Existe en Física algo llamado “impedimento estérico” que viene a decir que dos cuerpos distintos no pueden ocupar la misma posición espacio-temporal. Su inverso, según la Física Cuántica, no es cierto. Así, una partícula puede ocupar dos posiciones espaciales en el mismo instante. Es verdad, aunque sólo para partículas atómicas en condiciones de diseño experimental muy especiales.
En Política, eso no funciona. Yo creo, por ejemplo, que ningún elemento perteneciente a la categoría “nacionalista” puede pertenecer a la categoría “posnacionalista”. Porque son categorías mutuamente excluyentes. Podrá haber partículas autodefinidas como nacionalistas que quieran integrarse en Ciutadans, no lo dudo. Pero sé que serán muy pocas y, probablemente, confundidas en lo que ambos términos –nacionalismo y posnacionalismo- representan e implican. Así que yo no creo en la transversalidad ilimitada en política.
Porque si transversal es lo que se cruza en dirección perpendicular con aquello de que se trata -que significa linealmente independiente o no dependiente de aquello que se trata-, no me parece a mí independiente el concepto de nacionalismo y el de internacionalismo, o el de cosmopolitismo o el de posnacionalismo, sino aun opuesto. Es linealmente dependiente y con coeficiente de linealidad negativo.
Nosotros, Ciutadans (si se me permite usurpar la titularidad de subclase de modo provisional), no somos ajenos al nacionalismo, porque nos oprime y aun nos niega. Porque nuestra cosmovisión es antípoda de la cosmovisión nacionalista en algunas cuestiones sustantivas para la libertad, como la de si las ideas identitarias deben prevalecer sobre los derechos individuales; o la de si los territorios son titulares de derechos, soberanías o lenguas propias, o no.
Un partido político debe estar, en principio, abierto a todos los ciudadanos de buena fe. Excepto a aquellos ciudadanos cuya buena fe les obligue a dinamitar el propio partido, a “partirlo transversalmente” en dos. A esos no puede invitárseles, hay que esquivar sus aportaciones, educadamente.
A mí me preocupa que pudiera ser cierto lo que algunos dicen, el que el posnacionalismo de Ciutadans de Catalunya pudiera ser una versión actualizada del internacionalismo comunista o socialista previo a la caída de la Unión Soviética. Sí, lo sé. No lo dicen así, pero lo dejan entrever.
Los síntomas serían el intento de copar cuadros por parte de exmilitantes comunistas y Psocialistas, muy duchos en los trasiegos de la implementación orgánica y funcional de los colectivos políticos y en el navajeo en corto para ocupar cuotas de poder mediante la asociación en camarillas opuestas que lucharían entre sí con más ferocidad aún de lo que lo hacen contra la injusticia social externa que intentan reparar.
Eso, diréis, no es un asunto tan grave, si luego, una vez darwinianamente decidido quién manda y cuánto, se dedican a lo que han de dedicarse, y salimos adelante. Pero es que no es cierto que ese sea un sistema válido para generar actividad útil, como sí lo es ese otro de buscar personas preparadas en, y convencidas de, la ideología, aunque hayan de aprender lo de la mecánica. Asesores, nunca faltarán.
Y, finalmente, me preocupa otra cosa: que el partido no se abra –como sí debiera hacerlo, deduciéndolo de su ideología posnacionalista- a todos aquellos que no se sienten catalanes porque el “impedimento estérico” no se lo permite: porque el catalanismo y el posnacionalismo no pueden ocupar el mismo preciso espacio-tiempo en sus cuánticos cerebros.
Me preocupa que el nuevo partido no sea permeable a las personas que habitan Cataluña que no se sienten catalanes, y que no lo hacen por oponerse a esa nacionalidad con la española, sino porque a duras penas soportan ya esta última, cansados de las múltiples compraventas que los gobiernos españoles han hecho de ellos y de sus sentimientos identitarios en el mercado de los apoyos parlamentarios madrileños; hartos ya de ser mercancía; hartos ya de engaños nacionales de todo signo.
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