LA CRISIS DEL DISCURSO CAPITALISTA

La crisis del discurso capitalista, que sustituye al discurso del amo, está abierta, sin querer significar con ello que el discurso capitalista sea débil o tonto; al contrario, es muy astuto. Astutísimo, destinado a reventar. El discurso más astuto que se haya jamás tenido.

El estado “normal” del capitalismo es la “revolución permanente” de sus propias condiciones de existencia. Desde el principio, el capitalismo se pudre, está marcado por una contradicción mutiladora, por la discor­dia. Por una necesidad inmanente de equilibrio: ésta es exactamente la razón de que cambie y se desarrolle incesantemente. Éste es el único modo que tiene de poder llegar a un acuerdo con su propio y fundamental desequilibrio constituti­vo: la contradic­ción.

Lejos de ser constricti­vo, su límite es el ímpetu mismo de su desarrollo. En ello reside la paradoja propia del capitalis­mo, su último recurso. El capitalismo es capaz de transformar su límite, su impotencia misma, en el orden de su poder -cuanto más se pudre, más se agrava su contradicción inmanente, más ha de revolucio­narse para sobrevi­vir. Discurso loco y astuto que no tiene envés. ¿Qué tipo de lazo y subjetividad produce entonces este discurso?.

Si la autoconciencia, según Hegel, surgía como resultado de la confron­tación de dos sujetos (Amo-Esclavo), para Marx, en cambio, se trata del funcionamiento del mercado. Marx traslada el problema de la intersubjeti­vidad al merca­do. Por eso, no hay un sujeto de la burguesía y un individuo, hay un solo sujeto que es el mercado.

El currante, proletario, trabajador u hombre corriente y la burguesía son meramente variables de una función: la estructura del mercado. Aquí sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intere­ses de clase.

En consecuencia burgueses y no burgueses están en posición de desconoci­miento en relación a la estructura, al mercado. Así es que, amigos, cuidado ahí fuera. Buena suerte.

JAVIER CASTUERA


NOTA DEL EDITOR: La inocencia de Marx consistió en que no previó que, igual que se podía planificar la economía socialista, puede planificarse la capitalista. Eso es lo que ha aprendido el capitalismo del socialismo real. También lo dirigen los mismos: las élites del poder. No todo es cuestión de ciego mercado. El poder financiero (el propio sistema capitalista es obra suya) no sufre el síndrome de putrefacción y de contradicción que menciona el artículo, sino que se parece mucho más al consejo de una logia: se reúne periódicamente, expone, planifica y toma decisiones. Luego, sus títeres, organizaciones internacionales, partidos, medios de comunicación de masas, se encargan de poner en marcha las condiciones de contorno de las ecuaciones. Allá, en lo alto, hay una especie de Kommintern que elabora sus propios planes quinquenales para el mundo; también con el mismo objetivo: perpetuar las castas dominantes en el poder absoluto.

Obligado por la necesidad y espoleado por el egoísmo, no existe un sistema económico más ágil que el capitalista. Es lo que parece indicar el artículo, una especie de descerebrado virus mutante, pero sólo en las bases: tenderos, especuladorcillos, mangantes, industriales, profesionales. En las alturas hay inteligencia, planificación y mucha, mucha, mucha maldad.

2 COMENTARIOS:

Anonymous .

osea queel editor no esta de acuerdo con el autor y lo dice asi, esto no pasa en un periodico serio, lo mejor esque si no esta de acuerdo esque no lo saque en portada como hace todo los periodico, joder que acratas de pacotilla haceis cagar de risa

. .

Señor: ni había visto su comentario hasta que me lo ha hecho notar el autor del artículo. Por eso no le he contestado antes.

Déjeme decirle que usted, en mi opinión, no entiende el concepto de pluralidad de opinión política. El autor y el editor no necesitan estar de acuerdo, porque aquí no hay "línea editorial" como parece usted pretender que debe ser siempre. ¿Sabe por qué? Pues porque no nos debemos a nadie. Nadie nos financia y nadie, consecuentemente, nos manda.

Si este Editor ha apostillado el artículo de J.Castuera no ha sido para corregirlo, ni para expresar su disconformidad con su contenido (eso es innecesario), sino para agregar conceptos que,viniendo al pelo, complementaban el artículo con una mirada diferente.

Usted lo que de be hacer, en mi opinión, es leer El Público. Ahí no será usted castigado con pluralidad alguna. Ni siquiera notará cuándo cambia de artículo.

Salud.

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