
España no es Europa. Nunca lo ha sido. La Reconquista y lo que llegó después terminaron por separarnos del continente. La "vividura" del español -castellano, catalán, navarro...- se forja a partir del hueco dejado tras la expulsión de judíos y moriscos. La contrarreforma trentina hizo el resto.
El concepto nación, por supuesto, es del XIX, pero aquí, tres siglos atrás, ya se había prefigurado la característica básica de lo español y de lo ibérico. Mientras Descartes inventa la razón capaz de discernir lo que es vigilia y lo que es sueño; mientras el protestantismo glorifica el trabajo y las obras "en esta vida"; mientras Newton concibe una máquina a la que llama Naturaleza; en España Cervantes inventa a un hidalgo que nos sugiere que nada es real, que incluso nosotros, lectores, somos personajes de una gran novela; el cristiano viejo abomina del trabajo manual y del lucro por considerarlos propios de moros y judíos; los poetas y los pintores nos muestran una realidad difusa y engañosa, cuyo paradigma es la torre de Segismundo, la Torre de Juan Abad, el espejo de Velázquez, la "Fama" de Jorge Manrique.
Y esto ha sido así y siempre será así, por los siglos de los siglos, porque somos incapaces de asumirlo, de extraer oro -como diría Baudelaire- del barro más miserable.
Y esto es lo que siempre nos ha hermanado a castellanos, catalanes, navarros, portugueses... Le pese a quien le pese.
Y esto no tiene por qué ser malo. No tiene por qué ser un lastre.
Los del 98 dieron con la clave, pero eran unos pésimos pensadores políticos. Cuando Unamuno dice que inventen ellos, cuando critica las ansias orteguianas y republicanas de mirarnos en el espejo europeo, está dejando al descubierto una gran verdad. La única verdad del devenir hispánico: estamos perdidos y, si escogemos el camino de la luz, de la razón, de la Europa protestante, nos perderemos aún más.
Tristemente, Unamuno no supo ir más allá -hablaba de un Cristianismo español, diferente al romano, que podría ser nuestra aportación más luminosa al mundo-. No pudo, en realidad, ir más allá. El desastre de la Segunda República le dio el tiro de gracia.
Lo que España -Cataluña y País Vasco incluidos- necesita es asumir de una puta vez su historia. Dejarnos, de una puta vez, de revisiones memórico-históricas interesadas e identitarias.
Tenemos, por una puta vez, todas las claves. Somos españoles, le pese a quien le pese. No somos europeos, le fastidie a quien le fastidie. No creemos en la literalidad de la razón, le joda a quien le joda. Vemos gigantes donde hay molinos, le encabrone a quien le encabrone. Hemos mamado todos -¡todos!- de la misma ubre ibérica de castas irreconciliables pero íntimamente complementarias, le duela a quien le duela.
Pero -insisto- por vez primera, poseemos la fórmula política necesaria, única en el mundo, enteramente hispánica, ibérica: la República Constitucional.
Un saludo a todos,
AQUILES