Masas resignadas y pasivas en las antípodas de lo que se ha descrito como conjunto de ciudadanos libres y capaces de decidir porque son completamente independientes.
Preocupa la suerte de España, en trance de desaparecer como Estado, el trance eterno de todas las épocas, como siempre y, desde luego, sin posibilidades de recuperar el respeto en el concierto internacional porque nunca lo ha tenido. Se conoce, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, que la española es, hoy por hoy, una sociedad indigna que fomenta el robo, la mentira y la injusticia en detrimento de la verdad, la dignidad y la justicia. Una sociedad angustiada y miedosa, naturalmente, por ello, poco entusiasta.
Nuestra sociedad es muy pesimista porque ha ido descubriendo, aunque sin perplejidad alguna, que la realidad no es la que le pintaron, ni esa realidad se pliega tan fácilmente a sus designios o, mejor, deseos, como le prometieron.
El formalismo liberal, la mediocridad de los que han gobernado y la ineficacia de los sucesivos parlamentos han resultado decisivos, sin embargo, para, poco a poco, al menos ir predisponiendo contra la partitocracia establecida con traje externo de democracia y, más aún, en este momento de incertidumbre.
Pero a pesar de este accidentalismo y frustración en la resolución de los problemas de España, no hay que admitir que sea mejor una dictadura renovadora, que será lo que probablemente os propondrán los mismos que ahora gobiernan cuando se presenten como salvadores inmaculados de ellos mismos. Y os lo propondrán amartillando una razón de peso.
Este régimen Juancarlista, autoritario y basado en la fuerza, antítesis de una política basada en la razón, no puede, por el mismo empuje de las cosas, seguir manteniéndose, pues fue precisamente un régimen fascista el que coadyuvó a su (auto) extensión.
No propusieron una sociedad igualitaria y generosa, sino de privilegios, compra de almas, y venta del país. Han procurado aumentar las diferencias entre los españoles, pero no ha buscado fórmulas correctoras para disminuirlas. El resultado de la falsedad, la iniquidad, las depravaciones, son treinta años de fascismo socialdemócrata que, sin pudor alguno, pretende renovarse a costa de nuestros hijos imponiendo al suyo. Ya veremos.
JAVIER CASTUERA
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1 COMENTARIOS:
Javier: desde Aguilas un saludo charneguil.
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