PSC: FEDERAL E INSOLIDARIO

Leo en La Vanguardia, órgano oficial de propaganda del partido, que el PSC aprobó ayer en su XI Congrès la reclamación de una reforma de la Constitución Española.”

—¡Magnífico! —me digo— Ya va siendo hora de que la modernidad alcance alguna zona de España. Un cambio constitucional desde un congreso de cerebros socialistas incluirá, sin duda, la libertad política para el Pueblo, mediante la separación de poderes efectiva, con elección del Presidente a dos vueltas en toda Cataluña.”

Y entonces leo que no. Que de eso nada. Que se trata, simplemente, de respaldar el proyecto burgués de la catalanidad, que es el federalista; que la única separación de poderes que exige es la del corralito catalán del resto del —putrefacto, sí, sí: putrefacto— Estado Español.

Lo que piden estos socialistas de catalanismo postizo, que no han conocido jamás la modernidad, que han pasado del medievalismo a la postmodernidad directamente, es tener voz propia desde Cataluña en instituciones y organismos europeos; es disponer de más cargos que rellenar con sus enchufados y, si ello es posible, suplantar aún más a los partidos burgueses catalanes (CiU, PPC y ERC... Sí, sí, leen bien ERC es un partido burgués) en la venta de quimeras identitarias, de la misma manera que sus ancestros, en el medievo, vendían bulas falsas. Pero ¿qué identidades patrias pueden vender unos desvergonzados que falsifican la suya propia, que olvidan y dejan a su suerte los lugares de origen de sus familias, donde yacen sus muertos? ¿Qué nacionalidad creíble es la de Montilla, Zaragoza o de Madre, que deba tener peso propio en Europa, al margen de PSOE? La falta de coherencia ética, al parecer, no importa; sino la estética pseudo-progre. El modelo Zapatero —el “¡ensucia siempre, que algo queda!”— lo inventaron los socialistas catalanes. De hecho, inventaron al propio Zapatero.

José Montilla fue explícito en el XI Congrès: se comprometió a que convertiría al PSC en el máximo representante de Cataluña, con "voz propia y autónoma". Es decir: se comprometió a liquidar al resto de partidos y al Estado en Cataluña. Por ello, a instancias de Marina Geli, que forzó los transformismos —“Yo haré lo que me diga Montilla”—, se aprobó una directiva que "exige una reforma constitucional que incorpore en la Carta Magna los últimos ¿avances? del Estado de las Autonomías en un sentido federal", desde "la colaboración entre instancias de poder” y bajo los "principios de lealtad federal.” ¿Qué será la lealtad federal, si no existe la lealtad regional ni la lealtad al Estado ni la lealtad a secas? Pero se capta bien el mensaje, que es lo que importa, ¿no?

El PSC entiende que el proyecto del sistema federal —España siempre es un proyecto— se deberá abordar en el terreno institucional y, en ese sentido, cita en su resolución a la Conferencia de Presidentes autonómicos, la "regulación de las conferencias sectoriales" y la participación de las CCAA en las instituciones de la Unión Europea. Es decir: comisiones mixtas y transversales de grillos que canten a la luna; refuerzos de lo particular y debilitamiento de lo nacional, no en el sentido de descentralización, sino de cambio de modelo, de creación de nuevas centralidades y asunción de que el Senado es un sitio donde practicar las lenguas españolas; un club de gramáticos.

Los secuaces de Montilla, exigirán para el modelo federal español el "reconocimiento de la identidad del otro y la cultura del pacto entre iguales y a la vez entre diferentes". Y el primer paso de la diferencia será quedarse toda la pasta que las Balanzas Fiscales arrojen como saldo positivo para Cataluña, aunque eso haga a los españoles menos iguales. Los españoles tienen que ser, a partir de ahora, iguales, sí: pero iguales a sí mismos y a sus diversas identidades nacionales.

¿Cómo se atreven estos desgraciados a proponer siquiera tal abominación a los catalanes, cuando sus votantes son todos españolitos castellano parlantes de leer, escribir y las cuatro reglas? Pues porque eso es lo que les enseña el resultado del “Proyecto Zapatero”: el Pueblo español tiene unas tragaderas inconmensurables; una ignorancia universal; y una insolidaridad absoluta. Lo saben todos los reunidos en el XI Congrès, porque todos provienen de ese mismo Pueblo, de su más baja extracción social. Aún llenan de caspa los hombros cuando se racan la cabeza; aún les ascienden a la pituitaria efluvios de sus genitales poco baldeados, cuando se sientan en sus poltronas de la Generalitat. Parecen dignos representantes de los horteras que los votan, pero no lo son. Sus ternos de Armani y sus sillones, de piel de español muerto, así lo evidencian.