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MANIFIESTO DE MAESTROS Y PROFESORES

(Por un sistema educativo libre, eficaz e independiente)

Cuando la soledad de un amplio colectivo de ciudadanos y la falta de representación política de sus argumentos impelen al desencanto y a la irritación, pero también a la sagacidad, es un deber inexcusable de la sociedad civil tomar la iniciativa y exigir que se tengan en cuenta sus reivindicaciones.

Sostenemos como incontrovertibles las siguientes evidencias: que el de los docentes es uno de los colectivos profesionales de España más desguarnecido, más irrepresentado, más desengañado, más enfadado y, en

ENSEÑANZA OBLIGATORIA

Si bien se suele asumir incondicionalmente la relación que se establece entre los conceptos de libertad y responsabilidad, a menudo se olvida el hecho incontrovertible de que aquélla forja ésta y que sin ésta resulta imposible que aquélla se desarrolle con garantías. Del mismo modo que una libertad sin responsabilidad está abocada a la anarquía más absoluta, la responsabilidad sin libertad se convierte en tiranía o en el despotismo de una aristocracia que se otorga a sí misma la potestad para ejercerla.

DESEDUCATIVOS, ¿POR QUÉ?

Hasta el siglo XIX, y desde la búsqueda de la kalokagathía griega -la cualidad ideal de aunar lo bello y lo bueno-, pasando por la humanitas latina, el Humanismo renacentista y llegando, incluso, hasta el ideal “pansófico” de un Comenius, la esencia de todo aprendizaje consistió en la relación vertical entre el maestro o instructor y el alumno que pretendía ser instruido. Dicha verticalidad quedaba establecida por la promesa y esperanza de mejoramiento, de ascensión -intelectual o espiritual- hacia un objetivo que siempre coincidió con la areté, virtud que se encarnaba en un ser humano y lo convertía en

ESPAÑA

España no es Europa. Nunca lo ha sido. La Reconquista y lo que llegó después terminaron por separarnos del continente. La "vividura" del español -castellano, catalán, navarro...- se forja a partir del hueco dejado tras la expulsión de judíos y moriscos. La contrarreforma trentina hizo el resto.

El concepto nación, por supuesto, es del XIX, pero aquí, tres siglos atrás, ya se había prefigurado la característica básica de lo español y de lo ibérico. Mientras Descartes inventa la razón capaz de discernir lo que es vigilia y lo que es sueño; mientras el protestantismo glorifica el trabajo y las obras "en esta vida"; mientras Newton concibe una máquina a la que llama Naturaleza; en España Cervantes inventa a un hidalgo que nos sugiere que nada es real, que incluso nosotros, lectores, somos personajes de una gran novela; el cristiano viejo abomina del trabajo manual y del lucro por considerarlos propios de moros y judíos; los poetas y los pintores nos muestran una realidad difusa y engañosa, cuyo paradigma es la torre de Segismundo, la Torre de Juan Abad, el espejo de Velázquez, la "Fama" de Jorge Manrique.

Y esto ha sido así y siempre será así, por los siglos de los siglos, porque somos incapaces de asumirlo, de extraer oro -como diría Baudelaire- del barro más miserable.

Y esto es lo que siempre nos ha hermanado a castellanos, catalanes, navarros, portugueses... Le pese a quien le pese.

Y esto no tiene por qué ser malo. No tiene por qué ser un lastre.

Los del 98 dieron con la clave, pero eran unos pésimos pensadores políticos. Cuando Unamuno dice que inventen ellos, cuando critica las ansias orteguianas y republicanas de mirarnos en el espejo europeo, está dejando al descubierto una gran verdad. La única verdad del devenir hispánico: estamos perdidos y, si escogemos el camino de la luz, de la razón, de la Europa protestante, nos perderemos aún más.

Tristemente, Unamuno no supo ir más allá -hablaba de un Cristianismo español, diferente al romano, que podría ser nuestra aportación más luminosa al mundo-. No pudo, en realidad, ir más allá. El desastre de la Segunda República le dio el tiro de gracia.

Lo que España -Cataluña y País Vasco incluidos- necesita es asumir de una puta vez su historia. Dejarnos, de una puta vez, de revisiones memórico-históricas interesadas e identitarias.

Tenemos, por una puta vez, todas las claves. Somos españoles, le pese a quien le pese. No somos europeos, le fastidie a quien le fastidie. No creemos en la literalidad de la razón, le joda a quien le joda. Vemos gigantes donde hay molinos, le encabrone a quien le encabrone. Hemos mamado todos -¡todos!- de la misma ubre ibérica de castas irreconciliables pero íntimamente complementarias, le duela a quien le duela.

Pero -insisto- por vez primera, poseemos la fórmula política necesaria, única en el mundo, enteramente hispánica, ibérica: la República Constitucional.

Un saludo a todos,


AQUILES

LECCIÓN

En sus rostros se adivina cierto miedo, como una sombra que les obligara a abrir mucho los ojos, como si aguantasen la respiración antes de dar un grito. Todavía son pocos en el instituto, pero se les distingue enseguida. Solos, o acompañados tal vez por algún amigo —han dejado los corrillos vocingleros—, deambulan por el patio o por los pasillos en silencio, asaltados a traición por una solemnidad apabullante.

Son la avanzadilla de lo que está por venir. Son las primeras sombras de la crisis. De repente el monstruo ha entrado en casa y las paredes han dejado de ser sólidas. De hecho, ya nada les parece consistente. Por vez primera la sensación es distinta. Sólo quieren escapar de la eterna pubescencia a la que el instituto les ha condenado.

El otro día me confesaba uno de ellos:

—Yo no quiero estar aquí, maestro. Yo quiero ponerme a trabajar cuanto antes y ayudar a mi familia. Pero mi padre se ha empeñado en que debo sacarme el título, en que tengo que ir a la universidad.

El padre es albañil y está en paro. Hace un año habría metido a su hijo en la obra. Hace un año el chaval podría haber ganado en quince días lo que yo en un par de meses. El ataque de responsabilidad del padre, esa visión de futuro que creía perdida para siempre en este país, me ha hecho pensar en la posibilidad de que algo esté cambiando. Y, por un momento, he vuelto a creer en la gente, en el inmenso poder que destila su voluntad de supervivencia.

Una vez más la sociedad, esa sociedad a la que la infame pedagogía, la perversa corrupción política y la opinión apoltronada de ciertos profesores han culpado del fracaso de su mierda de sistema educativo, nos dará una lección a todos.

Ojalá sea pronto.

AQUILES

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