LAS CALORÍAS DEL HAMBRE

Ya lo decíamos, 1000 millones de seres humanos se van cada día a dormir sin nada en el estómago. Ese pack de galletas de barro, que tanta aprehensión ha causado a uno de nuestros queridos lectores, es incluso, para algunos, carne de Semana Santa.
Mientras tanto la política de las democracias y partitocracias burguesas es ajena al Auschwitz planetario (Tsunami silenciosa, dicen los pijolis) que está ocasionando su cínico y contradictorio: quememos los alimentos para salvar al planeta del calentamiento global. Cínico, porque mientras quemamos el grano que se produce, medio planeta se muere de hambre. Contradictorio, porque para que esos cultivos generen un cierto rendimiento, jamás sustituirán a los combustibles fósiles, es necesario ampliar la superficie cultivable a una escala que acaba produciendo justo lo que se quería evitar.
En el meollo de la cuestión, está la alianza entre la política y la economía financiera especulativa, causante de toda las madres de la burbuja, la inmobiliaria, y ahora también de la alimentaria (aun tienen la cara dura de atribuir el mal al aumento de la demanda de China y la India, ya saben todo un problema de siempre mercado). Los paises desarrollados, subvencionan el hambre, incentivando la quema de alimentos en forma de biocombustibles, el 30% del maíz de los EEUU se destina sólo a bioetanol, sin esas subvenciones, los especuladores no tendrían el beneficio que están teniendo con el dinero de todos: los alimentos entonces servirian para alimentar, y la pasta gansa se destinaría a que ingenieros y científicos buscasen una forma más eficiente de producir energía. Pero ya saben uds, eso no es rentable para quien controla el negocio mundial de la globalización.
Mientras algunos, en sus despachos aristocráticos forrados con cuadros de Cranach, continuarán iluminándonos con experimentos democráticos, reiventando la rueda, para vendernos como novedosas ideas del siglo XVIII... y es que no se quieren enterar, yeah, yeah!

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