Aznar —el ex legúmino Presidente— fue entrevistado por los medios del Vaticano (COPE y LDTV) y contribuyó tanto como pudo a la crispación que consume en trifulcas a la Monarquía Garbancera Federispana. También habló de libertad, demostrando que ignora ese concepto político tanto como sus oponentes socialistas, comunistas y nacionalistas; disertó sobre la partitocracia que asuela España y la confundió con una democracia; y se quejó de la manipulación de la opinión pública a cargo de los partidos de izquierda entre el 11 y el 14-M, sin admitir que también él manipuló desde el Gobierno con la misma impudicia que denuncia en sus contrincantes.
Aznar, como el resto de los políticos españoles que medran restringiendo la libertad de la ciudadanía, confunde informar con distorsionar, libertad con liberalismo neoconservador; democracia con partitocracia y poder ciudadano con poder de las oligarquías. En definitiva, como buen neofranquista, confunde legalidad con legitimidad. Habrá que explicárselo como a un párvulo: El franquismo fue legal, pero no legítimo; la partitocracia actual de la Monarquía Garbancera Federispana, paraíso del expolio, del disfraz y de la Mediática, es legal, pero no legítima. En cambio, la III República Constitucional Española, libremente instaurada, será legal y también legítima.
Si Aznar hubiera sido un Presidente de la III República Constitucional, de haber ocurrido el atentado del 11-M, habría tenido el respaldo de todos los españoles; que no habría ocurrido, porque España no habría participado en la invasión de Irak. Por más que Aznar lo hubiera intentado en el Parlamento, la mayoría de los diputados del Legislativo republicano se lo habrían impedido por mandato imperativo de sus representados, esos mismos que se manifestaron contra la guerra en toda España (Puede que Aznar no sepa que me refiero al mismo mandato imperativo que la Constitución de 1978 prohíbe y que los partidos ejercen subrepticiamente, al penalizar el "transfuguismo" de los diputados que no obedezcan sus dictados de sus jefes).
Aznar, a pesar de su "milagro económico", ha acabado en la cloaca de la Historia, víctima del exceso de poder acumulado en la Legúmina Presidencia. Y ZP sigue exactamente sus pasos, porque es otro legúmino Presidente que domina peligrosamente Ejecutivo y Legislativo; que dicta leyes ad-hoc al compás de las exigencias de sus patrocinadores oligarcas o de sus necesidades electoralistas; que oprime al Poder Judicial buscando impunidad para sus delitos; que compra a los medios que sostienen la ficción de su decencia; y que pacta troceamientos territoriales con los independentistas, porque, sin el apoyo directo del voto popular, ha de comprar el de los diputados electos, que cambian las esperanzas de sus votantes por privilegios.
Ambos legúminos saben bien, aunque dilapiden imponentes presupuestos para ocultarlo, que la necedad y la bellaquería aisladas nada dan; pero que revestidas de dignidad y bien retribuidas producen colaboracionistas que danzan alrededor de su poder, baboseantes lamedores, nepotes, enchufados, enlistados, ciegobedientes sin sentido del honor y carroñeros del festín de la Monarquía Garbancera, que sufragamos los perplejos y exhaustos ciudadanos españoles.
La Monarquía Garbancera Federispana, en su oneroso existir ficcional al amparo del disfraz y la Mediática, se tambalea. Pero aún durará hasta el fallecimiento del oropelado Garbanzo ungido por el General Franco. Los españoles —por miedo o por indiferencia— no solemos aumentar nuestras libertades hasta el fallecimiento de quien nos las secuestra, tras enterrarlo con todos los honores.
Aznar, como el resto de los políticos españoles que medran restringiendo la libertad de la ciudadanía, confunde informar con distorsionar, libertad con liberalismo neoconservador; democracia con partitocracia y poder ciudadano con poder de las oligarquías. En definitiva, como buen neofranquista, confunde legalidad con legitimidad. Habrá que explicárselo como a un párvulo: El franquismo fue legal, pero no legítimo; la partitocracia actual de la Monarquía Garbancera Federispana, paraíso del expolio, del disfraz y de la Mediática, es legal, pero no legítima. En cambio, la III República Constitucional Española, libremente instaurada, será legal y también legítima.
Si Aznar hubiera sido un Presidente de la III República Constitucional, de haber ocurrido el atentado del 11-M, habría tenido el respaldo de todos los españoles; que no habría ocurrido, porque España no habría participado en la invasión de Irak. Por más que Aznar lo hubiera intentado en el Parlamento, la mayoría de los diputados del Legislativo republicano se lo habrían impedido por mandato imperativo de sus representados, esos mismos que se manifestaron contra la guerra en toda España (Puede que Aznar no sepa que me refiero al mismo mandato imperativo que la Constitución de 1978 prohíbe y que los partidos ejercen subrepticiamente, al penalizar el "transfuguismo" de los diputados que no obedezcan sus dictados de sus jefes).
Aznar, a pesar de su "milagro económico", ha acabado en la cloaca de la Historia, víctima del exceso de poder acumulado en la Legúmina Presidencia. Y ZP sigue exactamente sus pasos, porque es otro legúmino Presidente que domina peligrosamente Ejecutivo y Legislativo; que dicta leyes ad-hoc al compás de las exigencias de sus patrocinadores oligarcas o de sus necesidades electoralistas; que oprime al Poder Judicial buscando impunidad para sus delitos; que compra a los medios que sostienen la ficción de su decencia; y que pacta troceamientos territoriales con los independentistas, porque, sin el apoyo directo del voto popular, ha de comprar el de los diputados electos, que cambian las esperanzas de sus votantes por privilegios.
Ambos legúminos saben bien, aunque dilapiden imponentes presupuestos para ocultarlo, que la necedad y la bellaquería aisladas nada dan; pero que revestidas de dignidad y bien retribuidas producen colaboracionistas que danzan alrededor de su poder, baboseantes lamedores, nepotes, enchufados, enlistados, ciegobedientes sin sentido del honor y carroñeros del festín de la Monarquía Garbancera, que sufragamos los perplejos y exhaustos ciudadanos españoles.
La Monarquía Garbancera Federispana, en su oneroso existir ficcional al amparo del disfraz y la Mediática, se tambalea. Pero aún durará hasta el fallecimiento del oropelado Garbanzo ungido por el General Franco. Los españoles —por miedo o por indiferencia— no solemos aumentar nuestras libertades hasta el fallecimiento de quien nos las secuestra, tras enterrarlo con todos los honores.
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