La cabra tira al monte y a cada uno lo suyo. Con los vascos, los catalanes y los gallegos lo tenemos claro. Pero ¿y con el resto? Te encuentras que han nombrado a un nuevo director general en no sé qué ramo de no sé qué ministerio y tienes que decir: Juan Fernández García, de Valencia. ¡Coño, quién lo hubiera pensado, de Valencia! ¡Bien podría ser de Albacete, o de Asturias, o de Villafranca del Bierzo, que daría igual! ¿Por qué el resto de los españoles que no sean vascos, catalanes o gallegos están tan en la nebulosa identitaria debido a sus apellidos ordinariamente comunes y molientemente corrientes?
Se quejaba Jon Juaristi en su libro “La tribu atribulada” de que a él todos, dentro y fuera de España, le consideran un escritor vasco, por delante y aparte incluso de su condición de español, que la reivindica también. Mientras que, por ejemplo, a Gustavo Martín Garzo, aquí y fuera de aquí todo el mundo le considera español y ya está, sin reparar en que sea de Valladolid o de Almuñécar.
Es lo que tiene el apellidismo implantado en España por el nacionalismo vasco, de la mano de Sabino Arana. A falta de otra forma de distinción frente a los que llegaban a oleadas en busca de un trabajo con el que sobrevivir, al fundador del nacionalismo vasco no se le ocurrió otra cosa que distinguirlos por sus apellidos. Y así “honraba” como socios originarios de su particular club a los que tenían los cuatro primeros apellidos inconfundiblemente vascos. Al resto que quería entrar y no los tenía, los colocaba en categorías inferiores (no poder formar parte de la junta directiva, no poder ser elegidos para determinados cargos), siempre y cuando, eso sí, sus abuelos fueran nacidos en el País Vasco. Si no tampoco. Esto es: no quería como conmilitones a los recién llegados. Pero el apellidismo le causó no pocos problemas, porque muchos vascos de muchas generaciones no tenían apellidos inconfundiblemente vascos (euskericos) y, lógicamente, se sentían discriminados por su proyecto nacionalitario y segregador.
Luego, tras la guerra civil, el nacionalismo, ante la nueva avalancha de inmigrantes de los años cincuenta y sesenta, cambió su estrategia segregacionista, basada en los apellidos, por la estrategia falsamente asimilacionista del idioma, pero se encontró (nos encontramos) con que el euskera no era sino una lengua oral, hablada con multitud de variantes por cada valle volcado hacia el Cantábrico y que estaba casi olvidada en la Llanada alavasa y en la Ribera navarra. No importó, había que seguir con un elemento diferenciador como fuera, para hacer frente al que no estuviera dispuesto a asumir que en el País Vasco España no tiene nada que hacer.
Esta política perfectamente insolidaria y que está volviendo a escribir la historia a su medida y conveniencia, se ha considerado por muchos como muestra de la personalidad histórica de los vascos y de su conciencia nacional como pueblo. Pero este fomento de una supuesta conciencia nacional y personalidad histórica lo único que han hecho, a mi juicio, durante todo este tiempo, es inocular en toda España el virus de la insolidaridad y una alucinación colectiva malsana, que hace que todo el mundo, a día de hoy, en España, esté mirando a su ombligo identitario, buscando la forma de diferenciarse del vecino, de sacar tajada, de medrar a su costa y de sálvese quien pueda.
(Dedicado a Nemys)
PEDRO JOSÉ CHACÓN
10 COMENTARIOS:
Esto que describes se llama provincianismo.
Léete mi artículo EL GRAN FRAUDE DE REPRESENTATIVIDAD DE LOS POLÍTICOS CATALANES, publicadoel 23 de agost de 2006:
http://messageinout.blogspot.com/2006/08/el-gran-fraude-de-representatividad-de.html
Te gustará.
Querido Pedro José , para mi es todo un honor que me hayas dedicado, aunque no sé por qué, este sublime árticulo. Enhorabuena y gracias.
Que articulon!
Gracias por los comentarios elogiosos.
A. prometo leer tu artículo.
La dedicatoria a Nemys, que parece que le extraña, es concretamente por su artículo "Encontrar una identidad", que me gustó mucho, porque ahí, creo, dicho de un modo u otro, está el meollo de todo lo que a mí me preocupa.
Saludos maketos.
Muy buen artículo, y un lujazo para el blogdiario!
A Catalunya els immigrants estan normalitzats des de fa molts anys. Ja no distingim entre Coll i Piernas, valgui'm l'acudit.
Ben li asseguro que un xarnego és molt més català que un maketo, basc.
Malgrat tot, seria desitjable una més gran integració lingüística per als nouvinguts, que és com aquí anomenem als que vosaltres dieu invassors.
Temps al temps....
Per cert, senyor Chacón: molt bo el seu blog personal!
"Ben li asseguro que un xarnego és molt més català que un maketo, basc.",
Dice nuestro "fiel seguidor" dom Rojo Total, aunque luego nos llame "nouvinguts".
¿Cree dom Rojo, que MessajeInOut o yo mismo somos mucho más catalanes (en su acepción de catalán), que vasco el Sr. Chacón Delgado?
Los xarnegos que llevamos aquí algunos años más que el "Honorapla Sr. Muntiya", ¿también somos "nouvinguts"?.
¡Que "joío"!
Patalete, tu i muchos otros "acratas", incluido el autor del bodrio de artículo este, ¿sois españoles?.
Ya os aviso que la pregunta tiene trampa.. a ver como la contestais,,... o mejor, no la contesteis, no sea que metais la gamba..!! la segunda parte de la pregun, será ¿sois nacionalistas españoles?.. ¿ya veis por donde teneis que morir?... pues ala, a ver el guapo que contesta "ACRATAS".
Sinceramente creo que un vasco de apellido se le reconoce, al igual que un catalán o un gallego, porque proviene de otra lengua. Además, en le caso vasco, muchos apellidos son topónimos de las casas de las que pertenecen. Yo por ejemplo soy Asua de la casa del valle de Asua y Aburto de la casa de Bilbao, mientras que tambien soy Lozano y no se de que casa.
Lo del apellidismo no se le inventó Arana, viene de mucho antes pues además, era muestra de nobleza dada el derecho de hidalguía universal de Bizkaia. Por otra parte, mienbros del PNV fué de la Sota y LLano, que no tenía primer apellido vasco, pero que además era naciodo en Castro Urdiales. Mi bisabuelo también fue mienbro del PNV y amigo de Arana y se apellidaba Lozano siendo sus padres naturales de Valladolid.
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