerza clavando sobre el mismo una rodilla, mientras tiraba con fuerza del cuero con una mano apretando con la otra. Finalmente, lo anudó en una anilla de hierro. Colocó sobre la albarda unos viejísimos “argaíllos” (4) de esparto muy remendados y fue metiendo en ellos cuatro cestas de mimbre llenas de diversas hortalizas y fruta: melocotones, higos, tomates, pimientos verdes, berenjenas y judias o frejones verdes y tiernos, lechugas y unas pocas fresas. Las judías eran el orgullo del hortelano, pues estaba convencido de que en su huerta, era donde mejor “se daban” de todo el mundo.
—“Los mejores frejones del mundo” —fantaseaba contándolo a David.
—“Sí, abuelo, sí. Y y tú, a los veinte años, campeón del mundo de sacar agua del pozo con cubo y cigüeñal , ja, ja, ja...” —reía el joío muchachino en tono zumbón. ¡Había oído tantas veces aquellas batallitas!
Salieron de la huerta por una vereda y, montando sobre el viejo “Pistolero”, que había sido de un tío del hortelano y ahora no era de nadie o de todos (luego diremos por qué, transitaban otros campesinos de regreso al pueblo. Algunos, a pie; los menos, a lomos de burro o caballo; incluso un viejo remolque metálico, tirado por una yunta de bueyes. Finalmente, a un kilómetro del pueblo, se llegaba a una carretera que antes llamaban “autonómica”, por la que cinco años antes no hubieran podido transitar las bestias domésticas, sino únicamente rápidos vehículos de motor, de los que ahora no circulaba ni uno solo.
A ambos lados, y en las cunetas, podían verse a lo largo del trecho por el que llegaban al pueblo varios automóviles, algunas motocicletas e incluso un par de camiones algo oxidados y abandonados. Poco antes de la entrada al pueblo, había una explanada que hacía muchos años había sido una era donde se trillaban las mieses de trigo, cebada, centeno y avena. Ahora era un “cementerio” lleno de vehículos de motor: automóviles, furgonetas, camiones, tractores, maquinaria de obras y agrícola. Todos aparcados con cierto desorden y abandonados, ni uno solo en uso. Nadie ni nada circulaba por las dos carreteras que confluían a la entrada del pueblo. Ni por cualquier otra. Ni se oían los aviones surcando el cielo o cualquier sonido mecánico que denotara actividad de cualquier tipo de maquinaria a motor. Tan sólo los ruidos de la naturaleza: El canto de pájaros, el chirrido de las cigarras, el croar de algunas ranas en una charca de agua, donde años antes hubo una piscina.
¿ Que había ocurrido?
II
Todo comenzó algunos años atrás, en el largo y lúgubre invierno de 2008-2009. Las dificultades económicas del último Gobierno de J. L. R. Zapatero habían comenzado bastante tiempo atrás, aunque eran negadas sistemática y falazmente por todos los miembros del gabinete.
(Continuará)
PATALETE
El viejo hortelano, sucio, cansado y sudoroso, dejó caer al suelo la azada que llevaba sobre el hombro, se echó de barriga sobre el suelo, a la orilla del “pozo redondo” lleno hasta el borde de clarísima agua de manantial, y metiendo la boca y cara en el agua, bebió como un animal sediento. Aquella forma primitiva y natural, tan poco habitual en “personas civilizadas”, le encantaba. Y lo había venido haciendo en aquel mismo pozo de la pequeña huerta familiar, luego suya y ahora de nadie o de todos, desde hacía... unos sesenta años con un larguísimo paréntesis de “urbanita”, que había durado otros cuarenta.
Luego se incorporó y se sentó a descansar bajo un sombrajo hecho con largas cañas colocadas horizontalmente, entre las ramas de un viejo granado y un melocotonero situados enfrente, a orillas del pozo. Sobre las cañas, un tupido techo vegetal de parra, de la que colgaban varios racimos de uva blanca todavía poco hecha, proporcionaba un húmedo y maravilloso frescor en el tórrido verano extremeño, (o de Bellotilandia, como solía llamar irónica y cariñosamente a su tierra).
Se sentó junto al borde, tomó una lechuga de una cesta de mimbre llena de hortalizas que había cogido antes, y deshojándola parsimoniosamente, fue lavando las hojas en el agua, comiéndolas lentamente con delectación. Dio luego un silbido, y llamó a voces: “David, ven aquí, joío enano” . A su llamada, su nieto, de unos ocho años, se descolgó de las ramas de una higuera cercana junto a la linde de otra huerta y acudió presuroso.
—”¿Que quieres, avi?” —rezongó el pequeño, sonriendo aviesamente, pues sabía lo que venía después—.
—“Abuelo, te lo he dicho un millón de veces, quiero que dejes ya el “avi”, joío catalanino, creo que es la única palabra que recuerdas del catalán y sólo la dices para incordiar, cacho renacuajo”.
—“ Si abuelo, no me´n recordo casi nada del catalán ni de Cataluña, pero es que me has dicho que tenía poco más de tres años cuando nos vinimos a Ex..., digo a Bellotilandia, ¡ja, ja,ja!” —terminó riendo el pequeñajo.
—“Venga, deja ya de comer higos calientes, que te vas a “ir de varilla” . Te he dicho que, a estas horas y con “Lorenzo” calentándolos todo el día, no se pueden comer”.
—“ Vale abuelo, como tu digas”.
—“ Bueno, vamos a regar el cantero (1) que nos queda en esta vega y luego recogemos, aparejamos, y nos vamos p´al pueblo que ya está el sol muy bajo, no quiero que se nos haga de noche” .
El niño, cogió la azada y se dirigió a una porción de tierra rectangular, surcada , de unos 200 metros cuadrados, sembrada de judías verdes que trepaban sobre palos de caña, en la que poco antes habían estado cogiendo una cesta de frejones (2) . El abuelo colgó un cubo viejo de cinc de la vara de un cigüeñal (3) junto al pozo, y comenzó a extraer agua dando rápidos y certeros impulsos a la vasija . Vertía el líquido en un ancho surco que, poco después, llegaba a la tierra sembrada donde el pequeño abría el surco con su azada hasta tenerlo lleno. Luego, abría el siguiente, cerrando el caudal de agua al que ya se había llenado. Así durante una media hora, al cabo de la cual, abuelo y nieto dieron por terminada la labor de riego.
Acto seguido, el viejo P. se dirigió adonde tenía atado un burro que pastaba atado con soga a un olivo, le puso el cabezal y cogiendo la albarda, que tenía recostaba sobre una higuera, la echó sobre el lomo de la bestia. Luego rodeó con una cincha de cuero el aparejo, la apretó con fuerza clavando sobre el mismo una rodilla, mientras tiraba con fuerza del cuero con una mano apretando con la otra. Finalmente, lo anudó en una anilla de hierro. Colocó sobre la albarda unos viejísimos “argaíllos” (4) de esparto muy remendados y fue metiendo en ellos cuatro cestas de mimbre llenas de diversas hortalizas y fruta: melocotones, higos, tomates, pimientos verdes, berenjenas y judias o frejones verdes y tiernos, lechugas y unas pocas fresas. Las judías eran el orgullo del hortelano, pues estaba convencido de que en su huerta, era donde mejor “se daban” de todo el mundo.
—“Los mejores frejones del mundo” —fantaseaba contándolo a David.
—“Sí, abuelo, sí. Y y tú, a los veinte años, campeón del mundo de sacar agua del pozo con cubo y cigüeñal , ja, ja, ja...” —reía el joío muchachino en tono zumbón. ¡Había oído tantas veces aquellas batallitas!
Salieron de la huerta por una vereda y, montando sobre el viejo “Pistolero”, que había sido de un tío del hortelano y ahora no era de nadie o de todos (luego diremos por qué, transitaban otros campesinos de regreso al pueblo. Algunos, a pie; los menos, a lomos de burro o caballo; incluso un viejo remolque metálico, tirado por una yunta de bueyes. Finalmente, a un kilómetro del pueblo, se llegaba a una carretera que antes llamaban “autonómica”, por la que cinco años antes no hubieran podido transitar las bestias domésticas, sino únicamente rápidos vehículos de motor, de los que ahora no circulaba ni uno solo.
A ambos lados, y en las cunetas, podían verse a lo largo del trecho por el que llegaban al pueblo varios automóviles, algunas motocicletas e incluso un par de camiones algo oxidados y abandonados. Poco antes de la entrada al pueblo, había una explanada que hacía muchos años había sido una era donde se trillaban las mieses de trigo, cebada, centeno y avena. Ahora era un “cementerio” lleno de vehículos de motor: automóviles, furgonetas, camiones, tractores, maquinaria de obras y agrícola. Todos aparcados con cierto desorden y abandonados, ni uno solo en uso. Nadie ni nada circulaba por las dos carreteras que confluían a la entrada del pueblo. Ni por cualquier otra. Ni se oían los aviones surcando el cielo o cualquier sonido mecánico que denotara actividad de cualquier tipo de maquinaria a motor. Tan sólo los ruidos de la naturaleza: El canto de pájaros, el chirrido de las cigarras, el croar de algunas ranas en una charca de agua, donde años antes hubo una piscina.
¿ Que había ocurrido?
II
Todo comenzó algunos años atrás, en el largo y lúgubre invierno de 2008-2009. Las dificultades económicas del último Gobierno de J. L. R. Zapatero habían comenzado bastante tiempo atrás, aunque eran negadas sistemática y falazmente por todos los miembros del gabinete.
(Continuará)
PATALETE
12 COMENTARIOS:
Nada, Patalete, que no me entero. Serán los vapores de cava catalán...
Y como te lo he vuelto a editar para que lleve la fecha de hoy, y no la del sábado, pues eso: que ha desaparecido tu comentario. Hay que joderse con la informática...
Es igual. Esto no es censura, Patalete, sino inoperancia. Me parece que me decías que hay más material y que lo "soltase" a mi albedrío. Lo haré, si consigo averiguar dónde cojones está.
Un abrazo para David. ¡A ver si lo que le traen los putos reyes es algo diferente de lo que anticipas en tu relato.
Salud y acracia. No hay otra cosa.
...y comenzó la especulación con las higueras trepaniños, que se alquilaban a 50 euros al día. ;-)
Os deseo de corazón que en el 2009 seáis capaces de usar de la manera más eficaz posible el paraguas o el impermeable, o mejor los dos a la vez, ante la profunda perturbación que se avecina. En la Minas Tirith catalana desapareció el sol el día de navidad y ya no lo vamos a ver en mucho tiempo.
Salut, paraigües i impermeables!
http://pobleinsubmis.blogspot.com/2008/12/preludi-dun-tsunami.html
¡Coño Mess! todo está en la página de Blogspot.com desde donde se editan los artículos . Lo he colocado entero allí. Me parece , -como siempre- muy buena la ilustración, lo que me gustaría, dilecto "Maestro", es que me enseñaras como leches podría poner yo mismo las fotos o dibujos sobre lo escrito. Te he mandado a tu correo-e de mixmail algunas fotos del "pozo redondo" de la huerta y algún naranjo bien cargado. Parece que me adivinas la intención pues tu ilustración es un pozo redondo mucho mas profundo y seco que el mío. Gracias.
Y repito: buen año 2010 tengamos todos. No, no es errata.
Saludos
Yo te saludo Patalete, Ave Fénix de los Ingenios Castúos.
Esta versión del Mad-Max bellotilandico está mucho más conseguida que la del Mel Gibson. Pa llevarla al cine, oiga Ud, pero no creo que le caiga subvencion Don Patalate, colono de la Güijuela mayor, loadas y benditas sean tus pata negra!
Patalete,te propongo que para pillar cacho de los descerebrados tunantes, creemos una asociación en defensa del idioma castúo, al estilo de la Z.E.A., colectivo de energúmenos, bestia parda de los amontillados, del que he tenido notica en el blog de Arcadi.
http://www.andalucia.cc/andalu/notiziah.htm
Tienen hasta un foro muy molón, quiero decir un phoroh (es tartesio xerezano ligeramente degenerado a lo fenicio).
http://www.my-forum.org/foros.php?id=96785
¡Joder, que pandilla e "lingüihtah" y “filólogoh”, Franalvaro! ¿Será posible que terminen sacando "Zubbenzioneh" de “ehtte Gobienno”?. Pues la verdad no me extrañaría nada. Por cierto, se hacemos un ligero recuento así por encima de los "Idiomas" del Reino de Taifas, seguro que nos salen mas de 17. "Anque" no "avía oío" que el andalú lo fuera. Mucho mas enjundia y solera tiene desde "aluego" nuestro castúo. En fin, andalú, panocho, la "fabla", astur-leonés, aranés, aragonés, valenciano, mallorquín, ibicenco, (si, si, diles que esos no son idiomas a sus naturales), castúo, vasco, gallego, catalán ... y seguro que faltan mas de la mitad.
¡Que los dioses del Olimpo los confundan como a los de la torre bíblica!.
La diferencia entre idioma y dialecto es evidente:
Idioma: Lengua de un pueblo o nación, o común a varios.
Dialecto: Sistema lingüístico derivado de otro, normalmente con una concreta limitación geográfica, pero sin diferenciación suficiente frente a otros de origen común.
El andaluz, el castúo, el bable y el valenciano no son idiomas, por esa precisa razón. Sí lo son el español, el catalán, el vasco y el gallego. O sea, las cuatro lenguas de España.
SALUD Y ACRACIA, MIENTRAS NO HAYA DEMOCRACIA.
De acuero Mess. Aunque si yo fuera valenciano, haría una pequeña matización: el catalán, es un dialecto del valenciano, por que para "nosotros" los valencianos, aquel, se deriva de "nuestro idioma" .
Las invenciones interesadas de los políticos sustituyen a veces a la Historia en el imaginario de los pueblos. En España, hay docenas de ejemplos de eso. Y parece mentira cuánto cuesta erradicar el error de las obtusas mentes del catetamen español, capaz de acumular toda la incultura imaginable.
Encantadora la ucronía, Patalete.
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