MARATÓN

[NOTA DEL EDITOR: Este artículo no es político, sino disuasorio. Está aquí publicado para que la gentuza a la que denunciamos todos los días, en estas páginas, sepa qué clase de seres humanos tiene enfrente.]
Son las 8,25 horas del domingo día 16 de marzo. Penetrante olor a a “Reflex” y otros ungüentos similares. Ya estamos todos “encajonados” en el recinto de salida, los dorsales número 1001 hasta el final, en la última cuadrícula vallada de la Avenida María Cristina entre las fuentes de Montjuic y la Plaza de España. Los “buenos” por delante unos ciento y pico de metros en la línea de salida. Miro a mi alrededor y me digo ¿qué hago yo aquí entre esta gente, la inmensa mayoría mucho más jóvenes y seguramente más “científicamente” preparados que yo?. De todas maneras, también veo algunos viejos, mas o menos de mi edad, alguno quizá incluso mayor.

El caso es que aquí estamos después de trece años en que corrí mi sexta y por ahora, ultima maratón. Fue en 1990, la primera vez que se corrió entre la ciudad de Mataró y el Estadio Olímpico de Barcelona. Recuerdo que al llegar junto a las fuentes de Montjuic, más o menos, estaba el kilómetro cuarenta y para finalizar, los dos últimos, subiendo hacia el estadio cuesta arriba, cuando ya llegabas destrozado. ¡Que putada!. En años posteriores, ante la queja de los profesionales, se eliminó la subida final. Me paré en un puesto de la Cruz Roja y me dieron un masaje rápido y contundente en las piernas que me hicieron subir los dos kilómetros que me quedaban, “casi nuevo”. Al final, 3 horas, cuarenta minutos y algunos segundos. Hace trece años, entonces con cuarenta y algunos, ahora cincuenta y tantos. ¿Podré acabar esta, hoy? Estoy seguro que si, siempre me he dicho que el día de la prueba es el menos malo.

Lo peor se ha tenido que superar antes, aunque esta vez, pienso, tampoco ha sido para tanto. Partiendo de los diez o doce kilómetros diarios que vengo haciendo desde hace unos veintitantos años, 3-4 veces por semana, mi “especial preparación” para esta Maratón, ha sido desde dos meses antes, hacer un día más, es decir cuatro o cinco días semanales. Tres de ellos, mas o menos como siempre, quizá algún kilómetro más pero no mucho. Luego el último día de entrenamiento semanal, comencé con 15, luego 18, 20, 24, 26, 30, 32... hasta los 34 que hice dos semanas, la última, ocho días antes de la prueba. Dos de los “días normales”, corriendo junto a un amigo que no dispone de más tiempo. El tercero y el de “larga distancia”, siempre solo, disfrutando del tópico aquel de “la soledad del corredor de fondo”.

Me sorprende el disparo de salida con estos pensamientos y comenzamos, primero a andar, una buena parte de los más de tres mil, que nos hemos congregado en esta hermosa mañana casi primaveral. Es un día espléndido, claro y mas bien fresco. Veo el panel de cronometraje que señala mas de un minuto cuando pasamos bajo el mismo. Ahora ya al trote, pero muy corto, sin poder correr todavía. Bueno, esto va bien así, pues en el precalentamiento, no doy ni un paso de más, solo estiramientos y algún movimiento sin andar ni correr. Mi idea cuando no estás sobrado de preparación, es ahorrar zancadas antes de la carrera, pues si no, luego te harán falta todas al final. Calentar corriendo, si, pero... ya en carrera, comenzando muy despacio al principio.

Enfilamos la Gran Vía, dirección Hospitalet; voy corriendo despacio entre los del último tercio de participantes. Al meternos en el primer paso subterráneo, menos de un kilómetro del comienzo, vemos una larga fila de maratonianos parados de pie en un lateral, haciendo... si, eso que estáis imaginando. Soltando el “grifo”, claro. Risas, gritos, abucheos y cachondeo. Uno, dos tres, cuatro kilómetros en línea recta por la misma avenida. Poco después del kilómetro 4, giramos a la derecha y nos metemos por las calles de L´Hospitalet, ahora ya podemos ver a algunos vecinos, -pocos-, dándonos gritos de ánimo. La verdad, siempre se agradecen, pero ahora todavía no son necesarios. La mañana es muy fresca, corre algo de aire no muy fuerte pero mas bien frío. Seguro que para la inmensa mayoría, es ideal la temperatura, pero yo prefiero algo mas de calor, me va mejor, ya que cuando hace algo de frío, como comienzo a sudar enseguida en todo caso, me molesta la camiseta también fría y pegada al cuerpo. Cuarenta y tres minutos, kilómetro 8, metro Santa Eulalia. Allí he quedado con mi mujer, en vernos la primera vez. Allí mismo la veo haciendo gestos cincuenta metros antes de llegar... “¡Patalete, como vas!” . (No, no me dice Patalete si no mi nombre, pero en fin...) “Muy bien, muy bien, -paso junto a ella sin parar-, ahora estoy mejor que al comenzar” . Es verdad, siempre que hago una carrera, cuando empiezo a “estar bien” es después de pasado siete u ocho kilómetros.

Recuerdo ahora que en mi mejor Maratón, 3,18 horas, 42 años, (La primera la corrí a los 38), comencé a encontrarme muy bien entre el kilómetro 8 y el treinta y tres o treinta y cuatro. Hacia el veintitantos, parecía que me entraban ganas de correr a toda máquina y tuve que “frenarme”, correr menos de lo que me pedía el cuerpo, pensando que al final lo pagaría caro, si seguía con aquellas “alegrías”. Y así fue, después del 35, se agotan las reservas y solo continúas porque mentalmente se está mas preparado para sufrir y continuar, que para abandonar, el abandono se me hace algo insoportable.

Sigue la carrera. Me encuentro ahora “rodeado” de un grupo de “naranjitos”. Diez o doce corredores de un mismo equipo, todos ellos holandeses a los que me “pego” durante varios kilómetros. Uno de ellos, habla algo de castellano y vamos charlando y bromeando algún tiempo. Hay otro de mediana edad, grandote, detrás del cual me coloco y voy así “chupando rueda” - mejor sería decir zapatilla-, durante algunos kilómetros. Creo que es una buena táctica cuando encuentras alguno mas grande que tu que marque un ritmo cómodo, ir así, “ a su zapatilla” de forma similar a los ciclistas. Recuerdo ahora a Joop Zoetemelk, ilustre “chupa ruedas”, pero magnífico ciclista en los años 70, que después de algunos segundos puestos finales, llegó a ganar el Tour. Quizá no sea muy ortodoxo entre profesionales, pero en mi caso, que solo voy a competir conmigo mismo, no está de más aprovechar cualquier evento favorable. Mi única meta es terminar... y si es posible en menos de cuatro horas.

Kilómetro 10, de nuevo en Barcelona, ida y vuelta por el paseo de la Zona Franca, así nos vemos unos a otros entre los que van y los que regresan. Cuando comienzo el cruce con los que vienen detrás me entretengo en contar a ojo de buen cubero, por grupos, los que hay detrás. Cuando calculo unos 600, y veo que aún siguen otros, ya cesamos de cruzarnos en el kilómetro 12, más o menos. No está mal, me digo, seguro que estoy entre los “primeros” 2000. Volvemos a la Gran Vía, ahora en dirección contraria al principio. Nueva pasada por la Plaza de España, mas o menos kilómetro 13, nuevo encuentro con mi mujer, gritos de ánimo. “Ahora es cuando mejor me encuentro, no te preocupes”, le grito al pasar.

Es verdad, ahora ya la “máquina” va a pleno rendimiento. Miro el reloj: una hora y siete minutos. Hago mis cálculos, cuando pasamos por el 8, perdía tres minutos, contando a cinco minutos por kilómetro, ahora pierdo dos, o sea que entre el 8 y el 13, he corrido en algo menos de 5 minutos por kilómetro. Pues voy bien. Ahora enfilamos la larguísima recta de más de seis kilómetros en la Gran Vía de las Cortes Catalanas, por la que corremos, los que van a mi ritmo, claro, durante media hora más o menos. Hace un rato, he dejado a los de color naranja, el grupo principal, iba algo mas despacio de lo que yo quería, así es que los quedé detrás. Pero vuelvo a “chupar rueda” tras una pareja, hombre y mujer que iban juntos casi hombro con hombro y a mi ritmo. Hago toda la Gran Vía tras ellos, luego ya en la calle ¿ Bilbao?, Al girar a la izquierda, sobre el kilómetro 19, también los perdí, no estoy seguro si quedaron detrás.

Continúan los kilómetros. En el 20, me paro en el avituallamiento, prefiero beber ahora toda la botella de agua y si lo hago corriendo, no puedo. La termino rápidamente y saco de un pequeño bolsillo interior del pantalón de deporte, una de las tres pastillas de glucosa de las que voy pertrechado. Me había comido dos, un rato antes de comenzar la prueba. Ahora la mastico rápidamente y su sabor muy dulce, me encanta, no lo puedo disimular, soy muy goloso. Estamos ahora en pleno barrio de San Andrés, aunque no controlo el nombre de las calles por las que pasamos. Veo la señal de la “Mitja Marató”, ¡que alivio! Ya vamos por la mitad, ahora parece que la segunda parte es como si corrieras cuesta abajo. Solo es una composición mental, que me hago, pero parece que me ayuda pensarlo así. De momento, las sensaciones, continúan siendo buenas.

Al llegar a la "media", miro de nuevo el reloj, pierdo cinco minutos respecto a los cinco por kilómetro, no está mal, mi pretensión inicial, era no perder mas de treinta al finalizar, es decir, terminar en cuatro horas, pero quien sabe lo que puede pasar en los últimos. Estoy bastante seguro de llegar a los treinta y cuatro o treinta y cinco Km., sin mucha pérdida de tiempo, pero después... es una incógnita, cuando se termine la distancia hasta la que he entrenado. Sobre todo, después de trece años, sin haber corrido esta distancia.

De nuevo en el kilómetro 22, paso delante de mi mujer que ha salido en el Metro San Andrés. Nuevos gritos de ánimo. En el 23 aproximadamente, damos la vuelta hacia abajo, ahora vamos más o menos en suave pendiente de descenso. Poco después del 24, después de un giro de 180 grados, pasamos de nuevo por el mismo punto del 22. Veo muchos corredores a los que le llevo mas de dos kilómetros... pues no está mal, seguro que no llegaré de los últimos, el que no se consuela es porque no quiere.

Nuevos gritos de ánimo de mi mujer a la que ya solo veré a la llegada. Entre los kilómetros 26 y 28, la amplia Avenida de la Rambla de Prim, prosigue un descenso suave en dirección mar. Continúo con buenas sensaciones, ya se va notando algo el cansancio, pero dentro de lo normal, aun la carrera sigue poco más o menos al mismo ritmo. Ya llegará la “bajada”, me digo, pero hay que aprovechar mientras llega.

Me pasa un grupo de cuatro o cinco que parecen ir en equipo. Van a bastante mejor ritmo que yo, pero veo también que todos son bastante más jóvenes. ¿Y que demonios hacían éstos todo el tiempo corriendo detrás, si ahora van mucho mas deprisa? No lo entiendo, pero bueno, cada uno hace la carrera como mejor sabe o quiere. Pasado el kilómetro 28, alcanzo a mi vez a un “viejo”, debe tener mi edad o quizá un poco más. Tiene algún problema, pues lo vi unos metros delante pararse y comenzar a andar. Al llegar a su altura, lo animo, “venga, vamos “p´alante, que esto está casi acabado”. Sonríe, se anima y comienza a correr de nuevo. Vamos juntos un kilómetro mas o menos, por la calle Llull y luego por la Diagonal en dirección centro de Barcelona. En esta Avenida, hacemos un kilómetro aproximadamente y luego regresamos hacia atrás por la misma, otra vez dirección salida de Barcelona. Otro cruce de corredores por “carriles” distintos y al finalizar, puedo ver bastante gente, por detrás, con dos kilómetros menos de los que yo llevo. Cuando acabamos esta calle, llegamos al Km. 31. Un poco antes, en el avituallamiento del 30, mi “viejo amigo”, me dice que siga, que él continúa con problemas de tirones o calambres. Va a seguir, pero por ahora andando. ¡Lástima!. Me despido de él deseándole suerte y sigo adelante.

Saco mi segunda pastilla de glucosa, no sé si es algo psicológico, seguro que si, pero parece que me repongo un tanto después de beber y comérmela; recobro nuevas energías. Ahora si, comienzo a notar las piernas mas pesadas, pero a pesar de todo, cuando he mirado el reloj en el kilómetro 30, solo perdía siete minutos. Total, solo dos entre el 21 y 30. Vamos bien, me digo.

Otra ida y vuelta de dos kilómetros por una amplia y recta calle del barrio de Pueblo Nuevo y nueva vista y cruce de corredores. Poco después de terminar el cruce, llegamos al kilómetro 34, ahora vamos dirección al centro de Barcelona, por la costa, vemos el “Mare Nostrum” con unas pequeñas olas casi en completa calma. La vista descansa y se alegra, pero las piernas... eso ya va siendo otro cantar. Ahora, precisamente ahora, un poco después del 34, en un giro a la izquierda, subimos un paso elevado sobre una calle y aunque la cuesta es de unos cuarenta o cincuenta metros, me parece una pared. Fue el único punto de la carrera en que sentí una rara sensación, como de desfallecimiento. Echo a andar unos metros cuesta arriba, pero en la bajada, vuelvo a correr de nuevo, el “bache” quedó superado, aunque lo cierto es que ahora ya, el ritmo de carrera, se fue haciendo mas lento, en el kilómetro treinta y cinco, la pérdida era ya de doce minutos, (siempre respecto al ritmo de cinco minutos por kilómetro). Ahora ya, mis “metas intermedias” era llegar a los puestos de avituallamiento, cada cinco kilómetros, coger la botella de agua, pararme a beber y... continuar corriendo. Me como mi última pastilla de glucosa en el 35.

Dejo atrás la Torre MAPFRE y el Hotel dels Arts, los dos edificios mas altos y emblemáticos de la moderna Barcelona 92. Ahí os quedáis, les digo con rabia, cuando quedan atrás. Ahora ya, me pasan de vez en cuando algunos corredores, pero me alegra ver que todos los que me quedan atrás, son mas jóvenes, que yo. En contrapartida, voy viendo cada poco trecho, algunos que ya no pueden seguir corriendo y comienzan a andar. Bueno, yo también adelanto a algunos, me digo, aunque no me alegra pensar que varios de ellos, quizá no terminen la prueba... después de hacer treinta y tantos kilómetros. No es justo.

Rodeamos por el exterior el Parque de la Ciudadela, y llegamos al Paseo de Colón y poco después al kilómetro 38. ¡ Venga esto se acaba! Le grito a uno de aquellos que ahora ya van andando al pasarlo. Se anima unos momentos y echa a correr. Hacemos más de un kilómetro juntos, pero... al llegar a las Ramblas, se para de nuevo y se queda andando.

Ahora ya, enfilamos las Ramblas hacia arriba, es una pendiente suave, pero... después de 39 kilómetros en las piernas, parece el Angliru en la Vuelta a España. Ahora ya hay mas gente animando, eso parece que lo suaviza algo, de todas formas es un kilómetro y medio mas o menos, cuesta arriba.

En la calle Pelayo, pasamos el 40, “ésto ya está hecho”, me digo. Miro de nuevo el reloj, ahora la pérdida es ya de unos dieciocho minutos, pero ya todo lo que queda es completamente llano e incluso algún tramo de la calle Sepúlveda en suave descenso. Veo al final de la calle, la Plaza de España, por tercera vez... y ahora la última, cuando lleguemos. La carrera es ahora lenta, zancadas muy cortas, el cansancio va haciendo cada vez mas mella, pero en ningún momento he tenido sensación de “pájara”, quizá lo peor fue aquel momento del kilómetro 34.

Paso el 41 antes de la mitad de la calle Sepúlveda, ahora el ánimo sube, ya sé que voy a terminar... mas o menos bien. En contrapartida, las piernas parece que van lastradas con plomo, la calle es muy llana la temperatura sigue siendo fresca, preferiría que hiciera algo mas de calor pero ya ¿qué mas da?, me digo, esto se termina. Plaza de España, y.. ¡ Por fin! El ansiado, deseado, maravilloso kilómetro 42. Enfilo la recta final. Veo el panel de cronometraje marcando 3.51 y me acuerdo de hace veinte años, mi primera Maratón, en que con toda la inexperiencia y múltiples problemas al final, (mas que ahora, pese a los veinte años transcurridos), hice. 3,50,49. Siento una cierta euforia al saber que voy a terminar mas o menos como entonces y corro al “sprint” los últimos 100 metros, aun me quedaba algo de gas. Paso la línea: 3.51,51 Y... SE ACABÓ.

Después recojo la bolsa con los “trofeos”: algunos productos de casas comerciales y un gran medallón conmemorativo de bronce o similar de la Maratón Barcelona 2003. Luego de reunirme con mi mujer, y beber dos o tres botellines de agua, voy a los puestos de masaje: Tras unos quince minutos de ponerme en manos expertas me dejan las piernas “casi” nuevas. Regresamos a casa.

Por la tarde “navego” por Internet y veo ya las clasificaciones: Alberto Juzdado, primero. Con 2.11´12´´, yo el mil setecientos y pico, 3.51´51´´. Este es el tiempo de llegada, luego hay otra clasificación de “tiempo real”, en la que he hecho 3.50´49´´ , es decir un minuto y algo menos, éste es el tiempo transcurrido desde que pasamos ante la línea de salida, hasta la de llegada. Así es que me quedo con éste. Cuando miro, el diploma del año 1983, marcaba 3.50´07´´, es decir, solo he tardado cuarenta y dos segundos más que entonces. El último clasificado, en el puesto 2.700 y pico, (estoy citando de memoria), con 5 horas 58 minutos y algunos segundos. O sea, que estoy mas cerca del tiempo del primero que del último. ¿Veis como el que no se conforma es porque no quiere?.

Me había propuesto antes de comenzar la prueba, que si la terminaba bien, sería la última, luego después, algunas “medias” y los clásicos entrenamientos de diez o doce Km, tres veces por semana. Pero ahora un día después, ya recuperado, con algunas “agujetas”, no muchas, en los muslos que casi son agradables, pienso si no será mejor edad de “jubilación” maratoniana los 60 años... quizá una o dos más... ya veremos.

Desde aquí animo a cualquiera que haga sin problemas diez o doce Km habitualmente, que se anime a correr la Maratón si es que no lo ha hecho nunca. Ya sabéis: si os entrenáis habitualmente, solo es necesario, dos o tres meses antes, ir aumentando kilometraje, un día a la semana, hasta llegar a los treinta y tantos. Solo eso. Seguro que es una preparación muy poco “científica” pero a mí me ha valido siempre. ¡ Animo!. Hasta la próxima.


Coda:

La “próxima” fue Madrid 2005, bastante más dura que la de Barcelona. Con dos añitos más, hice 4 horas y dos minutos. Y hasta ahora no he repetido, si bien, sigo con “medias. Este año he corrido dos, Barcelona, y Bañolas. Creí tras la de Madrid que no volvería a reincidir pero....tal vez me lo piense cuando dentro de muchos, muchos años, je, je, llegue a la edad de jubilación oficial, es decir a los 65.


PATALETE

6 COMENTARIOS:

patalete .

¡ CAGÜEN TOO ! me disponía a copiar y pegar la segunda parte de la crónica que tenía guardada desde hace años y ahora veo que se me ha borrado de un archivo word donde estaba. Tengo bastantes cosas guardadas en el computador de mi hija pero no iré a su casa hasta dentro de dos o tres días y lo miraré allí. Si no lo recupero, puedo prometer y prometo, que lo recompondré de memoria en lo que pueda aunque será sin detalles concretos. Este jodío dinosaurio de Patalete, no tiene ni puñetera idea de informatíca. Y donde dice "se me ha borrado", debería decir, "lo has borrado sin querer so burro".

Y bien, si alguno me dice como "recuperar" este tipo de archivos, adelante. Aunque supongo que no se podrá.

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¡Pero coño, Patalete! ¿Cómo nos vas a dejar tu artículo "MARATÓN" EN media maratón?

Pues ya te veo, si te falla lo de la copia de seguridad de tu hija, recomponiendo tus recuerdos a base de remirar y remirar las fotos de ese día...

¡Suerte!

. .

Espero que la vuelvas a correr muy pronto, Patalete, puto héroe. Los "nenes" de ahora, mimadines por las circunstancias de su escasez natalicia, debieran aprender que nadie es tan importante como para no jugarse la vida, como has hecho tú tantas veces, por un ideal. El tuyo, la superación.

Un abrazo.

[Me ha parecido lo más coherente no interrumpir el relato, sino escribirlo todo seguido... ¿Por qué no? Cualquiera que lo lee así se "cansa" metido en tu pellejo.]

. .

¡Joder con el abuelito, menuda proeza...! Leer tu historia e ir sufriendo contigo ha sido todo uno. ¿Sabes lo que dura tu maratón, Patalete?

3.234 palabras. Es decir, ¡77 palabras por kilómetro! ¡Una palabra cada 13 metros!

¡Toda una maratón, Patalete! Una lección para nuestros enemigos... ¡Cualquiera acaba con nosotros! ¡Primero tendría que cogernos, y no le va a ser fácil!

Y después de trece años sólo perdiste 11 minutos respecto a la Mataró-Barcelona de 1990. Lo dicho, un abuelete atómico.

¡Eres grande, Patalete!

Anonymous .

Joder, y pensar que yo hago 3 kilómetros y ya estoy para arrastre. Manda leches, ayer mientras corría me acordaba del Patalete, e iba pensando en que hacer una maratón era 14 veces lo que yo estaba sufriendo. En los últimos metros ya me estaba cagando en todos los santos del señor Patalete mientras empleaba el poco oxígeno que me quedaba en la sangre para exprimirlo en los músculos de mis piernas y en las dos o tres neuronas que todavía me permitían pensar en algo distinto que no fuera llegar al puñetero final.

patalete .

Ja, ja, ja,.....!

Mess: vaya forma de "leer" mi croniquilla. Jamás se me habría ocurrido los de las 3.234 palabras, 77 palabras por kilómetro, una palabra cada 13 metros. Dime, como coño, las cuentas sin hacer la cuenta de la vieja.

A Anónimo de los 3 km. : no te preocupes por ir para el arrastre a los 3 Km. Para mi lo mas duro, lo que resulta imposible es correr tres km. a un ritmo tal, que sea el equivalente al de una maratón. Por ejemplo, si se corren los 42,195 Km. a un ritmo de 5,30 minutos por Km., podría equivaler a correr 3 Km. a ritmo de 4,15 o 4,20 min. por Km. Pues ésto último, me resulta imposible, me asfixio. Pero lo primero, entrenando sí puedo hacerlo. Es cuestión de encontrar tu propio ritmo y prueba. Para mi lo mas duro e imposible sería correr los cien metros lisos en un tiempo "bueno" .

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