El Tribunal Supremo exoneró ayer de responsabilidad en los atentados del 11-M a prácticamente todos los acusados, aunque insiste, reitera, que se trató de un atentado islamista. Esa aseveración no se basa en ninguna clase de pruebas, excepto en la de que nadie lo niega y en la de que, en Leganés, se suicidaron supuestamente unos ciertos marroquíes de vida disipada, puteros, traficantes de drogas—los únicos atentados islamistas verosímiles son los llevados a cabo por terroristas suicidas es decir, de los que se inmolan en el propio atentado—, que encima tuvieron la desfachatez de no sangrar, a pesar de la tremenda explosión.
Los españoles con algunas neuronas aún conectadas no creemos ya en la autoría islámica del atentado de Madrid; ni tampoco del de Nueva York, el de las Torres Gemelas y su hermana pequeña, la WTC7, los tres, demostrados derribos controlados con Thermite. Hemos aprendido muchas cosas desde septiembre de 2001. Especialmente, ésta: En un mundo de efectos especiales, no creas en lo que ves, sino averigua lo que es; para eso, debes retirar muchas cortinas de humo; en el caso de los atentados de Atocha, hay que retirar también la cortina de humo de la participación de ETA. Desgraciadamente para los viajeros de los trenes que estallaron en Madrid, se hacía necesaria una acción de refuerzo a la ficción principal —una segunda parte del tipo La Guerra de las galaxias II— para mantener la verosimilitud de la autoría del primer atentado, que fue el verdaderamente importante, el que cambió el mundo, el que empujó al pueblo norteamericano a facultar al Gobierno de Bush para esa Guerra contra el Terror por la que ya clamaban los media desde pocos minutos después del impacto del primer avión. Cualquier intervención militar mediante ataques preventivos unilaterales de los marines en escenarios del mundo entero era ya posible. Por ejemplo, la injustificada invasión de Irak.
Ante la duda, algunos hemos aprendido a preguntarnos siempre en estos casos “¿qui prodest?”. ¿Qui prodest con la ola de atentados que arranca en el 11-S, sigue en el 11-M y termina en el 7-J? —Tres atentados para los tres de las Azores—. Pues resulta que salieron ganando:
1. La industria armamentística norteamericana.
2. El pool petrolero.
3. Los regímenes neoconservadores mundiales.
4. El Estado de Israel y el Sionismo Internacional.
5. El pool financiero judío.
Para esos cinco sectores, los 191 cadáveres de los trenes de Madrid han valido miles de veces su peso en oro.Los españoles con algunas neuronas aún conectadas no creemos ya en la autoría islámica del atentado de Madrid; ni tampoco del de Nueva York, el de las Torres Gemelas y su hermana pequeña, la WTC7, los tres, demostrados derribos controlados con Thermite. Hemos aprendido muchas cosas desde septiembre de 2001. Especialmente, ésta: En un mundo de efectos especiales, no creas en lo que ves, sino averigua lo que es; para eso, debes retirar muchas cortinas de humo; en el caso de los atentados de Atocha, hay que retirar también la cortina de humo de la participación de ETA. Desgraciadamente para los viajeros de los trenes que estallaron en Madrid, se hacía necesaria una acción de refuerzo a la ficción principal —una segunda parte del tipo La Guerra de las galaxias II— para mantener la verosimilitud de la autoría del primer atentado, que fue el verdaderamente importante, el que cambió el mundo, el que empujó al pueblo norteamericano a facultar al Gobierno de Bush para esa Guerra contra el Terror por la que ya clamaban los media desde pocos minutos después del impacto del primer avión. Cualquier intervención militar mediante ataques preventivos unilaterales de los marines en escenarios del mundo entero era ya posible. Por ejemplo, la injustificada invasión de Irak.
Ante la duda, algunos hemos aprendido a preguntarnos siempre en estos casos “¿qui prodest?”. ¿Qui prodest con la ola de atentados que arranca en el 11-S, sigue en el 11-M y termina en el 7-J? —Tres atentados para los tres de las Azores—. Pues resulta que salieron ganando:
1. La industria armamentística norteamericana.
2. El pool petrolero.
3. Los regímenes neoconservadores mundiales.
4. El Estado de Israel y el Sionismo Internacional.
5. El pool financiero judío.
¿Y quiénes son los perjudicados por los atentados, aparte de los muertos y sus familiares?
1. El pacifismo internacional.
2. La Unión Europea y Rusia.
3. El Estado Palestino.
4. Los regímenes árabes sin excepción, especialmente los islamistas.
5. Los sistemas financieros alternativos al pool judío.
Contrariamente a lo que creen aquellos que forman su opinión ante el televisor, Osama Bin Laden no sólo no reivindicó el atentado para Al Qaeda, sino que negó estar implicado en los atentados del 11-S:
“No estoy implicado en los ataques a los EEUU del 11 de septiembre, ni tuve conocimiento previo de tales ataques. Hay un Gobierno dentro del Gobierno de los EEUU. Los EEUU deberían seguir la pista de los autores dentro del mismo; y de la gente que desea convertir éste en un siglo de enfrentamientos entre cristiandad e Islam. A ese Gobierno secreto debe imputársele la autoría de los atentados... El Sistema americano está completamente bajo control de los judíos, cuya prioridad es Israel, no EEUU.”
Y, de hecho, Bin Laden no es buscado por tales crímenes ni por el FBI ni por los tribunales de Justicia norteamericanos; por eso, unos cuantos días después del atentado ingresó en un hospital egipcio bajo protección de la CIA para una diálisis; quienes tratan de darle caza, en realidad, son los medios de comunicación norteamericanos y Hollywood, ambos bajo la égida de los judíos.
En cuanto a los autores, las diferencias de apariencia exterior entre un árabe de Oriente Medio y un judío son cero. Existe, al parecer, en el Mossad israelí una sección cuyo trabajo podría consistir en cometer atentados en el mundo entero bajo la apariencia de grupos terroristas palestinos. (siga la flecha roja en la foto y se sorprenderá). ¡Qué fácil y conveniente! Además, la población árabe musulmana mundial aplaude esos atentados anti-occidentales, les da verosimilitud y los avala. Hasta ellos mismos creen que son los suyos los que causan esos estragos al imperialismo occidental. Las soflamas de los imanes les impiden plantearse cuestiones como esa del "qui prodest".
Parece como si la Justicia española tampoco pudiera plantearse asuntos como el de "qui prodest" en el atentado del 11-M. No podría porque, es el caso, resulta que uno de los beneficiarios ha sido, aunque sea por carambola, el propio Gobierno del que —debido a la inseparación de poderes del Estado— dependen sus nombramientos y que les paga el sueldo.
ÁCRATAS
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