De todos los efectos de la dichosa crisis, éste ha sido sin duda el que más me ha impactado. Por el momento. El hundimiento de los mercados bursátiles, sinceramente, me dejó tan fresco; el desplome de la pirámide Madoff incluso me despertó una sonrisa; el crecimiento brutal del paro cada día me subleva, me indigna, me enfada, pero sólo con esta noticia me he quedado verdaderamente hundido, chafado, boqueando como los peces encerrados en un acuario. Y es que he leído que la empresa El Caserío está a punto de cerrar.
No es que me gusten demasiado los quesitos, pero justo es reconocer que siempre han estado ahí, cuando abrías la nevera y no había otra cosa. En esos mediodías de verano, tardes de invierno, un quesito siempre te sacaba del apuro. Tanto así que, aun en los tiempos que peor me iba en la vida y no tenía un duro, llegué a consolarme con
la idea de que, a las malas, y aun a las peores, no habría de faltar una caja de El Caserío. En esos días me imaginaba indigente, sentado sobre cartones, arrebujado en una manta, con un cuchillo en la mano. A los pies media barra de pan abierta y una caja de quesitos para untar.
De alguna manera, los quesitos siempre han estado para mí muy ligados a la infancia. Durante otra época, bastante golfa, en que llevé una vida muy mala y acostumbraba a tambalearme mucho por las calles, a veces tenía un rapto de lucidez, decidía ser bueno y entraba en un colmado al amanecer a comprarme una caja de quesitos. Tirar de la cinta roja y rasgar suavemente la circunferencia era para mí (Proust mediante) algo así como un retorno a la inocencia.
A mi amigo Mijail (no sé si he hablado alguna vez de él, el albano kosovar), recién llegado a España, una de las cosas que mas le gustaron fueron los quesitos El Caserío. Eso y los polvorones. “Qué ricos”, decía –o creía entenderle yo, porque entre el acento y la boca como argamasada, no resultaba fácil la comprensión-. “A ver, dame uno”, me pedía el jefe de su banda. Y yo le daba y repartía también entre los demás sicarios. “Uhm, sí, qué buenos”.
El crack de El Caserío me ha dejado como indefenso ante la vida. Ha desaparecido mi último asidero.
Esta escena ya es totalmente del pasado. Un pasado muy remoto. Los sábados, a eso de la doce, los Baquero montábamos en el coche y nos íbamos al campo. No teníamos un seiscientos, como el del dibujo, no quiero caer en el tópico. Nosotros teníamos un Supermirafiori; y a veces, en lugar de en el campo, desembarcábamos en el Parque Sindical. Pero en ambos casos era igual: mi padre sacaba del maletero las mesas y las sillas de camping, buscaba un lugar a la sombra y las desplegaba. Mi madre extendía luego sobre la mesa un mantel e iba dejando encima de él los cubiertos, unas tarteras que se abrían mediante presillas donde llevaba filetes empanados que se había quedado haciendo por la noche, unos tomates y unas cebollas con los que se ponía a preparar una ensalada, y una caja de quesitos El Caserío para que fuéramos picando. "Pero no comáis mucho, que luego los filetes, como siempre, se quedan pa´mí".
Mi padre compraba vino y gaseosa en el merendero, y unas mirindas para nosotros, los chicos. A veces también traía una bolsa de patatas fritas. Luego comíamos bajo un árbol, los pies en el césped y la luz del sol filtrándose a través de las ramas. El mundo era un lugar acogedor, seguro y dulce, pero eso sí, a cambio de una cosa: de que durante dos horas, cronometradas, nos estuviésemos tranquilo para hacer la digestión. "Jo, qué injusticia", recuerdo que nos enfadábamos bastante.
Si yo pudiera escribir poesías, compondría, como Neruda, una Oda al quesito. Pero mucho me temo que no va a poder ser.
MIGUEL BAQUERO
Escritor
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5 COMENTARIOS:
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La guerra del Congo se planificó con las inversiones de corporaciones multinacionales de Estados Unidos, Alemania, China y Japón en la región, apoyadas por las más poderosas corporaciones, la Cabot Corporation y al OM Group, de Estados Unidos; la HC Starck de Alemania; y Nigncxia, de China. Para la tranquilidad y sosiego de estas multinacionales, y que los millones de dólares corran a raudales, crearon redes criminales con la exclusiva de practicar la extorsión, el soborno, la violación y matanzas a go-go. Esta soberbia idea les ha permitido obtener unos beneficios sin precedentes con la explotación de la minería del Congo. Hasta 6 millones de dólares en cobalto crudo salen a diario de la RDC.
Como premio a la dedicación y saber hacer, algunos personajes relacionados con el negocio del coltán han estado siempre cerca del poder político. Por ejemplo Sam Bodman fue llamado por el Presidente Bush en 2004 para ser Secretario de Energía. Nicole Seligman fue consejera legal de Bill Clinton. Muchos otros, que alcanzaron posiciones de poder con la enternecedora Administración Clinton, pasaron después a ocupar altos cargos en la Sony Corporation.
En el negocio participan distribuidores norteamericanos de armas, como Simax, y las compañías que fabrican material de guerra para el Pentágono, llamadas proveedores de Defensa, Lockheed Martin, Halliburton, Northrop Grumman, GE, Boeing, Raytheon y Bechtel. Incluso organizaciones pseudo humanitarias como CARE, el Comité de Rescate Internacional; Conservation, empresas de relaciones públicas y grandes medios de comunicación como The New York Times.
Enlace: http://acratas.mihost.info/Prometheo/
Caramba, como siempre, don Baquero en su sitio. ¡Y encima defendiendo a la competencia! Baquero es una marca de quesos, ¿no?
En cualquier caso, vedad es que los cambios del mundo mundial nos están haciendo perder las raíces. Otro día, será el Cola-Cao... ¡Y entonces sí que habrá un entierro más sonado que un mardi-grass!
Salud.
Una infancia franquista, gris, tristona
En la España del sol muerta de frío
Nos salvaron las alegres merendonas
De aquel rico quesito El Caserío
Vamos todos a morir, AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH.
ja.ja.ja.
ya no te puedes fiar ni del caserio esto es un simbolo de los tiempos que corren.
hola patalete.Yo fui nacido en el 53 y mi infancia fue en colores y el mayor vicio que conocia era un merengue,el domingo que tocaba,y comerme la fruta de los arboles en la "torre" de mi abuela,viuda de militar republicano.Mi padre veterinario de pueblo,interino,se tenia que levantar MUCHAS NOCHES a la hora que lo llamaran para visitar a una caballeria enferma o ayudar a parir a una vaca en dificultades etc.No quiero contarte mi vida,que por otra parte es un best seller,solo quiero darte otros puntos de vista.Salud y autonomia
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