El valor de los pisos cae ya un veinte por ciento respecto a la misma fecha del año anterior, cosa que influye en las reacciones de sus propietarios de maneras de lo más sorprendentes.
La noticia aparecida en la prensa catalana es asombrosa, al menos en apariencia: En Barcelona, un ciudadano REGALA SU PISO. Es decir, sólo pide que el comprador pague la hipoteca pendiente. Mientras, él asume la pérdida de unos doce millones de pesetas que llevaba ya pagados, entre entrada, cuotas y gastos. Y se queda sin nada, pero sin una deuda que no puede o no quiere asumir. Lo que le pasa a este propietario le sucede a mucha gente.
Porque el ciudadano no es un imbécil, démoslo por hecho. Lo que le ocurre, probablemente, es que, habiendo aceptado que el valor de su piso ya ha bajado un veinte por ciento, entiende que no le compensa pagar el resto de la hipoteca, porque representa más de su valor actual. Cosa que ocurriría si este ciudadano compró su piso por encima de sesenta millones de pesetas. El veinte por ciento de la caída en su valor representa más que los doce millones que lleva pagados, por lo que le merece la pena regalarlo.
Porque se trata de un valor que, no lo olvidemos, seguirá ladera abajo en los próximos meses, por efecto del pinchazo de la burbuja inmobiliaria española y de la financiera global.
0 COMENTARIOS:
Publicar un comentario