La Conferencia Episcopal Española se ha dirigido a todos los católicos, mediante una nota de su Comisión Permanente, orientando a sus fieles para el voto en las próximas Generales del 9 de marzo. Me siento en la obligación de advertir, antes de comenzar este artículo, que soy ateo convencido. No agnóstico, sino ateo. Por lo tanto, todo lo que describo a continuación, aunque puedan parecer alabancias para la Iglesia, entiendo que es la verdad, según se desprende de sus fuentes y de las del Ministerio de Hacienda.
La Iglesia Católica Española organiza su poder terrenal alrededor de la Conferencia Episcopal que comulga con el Santo Pontífice en labores de divulgación de la Buena Noticia. Cuenta para ello con más de 40.000 instituciones eclesiásticas en forma de diócesis, parroquias, monasterios, fundaciones —pías o no—, ONGs, arzobispado castrense y universidades.
Sus actividades principales son pastorales o predicantes, asistenciales, educativas y conservadoras de su propio patrimonio, de incalculable valor. Clero y culto se sostienen con la aportación que el Estado recauda para la Iglesia, el 0,7% del IRPF de los españoles que desean donarlo. La Iglesia se presentiza en todo momento humano: bautiza, casa y entierra. Por si eso fuera poco, suministra valores morales y hasta perdona los pecados. Pero también educa y defiende a sus fieles, como buenamente puede, de las agresiones de lo mundanal, que son muchas.
El 80% de los españoles se declara católico. De entre los españoles, 8 millones van a Misa semanalmente. Tomando en cuenta que un obispo gana 900 € al mes; y un sacerdote, 700 €; y que cotizan todos a la Seguridad Social con las prestaciones básicas y que se jubilan con la mínima pensión, que tal rebaño sea guiado por tan sólo 20.000 sacerdotes es prueba de productividad digna de factoría japonesa: en 2007 bautizaron a 285.000 neonatos, dieron su Primera Comunión a 265.000 niños y confirmaron a 132.000, casaron a 150.000 parejas y enterraron a la mayor parte de los 370.000 fallecidos. Atendieron socialmente a 1.850.000 personas en 3.350 centros de todo tipo y educaron a 1.750.000 jóvenes —a la mitad de costo para el Estado que si hubieran sido educados en la enseñanza pública— en 5.000 colegios y 200 centros universitarios.
A cambio, la Iglesia Católica no paga plusvalías ni Impuesto de Sucesiones ni IAE ni IVA, exactamente igual que el resto de organizaciones sin ánimo de lucro y que las demás confesiones.
Según el Ministerio de Hacienda, la Iglesia recibe del Estado 4.325 millones de euros entre IRPF, colegios concertados, sueldos a profesores de Religión, organizaciones sociales, hospitales e instituciones de beneficiencia, capellanías castrenses en cárceles y cuarteles, mantenimiento del patrimonio inmobiliario y artístico y actuaciones en el ámbito urbano. Recibe también cuantosísimas donaciones de católicos de todo nivel de renta (muchas, post-mortem; pero más de los bien vivos), incluso de magnates empresariales o de las finanzas, muchos de ellos incardinados en organizaciones como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo. Nadie puede negar que los valores morales que la Iglesia infunde en sus fieles les da el coraje necesario para triunfar, no sólo en la consecución del Cielo, sino también en los negocios y en la misma vida.
Por todas y cada una de las causas descritas, la Iglesia Católica, si se lo propone, puede movilizar a golpe de pito a más de 14 millones de votantes (sólo el PP, contabilizará en las próximas Generales 11 millones de esos votos, con total seguridad). Pero la Iglesia no sacará el pito porque su verdadero reino no es de este mundo; y en el Otro, 4.325 millones de euros al año no sirven ni para ocupar una silleta de gallinero en Presencia del Padre. Si a Zapatero le queda el más mínimo atisbo de sentido común, si no quiere acabar como tantos otros han acabado antes, debe permanecer calladito y hacer que el hato de pelotilleros que lo incensan continuo —que no conocen los datos ut-supra— cierren también sus bocazas y usen sus lenguas para lamerse los empastes.
La Iglesia Católica Española organiza su poder terrenal alrededor de la Conferencia Episcopal que comulga con el Santo Pontífice en labores de divulgación de la Buena Noticia. Cuenta para ello con más de 40.000 instituciones eclesiásticas en forma de diócesis, parroquias, monasterios, fundaciones —pías o no—, ONGs, arzobispado castrense y universidades.
Sus actividades principales son pastorales o predicantes, asistenciales, educativas y conservadoras de su propio patrimonio, de incalculable valor. Clero y culto se sostienen con la aportación que el Estado recauda para la Iglesia, el 0,7% del IRPF de los españoles que desean donarlo. La Iglesia se presentiza en todo momento humano: bautiza, casa y entierra. Por si eso fuera poco, suministra valores morales y hasta perdona los pecados. Pero también educa y defiende a sus fieles, como buenamente puede, de las agresiones de lo mundanal, que son muchas.
El 80% de los españoles se declara católico. De entre los españoles, 8 millones van a Misa semanalmente. Tomando en cuenta que un obispo gana 900 € al mes; y un sacerdote, 700 €; y que cotizan todos a la Seguridad Social con las prestaciones básicas y que se jubilan con la mínima pensión, que tal rebaño sea guiado por tan sólo 20.000 sacerdotes es prueba de productividad digna de factoría japonesa: en 2007 bautizaron a 285.000 neonatos, dieron su Primera Comunión a 265.000 niños y confirmaron a 132.000, casaron a 150.000 parejas y enterraron a la mayor parte de los 370.000 fallecidos. Atendieron socialmente a 1.850.000 personas en 3.350 centros de todo tipo y educaron a 1.750.000 jóvenes —a la mitad de costo para el Estado que si hubieran sido educados en la enseñanza pública— en 5.000 colegios y 200 centros universitarios.
A cambio, la Iglesia Católica no paga plusvalías ni Impuesto de Sucesiones ni IAE ni IVA, exactamente igual que el resto de organizaciones sin ánimo de lucro y que las demás confesiones.
Según el Ministerio de Hacienda, la Iglesia recibe del Estado 4.325 millones de euros entre IRPF, colegios concertados, sueldos a profesores de Religión, organizaciones sociales, hospitales e instituciones de beneficiencia, capellanías castrenses en cárceles y cuarteles, mantenimiento del patrimonio inmobiliario y artístico y actuaciones en el ámbito urbano. Recibe también cuantosísimas donaciones de católicos de todo nivel de renta (muchas, post-mortem; pero más de los bien vivos), incluso de magnates empresariales o de las finanzas, muchos de ellos incardinados en organizaciones como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo. Nadie puede negar que los valores morales que la Iglesia infunde en sus fieles les da el coraje necesario para triunfar, no sólo en la consecución del Cielo, sino también en los negocios y en la misma vida.
Por todas y cada una de las causas descritas, la Iglesia Católica, si se lo propone, puede movilizar a golpe de pito a más de 14 millones de votantes (sólo el PP, contabilizará en las próximas Generales 11 millones de esos votos, con total seguridad). Pero la Iglesia no sacará el pito porque su verdadero reino no es de este mundo; y en el Otro, 4.325 millones de euros al año no sirven ni para ocupar una silleta de gallinero en Presencia del Padre. Si a Zapatero le queda el más mínimo atisbo de sentido común, si no quiere acabar como tantos otros han acabado antes, debe permanecer calladito y hacer que el hato de pelotilleros que lo incensan continuo —que no conocen los datos ut-supra— cierren también sus bocazas y usen sus lenguas para lamerse los empastes.
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