ELECTORES

A ver, españoles: ya que parece que os habéis decidido a votar en las Europeas del 7 de junio, que está claro que os gusta más meterla en la raja de una urna que en la de una modelo de la Pasarela Cibeles, un poco de conocimiento os hará sentiros mucho más cómodos en vuestro lugar descanso, mientras se la lactáis a los políticos, y transitivamente al Rey Coco y a los banqueros.

Os explicaré primero lo que es un feudatario. Un feudatario es el que ha de pagar feudo (tributo con cuya condición se concedía un feudo) por tierras o rentas en usufructo, obligándose a guardar fidelidad de vasallo al donante, en
general el Rey, prestarle el servicio militar y acudir a las asambleas políticas y judiciales que al señor le saliera del pífano convocar. Es, por lo tanto, un vasallo el que está sujeto a algún señor con vínculo de vasallaje. Hay pueblos vasallos y gente vasalla, que es gente que reconoce a otra por superior o tiene dependencia de ella. Bien: vosotros no sois vasallos, sino que, al ser las autonomías españolas feudos del Estado Monárquico Cocotero, los vasallos del Rey son más bien los presidentes autonómicos y todos los diputados que cobran del erario público.

Un súbdito, cosa distinta, es alguien que está sujeto a la autoridad de un superior con obligación de obedecerle; o sea, cualquier natural o ciudadano español, en cuanto que está sujeto a las autoridades políticas del Reino Cocotero: un catalán, un vasco, un manchego o un andaluz, por ejemplo, y, en general, todo español es un súbdito. El súbdito suele ser también tributario, porque paga tributos o está obligado a pagarlos. En España, hay mucho súbdito que es también un pechero. Pechero es el que tributa contribución o censo al rey o señor territorial por razón de los bienes o haciendas (en España, aunque se haya eliminado el impuesto sobre patrimonio en loor y provecho del botinazgo, sigue existiendo el IBI y otros censos con los que apechar, que eso de “apechar con lo que venga” viene precisamente de pechero).

Es noble una persona –y sus parientes, que suelen ser en general más estirados que los ojales de una camiseta– que, por su ilustre nacimiento o por concesión de alguno de los soberanos habidos en esta Península Cocotera, posea algún título del Reino: la Duquesa de Alba o el Marqués de O'Shea (Emilio Botín). Aunque también existe el hidalgo de bragueta, que es aquel padre que, por haber tenido en legítimo matrimonio siete hijos varones consecutivos, adquiere el derecho de hidalguía, en general, hidalgo es el “hijo de alguien”, o sea, aquél por cuyas venas corre sangre pudiente –más puede dinero que palabra de caballero– o noble; hoy día, por ejemplo, José Manuel Entrecanales, Emilio Botín O'Shea o Alicia Koplowitz. En España, como es tradición, ni nobles ni hidalgos pagan impuestos, en la vida real.

Un plebeyo es el que no es noble ni hidalgo. Vosotros, lectores, probablemente sois unos putos plebeyos. Pero también sois, casi seguro, más cosas... Y como más fácil es tapar el sol con un dedo que la verdad con una montaña de mentiras, no debéis fingiros más unos sojuzgados, por ejemplo, que son aquéllos que andan sujetos, dominados, mandados a base de violencia; o unos esclavos, que son los que carecen de libertad por estar bajo el dominio de otro; o unos prisioneros, que son los que están presos, generalmente por causas que no son delito; o unos cautivos, que son los que caen apresados en una guerra; y ni siquiera unos presidiarios, que son los que cumplen en presidio una condena: el presidio, España entera; y el delito, causa de la pena, la cobardía insuperable.

Lo que sois, en realidad, sabiéndoos como la mayor parte de vosotros os sabéis, superfluos como aldabas en un panteón, es servidores voluntarios. Los españoles no debéis pasar por otra cosa. Si servidor es aquél que sirve como criado (o bacinillas), servidor voluntario es aquel doméstico al que parece gustarle servir a sus amos, y vive tan contento con la testuz más agachada que un japonés con visitas. Vuestro mayor mérito es, súbditos, pecheros, servidores voluntarios, que a libarla no hay que enseñaros, porque para eso estáis más dotados que el puto Premio Planeta; y bien sabéis que el mejor servicio que podéis darle ahora a vuestros amos, lo que más gusto les va a dar en todo el bálano, es que enarboléis vuestras papeletas el 7 de junio y corráis a votar.

MALDITO HIJO DE PERRA