FILOSOFIA ACRÁTICA


Ácratas es partidario de poner límites precisos a toda autoridad, no en el sentido de prestigio, crédito o legitimidad, sino en cuanto a solemnidad, a aparato de poder que gobierna, sea de hecho o de derecho. Ácratas cree en la libertad absoluta en las decisiones que le conciernen en lo individual y en la democracia perfecta en las decisiones que le conciernen en lo colectivo.
Ácratas es consciente de que la sociedad nos viene dada. También su Poder, que representa el Estado. Reunidos en la nación o el Estado, los hombres somos semejantes. Fuera de él, en cuanto individuos, defendamos nuestros intereses personales, poco importa al Estado (excepto para la obtención de su parte, a la que denomina impuesto, tasa, arbitrio, gravamen o canon).
El civismo es la idea de que el Estado lo es todo y que el valor del individuo como hombre se deriva de su cualidad de ciudadano, que es mérito supremo. Tal es el principio cívico. El Estado, una vez establecido, intenta invadir tantas parcelas de lo privado como puede. Si algún día, averiguara cómo contabilizar cada uno de nuestros orgasmos, no lo duda nadie, establecería un impuesto sobre ellos.
Ácratas no anhela ser un buen ciudadano, sino todo lo contrario. Desea ensanchar su libertad cuanto pueda. Por eso, no es colaboracionista del Estado, sino su enemigo declarado. Ácratas conoce el fraude de la Monarquía de Partidos, que consiste, nada menos, que en fingir lo que no es, democracia, y hacer todo lo contrario de lo que promete. Porque, en ausencia de Democracia, las promesas electorales son vanas expectativas para Pueblo; sus necesidades nunca serán resueltas, pues disminuirían los provechos de la clase financiera dominante, autora de su farsa democrática.
Ácratas exige veracidad al Poder. Que aflore la Plutocracia entre bambalinas, que dé la cara. Si se instaurara en España un Régimen en el que cada ciudadano tuviera un voto ponderado de peso igual al de la cantidad de millones de euros de su patrimonio, nada sería distinto. La inmensa mayoría de los españoles no podría votar, ciertamente. Sin embargo, votarían grandes personajes, como Amancio Ortega, Enrique Bañuelos, Luis Portillo, Juan Abelló, José Manuel Loureda, Luis del Rivero, Florentino Pérez, Joaquín Rivero, Manuel Manrique, Bautista Soler y José María Aristrain. Esther y Alicia Koplovitz, Manuel Jove, Isak Andic, Rosalía Mera, Ignacio Polanco, Gabriel Escarrer y Emilio Botín, etc... Y las leyes salidas del Parlamento de la Monarquía Plutocrática Española serían exactamente las mismas que salen hoy.
¿Qué ventaja traería eso al Pueblo? Que, por lo menos, no sería responsable de sus desgracias, como pretenden que lo sea ahora; y que, como en épocas de esclavitud, los amos serían responsables de su sostén hasta su muerte. ¡Y qué claridad para el Pueblo, poder aborrecer a los responsables de su destino, en vez de, como ahora, simplemente envidiarlos!
Ácratas

1 COMENTARIOS:

patalete .

No se porqué, pero el párrafo final, me trae a la memoria una película antigua protagonizada por F. Fernán Gómez, profesor de Derecho Romano, que pretendía abolir su supuesta libertad y constituirse en esclavo de otro.

Si, es posible que una esclavitud moderna bien regulada jurídicamente con deberes del amo como también las tenía en el Imperio Romano, resultara para muchos, mejor que su pseudo-libertad virtual actual, en la que algunos "parias de la tierra", carecen de toda libertad real además de cualquier seguridad de poder comer mañana. La comida y el techo, de esclavo, la tendría asegurada.

Y todo estaría más claro.

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